El miércoles 14 estuve en Arequipa participando en el panel de educación de Perúmin 2011 que vino después del panel sobre conflictos sociales. Puede ser de interés compartir con los lectores algunas reflexiones que me suscitaron los paneles.
Lo tratado sobre los conflictos sociales en el bloque social, me dejó pensando en la relación que hay entre la educación tan represiva de los niños y jóvenes de las zonas rurales, y las explosiones sociales que ocurren cuando estos jóvenes se vuelven adultos militantes contra la presencia de empresas mineras. Claro que los jóvenes de todas las comunidades no son iguales. Me refiero al caso de aquellos jóvenes a los que vemos reprimidos, opacos, apáticos, desmotivados, concretos, inmediatistas. Fueron educados a asumir que la disciplina y el respeto implican obediencia y agachar la cabeza frente a lo que sanciona la autoridad.
Por otro lado, la presencia de la minería recientemente ha sufrido una transformación revolucionaria. Ocurre que los mineros tuvieron que dejar de lado su entrada vertical y prepotente a las zonas de explotación minera (avalado por las autoridades), que era propia de los siglos XIX-XX, para pasar a una relación más horizontal, armoniosa, concordada con los pobladores del lugar en el siglo XXI. Además, han entendido que los conflictos sociales son inherentes a la presencia de las explotaciones mineras (por las expectativas, desconfianzas, luchas por el poder comunal, etc. que genera su presencia en las comunidades), y han tenido que aprender a vivir y administrar el conflicto y llegar a acuerdos con los pobladores locales para seguir avanzando, para bien de todos.
El paralelismo de esta transformación minera y aquella que debería darse en la escuela entre profesores y alumnos es casi perfecto. La diferencia es que los hacedores de políticas educativas aún no están dispuestos a asumir el giro que tienen que hacer para vivir en el siglo XXI y siguen trabajando sus propuestas con base a los superados paradigmas de los siglos XIX-XX.
Pensar en la educación del siglo XXI significa que la escuela además de transformarse en diversos asuntos que hemos tratado en otros artículos, debe ser capaz de crear un clima educativo en el que el conflicto sea parte de la vida, y que lidiar con éste de modo sabio y democrático debe ser una de las habilidades que deben llevarse consigo los alumnos al egresar. Dicho en otras palabras, que el concepto de disciplina escolar se transforme de modo que en lugar de esperar que los alumnos no transgredan las normas y si lo hacen que sean sancionados, asumir que las trasgresiones son oportunidades para el aprendizaje e involucrar a los alumnos en la solución de los conflictos en los que se van viendo involucrados.
Lo que está ocurriendo en los hechos es que el resultado de una fuerte disciplina y docencia represiva de los profesores contra los alumnos, anula el conflicto en lo que dura la vida escolar, para estallar luego cuando el joven se hace mayor. En realidad, lo único que se hace es patear el conflicto hacia adelante, para que estalle (con violencia) más adelante.
De allí que cualquier nuevo currículo y estrategia de trabajo pedagógico debería incorporar el manejo de conflictos, previa formación de los directores y profesores en estas habilidades.
En el bloque social, la pregunta retórica que planteé a los empresarios respecto a su rol en educación fue ¿deben sustituir al estado en aquello que el estado normalmente debería hacer pero no se da abasto como infraestructura escolar, mobiliario, material didáctico, computadoras, etc. (sea que las comunidades lo pidan o no); o, debe más bien el empresariado usar su energía creadora para ponerse un paso adelante del estado, auspiciando experiencias innovadoras que el estado no hace, para poner en vitrina nuevas posibilidades de las cuales el sistema educativo público pueda nutrirse y aprender.
Particularmente, más de una vez he sugerido que a la par que los empresarios aporten individualmente en aquello que acuerden con las comunidades, una parte de su aporte debería coordinarse entre los empresarios para que todos juntos apuesten por un gran proyecto innovador nacional. Podrían proponerse crear en el Perú un Instituto de Altos Estudios Científicos en Biodiversidad, que sea el #1 en el mundo, que haga las investigaciones en animales y plantas útiles para la industria farmacéutica, cosmética, alimentos, (y turismo), con una combinación de investigadores de punta extranjeros y peruanos, que produzcan patentes con valor comercial, que puedan luego comercializarse por todo el mundo y generar utilidades o regalías para los investigadores, empresarios involucrados y el propio instituto que con ello podrá seguir haciendo investigaciones.
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