La historia del vínculo entre las grandes empresas y la educación muestra una relación asimétrica. La empresa da de sí a la educación, en forma de filantropía, donaciones, apoyo para mejorar su gestión, infraestructura, equipos y servicios, incentivos para capacitar docentes, etc. En suma, la empresa da, la institución educativa recibe. También en los programas de responsabilidad social se repite el mismo esquema. La gran empresa quiere complacer a los trabajadores o a las comunidades aledañas que demandan apoyo para la educación, y las empresas lo conceden, con lo cual alivian la tensión entre ambos.

Poca atención se le ha prestado al fenómeno inverso, tan frecuente en los países desarrollados, en los que se reconoce que son las empresas las que se benefician de la educación a través de los recursos humanos que egresan de ellas y que las empresas emplearán para mejorar su productividad y darle valor agregado a su producción. Asimismo, las empresas adquieren las patentes e invierten en desarrollar los prototipos creados en las universidades, que se constituyen en semilleros para nuevos negocios que crearán riqueza para beneficio de los accionistas, trabajadores y todo el país.

Dicho esto, quiero regresar al primer párrafo de esta columna para hacer algunos cuestionamientos sobre el rol que están cumpliendo los empresarios en apoyo a la educación, tanto los mineros como todos los demás (al menos los medianos y grandes).

En mi columna de Correo “Empresarios Visionarios” (27/01/2006), en pleno proceso electoral de hace 5 años escribí “Creo que los empresarios más serios y prospectivos deberían intentar preguntarse ¿No estaremos quizá equivocados? ¿No será que aquellos empresarios mercantilistas y la inequitativa distribución de la riqueza que mantiene en el Perú vergonzosos niveles de pobreza crónica e inseguridad requieren ser denunciados y enfrentados seriamente por parte de empresarios visionarios y de vanguardia, antes de que aparezca un Chávez, Velasco u otro Fujimori que hagan inviable al Perú en democracia?”.

En estos años he conocido muchos medianos y grandes empresarios preocupados por la educación que han invertido dinero de sus programas de responsabilidad social procurando mejorar el nivel educativo de las comunidades de su entorno o para financiar proyectos puntuales de envergadura nacional como la promoción de la lectura, el premio al maestro que deja huella, promoción al aprendizaje de las matemáticas, capacitar maestros en uso de TICS, apoyo a emprendimientos como los de Fé y Alegría, etc. Nada de lo que voy a decir pretende minimizar esos esfuerzos.

Pero no puedo evitar preguntarme, ¿es el rol de los empresarios completar o llenar los vacíos de lo que el estado debería hacer pero no hace, o, es el rol de los empresarios como colectivo colocar en agenda temas nuevos de vanguardia, que sirvan de punta de lanza para emprendimientos que el estado no sabe cómo hacer?

Por ejemplo, si los empresarios hubieran reunido 500 millones de sus programas de responsabilidad social y los hubieran usado concentradamente en un solo proyecto, que coloque al Perú en el mapa mundial por tener una institución que sea la # 1 en el mundo, fuente de orgullo y admiración, que atraiga capitales, turistas, que eleve el nivel de investigación, ciencia y tecnología de los peruanos y con ello chorree a las otras universidades, ¿no hubieran impactado más en el avance de la educación, ciencia y tecnología peruana que con todo el resto de las actividades que hacen?

Por ejemplo, crear un instituto de altos estudios científicos y tecnológicos en biodiversidad en la selva, a partir de los aportes de instituciones y científicos serios en el tema como la UNA, INIA, UPCH, UNAP, etc. y varios científicos peruanos que están repartidos por el mundo. En un plazo de 5 años, crear un polo de investigación y desarrollo que se seguiría autofinanciando con aportes de empresas peruanas y extranjeras interesadas en el desarrollo de nuevos productos alimenticios, médicos y farmacéuticos con gran valor comercial, reforzado por turismo científico, aprovechando nuestra enorme biodiversidad, ¿No impactarían más en el Perú que con lo que cada uno está haciendo por su cuenta?.

Humberto Speziani, nuevo presidente de la Confiep, y en particular los prósperos asociados de la Sociedad de Minería, tienen aquí la oportunidad de hacer algo muy grande.

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