El 25% de los peruanos escogió a Alan García como presidente en abril del 2006. Votos prestados lo subieron al 52% en 2da vuelta. Las recientes encuestas de popularidad política lo sitúan en torno al 30% nacional. El 70% lo mira con recelo, desconfianza, frustración ó decepción. Para lidiar con la crisis y la gente tenga fe en su conducción nacional, requiere decididas actitudes convocantes y tolerantes. Pero no las está teniendo. Veamos.

Recientemente hizo un sorpresivo anuncio sobre la creación de un Gran Colegio Mayor Secundario del Perú, que no aparece en el plan de gobierno aprista ni en los planes anuales ministeriales. Como los altos funcionarios del ministerio consultados no pudieron explicar en detalle de qué se trataba todo eso, algunos analistas reaccionamos pidiendo más información y adelantando algunos reparos para que sean tomados en cuenta en la formulación final. La reacción del presidente fue la de descalificarnos por sabotear su propuesta, usando para ello inclusive frases ofensivas alusivas al origen religioso no cristiano de uno de los comentaristas, lo que no habla muy bien de sus cualidades democráticas.

Por otro lado, con motivo de las críticas suscitadas por sus anuncios sobre la ley de expropiación de terrenos y sobre la condonación de deudas de 267 mil prestatarios del Banco de Materiales (Banmat) hasta por S/.570 millones de soles dijo “Dejemos a los termocéfalos de la ultraizquierda que quieren destruir la patria, y también a los termocéfalos de la ultraderecha que quieren sojuzgar al pueblo. Al medio hay una inmensa mayoría, mucho más del 90% de peruanos, que me entiende”. Nuevamente, quien no piensa como el infalible presidente y no se identifica con sus brillantes ideas, es un despreciable termocéfalo.

Creo que el presidente haría bien en reflexionar autocríticamente al menos 15 minutos al día, solo o con ayuda, diciéndose “¿y si me estoy equivocando? ¿y si mis críticos tienen razón? ¿cuál es la parte de mi personalidad que provoca los conflictos?”.

El presidente es el primer educador político del país. Su afán totalitario de descalificar (o eliminar simbólicamente) a quien piensa diferente tiene un peligroso tufo chavista/pinochetista.