Quienes asumen un cargo ministerial deberían tener presente la imagen del ex vicepresidente Francisco Tudela bailando ridículamente (y con evidente desagrado) la tecnocumbia “El ritmo del chino” en la campaña re-reeleccionista de Alberto Fujimori del 2000. Así, un hombre con excelente formación académica, profundo conocedor de las leyes, analista internacional de polendas, se rindió ante la tentación del poder.

La historia reciente muestra que frecuentemente quienes son nombrados ministros o altos funcionarios se transforman y se vuelven incapaces de convertir en realidad las virtudes que su formación y experiencia avalan. Al asumir el poder, se alejan de quienes pudieran cuestionar sanamente su accionar y se rodean de una impenetrable telaraña de asesores, ayayeros y funcionarios que los aíslan de la realidad.

Una y otra vez observamos ministros defensivos que acomodan los hechos para su comodidad; que encubren las faltas de sus allegados o favorecen contratos con instituciones amigas; que en privado dicen una cosa y en público otra, alineándose con las consignas oficiales, aunque no las compartan. Ministros que convierten la voz del Presidente o de algún asesor en la voz de Dios cuyos deseos no pueden cuestionarse, y que se dejan llevar por las consignas de Palacio o del partido para el nombramiento de funcionarios.

En el quehacer burocrático quedan tan envueltos en nimiedades y enésimas reuniones para tratar un mismo tema, que se quedan sin tiempo ni ganas para contactarse con la población, que sufre día a día las penurias de un Estado incapaz de cumplir eficientemente su rol; se desvinculan de los especialistas del sector que pueden decirles anticipadamente en privado aquello que luego les dirán en público, de los comunicadores que orientan a la opinión pública, y especialmente de los amigos y analistas sinceros que pueden decirles aquello que sus subalternos “ayayeros” jamás les dirán.

Bien harían los personajes recientemente nombrados en aprender de aquellos ministros, viceministros, funcionarios y congresistas decentes que en las últimas décadas han evidenciado que es posible desempeñarse bien en el cargo sin perder su humildad, honestidad, capacidad de escucha y rectitud. Esos son los que regresan al llano con todo el aprecio de sus colegas y amigos y tienen las puertas abiertas para reinsertarse con todos los honores en su comunidad de pares. Esto se lo dije antes a Ayzanoa, Malpica… Ojalá Javier Sota y colegas sí tomen nota.