El manejo de la pandemia en el Perú durante el gobierno de Vizcarra y sus diversos ministros fue incompetente y hasta nefasto para los alumnos peruanos. El encierro prolongado sin ton ni son, las normas destructivas del sector contra los colegios y la incapacidad ministerial de producir rutas vanguardistas de aprendizaje produjeron los vacíos y retrocesos en los aprendizajes, la perturbación irreversible de la vida familiar y los daños en la salud mental de los niños y jóvenes que aparecen documentados en decenas de investigaciones y artículos académicos y periodísticos.
Pero vale la pena preguntarse si, identificando los desarrollos novedosos precipitados por ese encierro y el esfuerzo de supervivencia hecho por alumnos, profesores y padres, no se abre un listado de ítems que, bien trabajados, permitirían a la educación peruana dar saltos hacia adelante.
Si bien la situación de cada uno de los niños, jóvenes, docentes y padres ha sido diferente, si rescatamos las experiencias de los «sobrevivientes» que encontraron la forma de adaptarse podríamos identificar los siguientes focos de oportunidad:
1. Innovación Tecnológica: El cierre de escuelas obligó a una rápida adopción de tecnologías educativas. Esta experiencia demostró, en los lugares en los que pudo funcionar, que la educación puede ser más flexible y accesible, utilizando plataformas digitales, radio y televisión para llegar a los estudiantes. La integración de tecnología puede transformar las metodologías de enseñanza y evaluación, haciéndolas más dinámicas y adaptadas a las necesidades individuales de los estudiantes.
2. Autonomía del Aprendizaje: Algunos alumnos, al tener que trabajar de manera más independiente durante la pandemia, desarrollaron habilidades de autoaprendizaje y gestión del tiempo. Este cambio puede fomentar un enfoque más centrado en el estudiante, donde el aprendizaje es más autodirigido y menos dependiente de la instrucción directa del docente.
3. Involucramiento Familiar: La crisis llevó a una mayor participación de las familias en el proceso educativo, en algunos casos perturbándolo y en otros colaborando con el. Esta colaboración puede potenciarse y ser más beneficiosa, creando un entorno de apoyo más fuerte para los estudiantes y reforzando la importancia de la educación en la comunidad.
4. Currículos Flexibles: La necesidad de priorizar contenidos fundamentales llevó a una simplificación y flexibilización del currículo, que lamentablemente luego se revirtió. Este enfoque puede mantenerse para concentrarse en habilidades esenciales y permitir una mayor personalización del aprendizaje, adaptándose mejor a los intereses y capacidades de los estudiantes.
5. Reconocimiento de la Educación Temprana: La pandemia subrayó la importancia de la educación temprana como base para el desarrollo cognitivo y socioemocional. Ha sido notable el daño a niños que no pudieron acceder a ella con normalidad. Inversiones sostenidas en esta área pueden generar mejoras significativas en los resultados educativos a largo plazo.
6. Modelos Híbridos y Virtuales: La adopción de modelos educativos híbridos y virtuales en la educación ha demostrado que bien gestionada puede ser efectiva, sobre todo con la educación superior. Estos modelos pueden ofrecer soluciones flexibles y accesibles, especialmente para estudiantes en áreas rurales o con limitaciones de tiempo o económicas.
7. Resiliencia: La vida durante la pandemia y la inmediata postpandemia obligó a estudiantes, docentes y familias a utilizar diversos recursos emocionales para enfrentar desafíos sin precedentes. En algunos alumnos esta situación ha aumentado la resiliencia, las experiencias de vida y la tolerancia a la frustración, capacidades que rinden frutos de manera continua en el tiempo. Ayudar a los estudiantes a adaptarse a cambios abruptos, gestionar el estrés y desarrollar una mentalidad de crecimiento, puede resultarles invaluable en su vida personal y profesional.
Para avanzar, es crucial no solo restaurar aquellos aprendizajes que aún siguen siendo relevantes, sino también aprovechar las lecciones aprendidas durante la pandemia para reimaginar un sistema educativo más resiliente, inclusivo y adaptado a las demandas del siglo XXI.
Sus indicadores de éxito deben incluir no solo resultados académicos tradicionales en aquello que sigue siendo relevante en estos tiempos, sino también competencias digitales, habilidades socioemocionales y la capacidad de los estudiantes para adaptarse y prosperar en un mundo en constante cambio.
De este modo, de toda esa mala experiencia vivida durante la pandemia se pueden destilar luces sobre asuntos que, bien trabajados, podrían ayudar a dar saltos hacia adelante a los estudiantes peruanos.