En muchos colegios se les enseña a los alumnos a debatir, tomando temas polémicos y pidiéndoles que se coloquen en los dos lados de la argumentación, a favor y en contra. Temas como el aborto, la pena de muerte, el libre mercado, el TLC, etc. son útiles para esos ejercicios. Si estuviéramos en época de clases, podría ponerse en debate el candente tema del tercio superior universitario como sistema de selección de profesionales o profesores. Habría alumnos que podrían fabricarle argumentos al ministro Chang para que siga defendiendo su frágil propuesta. La pregunta es si eso significa que tiene razón, y si no está desgastándose en la batalla inadecuada perdiendo los aliados que necesita para mejorar la calidad de la educación. El ministro Chang se ganó la reputación de ser un ministro que no le teme al enfrentamiento con el Sutep cuando se trata de poner orden y de sacar adelante normas que involucran a los profesores. Ha sabido poner el tema magisterial en la agenda nacional y gubernamental, logró sacar adelante la Ley de Carrera Pública Magisterial y su reglamento, todo lo cual le ganó prestigio y popularidad, siendo el único ministro de temas sociales que Alan García no cambió a finales del año pasado. Esta vez se equivocó con la improvisada norma que permite que sólo quienes fueron parte del tercio superior al concluir sus estudios de pedagogía sean contratables para las plazas disponibles en todo el país. Por lo demás, si este criterio fuera tan relevante ¿por qué no aparece en el reglamento de la Ley de la Carrera Pública Magisterial ni entre los requisitos del concurso de plazas para los nombramientos perpetuos? Es una norma que hace agua por todos los lados y no repetiré nuevamente las razones. Atacar a quienes sugerimos modificar la norma para perfeccionarla diciendo que nosotros no queremos la mejora de la calidad de la educación, resulta un impertinente insulto. Si Chang quiere liderar una reforma tiene que ejercer la autoridad con inteligencia y ponderación, detectando además a tiempo cuando sus allegados, ayayeros o jefes le están poniendo trampitas para quemarlo o bajarlo en las encuestas. Creo que lo más inteligente que puede hacer es escuchar a los opinantes bien intencionados, reconocer que cometió un error, rectificar la norma, y con ello fortalecer su autoridad y liderazgo, que de lo contrario, así intente imponer la norma a la fuerza, se habrán debilitado irreversiblemente.