Cuando uno escucha que el MINSA y el MINEDU elaboran protocolos para cualquier cosa, podemos anticipar dos cosas: 1) pondrán condiciones exageradas, reglamentistas aunque usualmente no controlables (basta ver las congestiones en el aeropuerto, las manifestaciones políticas, pasajeros en transporte público, no salir de casa en días de confinamiento, etc.); y 2) parten del principio de que la población es incompetente, desinformada, cretina, frente a los funcionarios de escritorio que redactan esas normas, por lo que sienten que deben ponerse por encima de cada ciudadano para decirle qué hacer o no hacer y cuándo.

Las normas expresadas en protocolos para abrir nidos y colegios urbanos parten del principio que los maestros son seres inferiores a los cajeros de un banco, los vendedores de farmacia, panadería, galería o mercado, los choferes de buses, razón por la cual ellos no saben cómo cuidar su salud y las de los que los rodean.

Esas normas también parten del principio que las condiciones de higiene, seguridad y aforo que se aplican a galerías comerciales, restaurantes, fábricas, farmacias, mercados, no son suficientes para los colegios. No basta con exigir a los colegios tener una adecuada ventilación, distanciamiento social entre alumnos, espacios libres y facilidades de lavado de manos. Se exige además que en todo el distrito haya solo un limitado número de habitantes y no haya un cierto porcentaje máximo de contagiados o fallecidos por covid, (cosa que no se exige a las galerías, fábricas, restaurantes, etc.), lo que excluye de facto a todos los colegios urbanos del Perú.

Por si fuera poco, se considera que los directores, profesores y padres de familia no son confiables para verificar estas condiciones porque previamente tiene que haber una autorización del gobierno regional que teóricamente constata que los colegios cumplen con esas condiciones. Esos gobiernos regionales que pueden tener dos o tres mil colegios en promedio que son incapaces de visitarlos y garantizarles condiciones de seguridad cuando no hay epidemia, se espera que sí lo hagan ahora que hay epidemia.

Solo al final de todo este proceso, se les consulta a padres, maestros y directores si se puede abrir el colegio y bajo qué condiciones, de modo que los padres escojan si desean que sus hijos asistan al colegio o si prefieren mantener el modo remoto.

Por eso es que según UNESCO, que monitoreó nidos y colegios en 156 países, encontró que el 48% ha logrado abrir sus escuelas, 38% trabaja en formato bimodal (semipresencial) y solo 12% nuca las abrió. Perú es de los que han estado totalmente cerrado en las zonas urbanas. Una vez más, en la cola del mundo.

Esas normas han destruido la mayoría de nidos y muchos pequeños colegios que tenía el Peru y han causado muy altos niveles de aburrimiento, agotamiento, hartazgo, estrés familiar y hasta enfermedad mental en niños y adolescentes. A ello se sumó la torpe medida de declarar que el servicio a distancia debe equivaler al presencial en cuanto a número de horas y oferta curricular, sin tomar en cuenta el enorme esfuerzo extra que deben invertir los maestros para atender a sus alumnos, ni su agotamiento por estar sometidos a esta inesperada fórmula de educación remota.

¿Por qué no hacerlo al revés? Partir del supuesto que los directores, profesores y padres de familia son capaces de verificar si un colegio cumple las condiciones de higiene, aforo, ventilación y seguridad que se exige para cualquier galería, fábrica o restaurante en los que se concentra gente, y tienen criterio suficiente para decidir si el nido o colegio puede abrir. Y permitir a los padres de cada alumno decidir si asistirá o no a la institución educativa, según los turnos y aforos que se hayan previsto para cuidar la salud de todos. De ese modo, nadie está obligado a la asistencia presencial, pero los que lo desean pueden hacerlo, sin que tenga que mediar ninguna autorización de alguna autoridad externa a esa comunidad educativa.

La única razón conceptual para no permitirlo -además de la tradición reglamentista, burocrática y totalitaria peruana- es suponer que la comunidad educativa conformada por directores, maestros, padres de familia y alumnos, no está calificada intelectual y emocionalmente para tomar decisiones sensatas, por lo que necesitan a una supra-autoridad que lo resuelva por ellos. Esas mismas supra autoridades responsables de que el Perú sea uno de los países de peor performance en el mundo en cuanto a la administración de la pandemia y la adquisición y aplicación de vacunas…

No aspiro a que ninguna familia permita a sus hijos asistir al colegio si no lo desea… aspiro a que aquellos que libre e informadamente llegaron a la conclusión de que es una buena opción, tengan las oportunidades y facilidades para hacerlo. Aspiro a que el gobierno se dedique a la comunicación inteligente y persuasión, más que a la amenaza de sanción y prohibición. En suma, educar a ciudadanos en vez de reprimir a súbditos.

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