En mi columna del 30 de julio “Peruanos sin puntos de encuentro” mencioné que el Perú estaba fracturado en dos tipos de poblaciones, que viven cotidianamente experiencias muy distintas. Los del “Perú 1” nacen, se educan e integran al mercado laboral con todas las ventajas para ingresar al circuito de la riqueza, y los del “Perú 2” que lo hacen con todas las desventajas, quedando casi condenados a la pobreza. Proponía crear espacios de encuentro entre ambos, a través de instituciones en las que convivan y se eduquen juntos unos y otros, para que se conozcan y compartan proyectos y sueños, dándole así al Perú la posibilidad de ser un país inclusivo, cuyos pobladores se identifiquen con un proyecto común de nación y convivan en armonía, configurando la antítesis de las sociedades violentas.

Varios lectores me alcanzaron comentarios relevantes. Uno sugería reconocer que hay un “Perú 3”, que es el de los pobres que con mucho esfuerzo familiar y personal pasaron del “Perú 2” al “Perú 1” y que conocen bien ambos mundos y pueden ser un buen puente de comunicación. Otro decía que hay un “Perú 4”, conformado por todos esos peruanos que nacen, crecen y mueren sin documento de identidad, propiedad ni derecho alguno, de los que tanto habla acertadamente el informe de la CVR. Finalmente, otro sugirió que estos puntos de encuentro no se conciban sólo dentro del sector Educación, sino en el conjunto del Estado.
Más allá de las muchas otras miradas al tema, todos coincidimos en que el Perú está fracturado, y que revertir la insensibilidad y despreocupación que de ello se desprende es una de las grandes tareas de la integración y el desarrollo nacional.

La Comisión de la Verdad y Reconciliación elaboró un valioso informe que pese a los cuestionamientos de los aludidos dio lugar a que el gobierno asumiera algunas responsabilidades y adoptara algunas de sus recomendaciones. Sin embargo, queda pendiente que la prensa y una comisión especial del Congreso monitoree e informe sistemáticamente sobre los avances en estos compromisos asumidos.
Sería un segundo asesinato de todos los muertos por el odio y la violencia fratricida que los peruanos no seamos capaces de rescatar aquello de valioso que tiene el informe, cuando menos para garantizar que se cumpla con las compensaciones, se haga justicia y aprendamos a convivir en paz.