Cada cierto tiempo escuchamos promesas o anuncios que hace el presidente Toledo o el ministro de educación de turno, que llaman la atención por la alta dosis de ingenuidad o inviabilidad que contienen. Llámese “quiero ser recor-dado como el presidente de la educación”, duplicaremos el porcentaje del PBI para educación, invertiremos 200 millones en el Plan Huascarán, declaramos en emergencia la educación peruana, etc. todo el tiempo estamos expuestos a anuncios voluntaristas que no se concretan. Junto con eso, escuchamos plan-teamientos aislados que son igualmente incapaces de cumplir con los objetivos que los animan.
El último caso es el del Ministro de Educación Carlos Malpica quien justifi-cando el adelanto del inicio del año escolar señaló que “mientras más horas de clases tengan los alumnos, mejor. Aprenderán más”. Suena lógico; siempre y cuando, hablemos de buenos maestros. ¿Qué pasa si el maestro maltrata al alumno, o es incapaz de motivarlo para que aprenda, como ocurre en no pocos centros educativos públicos y privados donde los alumnos se aburren y prefie-ren migrar o desertar? Quizá concluiríamos que mientras menos clases, mejor, para que hagan menos daño. Evidentemente los grandes problemas de la edu-cación peruana no se resolverán con parches y medidas aisladas, como la de aumentar el número de días de clases dejando todo lo demás sin reformar. Por lo demás, el anuncio del Ministro de que las clases escolares del año 2004 empezarán el 15 de marzo es improvisado e inconsistente, porque contradice lo dispuesto por el propio ministerio en las directivas de principio del año 2003 denominadas “Orientaciones para el desarrollo de la acción educativa 2003”. En el ítem 4 establece que “la calendarización del período de estudios, para los centros educativos públicos y privados, es flexible, se ajusta a las caracte-rísticas geográficas, económico-productivas y sociales de cada región. Las fechas de inicio, desarrollo y finalización del periodo académico y vacaciones, el horario de clases (allí donde los turnos sucesivos no impidan la flexibilidad) así como la definición de los períodos bimestrales o trimestrales, en los niveles de Inicial, Primaria y Secundaria, los determina el director del centro educa-tivo, previa consulta con el Consejo Escolar donde lo hubiera. Los centros privados se rigen por sus normas específicas. Los directores de los centros públicos y privados comunican su decisión al órgano intermedio del Ministe-rio de Educación, del que dependan”.
La misma norma establece que el número mínimo de horas de clases deben ser 900 para inicial, 1000 para primaria y 1070 para secundaria. ¿Cuál era el sentido conceptual –correcto- de estas normas? Dada la enorme diversidad de realidades, climas, requerimientos de mano de obra juvenil, etc. en las que se desenvuelven los 60,000 centros educativos del país, tiene poco sentido que el Ministerio establezca un calendario escolar único. Más sentido democrático, descentralista y educativo tendría decirle a las comunidades educativas: “el año escolar debe tener un cierto número de horas como mínimo. Uds. resuel-van cómo las programan”. Con este último enunciado, se expresaría confianza en la capacidad de las centros educativos de evaluar las opciones y escoger aquella con la que vivirán mejor y cuyas consecuencias beneficiarán o afecta-rán solamente a aquellos que participen en la decisión. En cambio, al anunciar verticalmente el adelanto universal de clases para el 15 de marzo, le han qui-tado sentido a la tan mentada autonomía escolar.
Otro argumento a revisar es aquél que sostiene el ministro cuando planteó que ello responde a la necesidad imperiosa de que nuestros escolares recuperen el tiempo perdido con la huelga magisterial. Eso quiere decir, tal como lo adelan-té desde el principio, que se reconoce el fracaso de la fórmula ministerial de recuperar los días escolares perdidos por la huelga magisterial del 2003, que obligaba a profesores y alumnos a asistir a clases los días sábado. Era cuestión de puro sentido común. Los alumnos y profesores ya tienen programada su vi-da para dedicar el sábado a otros quehaceres. Además, es un día adicional de gastos de transporte, refrigerio escolar, etc. Por lo demás ¿porqué los alumnos tienen que ser castigados con las clases sabatinas debido a la incapacidad del Ministerio de Educación y el Sutep de entenderse sin perjudicar a los alumnos?
Más aún, ¿alguien puede garantizar que con algunos días adicionales de clases los alumnos van a aprender más, dado el casi nulo aprendizaje que logran a lo largo de su vida escolar? Mientras los ministros no entiendan que nada cam-biará en la educación sin una reforma estructural del conjunto del fracasado y quebrado sistema educativo peruano, medidas como éstas serán simplemente parches inocuos.