El 29 de julio del año pasado publiqué un breve comentario en El Tiempo de Piura respecto al discurso presidencial del día anterior titulado “Discurso de Ollanta Humala: el Reto está en la Gestión”. Me parece pertinente recordar lo que decía en su parte medular: “ En cuanto a los temas sociales señaló que habría un ministerio del desarrollo e inclusión social para después expresar su voluntad de atender de modo gradual y sin alterar la disciplina fiscal los 800 distritos más pobres en los cuales se implementará el programa “Juntos”, Pensión 65, Cuna Más, Desayunos y Almuerzos escolares; se procurará llegar a la jornada escolar de 8 horas, incentivar el deporte, la recreación y la cultura. Además, otorgar la Beca 18 a estudiantes pobres pero meritorios y revisar el otorgamiento de Títulos a Nombre de la Nación. Ahora queda por ver como se ejecutará todo eso. No olvidemos que en la conformación de su gabinete primero nombró a los ministros de los sectores económicos y recién hacia el final a los de los sectores sociales, en particular la ministra de educación que fue la última, dos días antes de la fecha límite. No olvidemos que ninguna de las mujeres que ocupan los ministerios sociales tienen experiencia en gestión pública. ¿Cómo se pondrá en marcha todas las buenas intenciones?”

No pretendo ser pitoniso ni un acertado pronosticador del futuro pero es muy fácil acertar en estas previsiones de lo que ocurrirá debido a la reiteración de fracasos en la gestión ministerial a lo largo de décadas. Eso nos lleva fácilmente a suponer que las buenas intenciones se quedarán en el papel en la medida que no haya un super equipo que realice una eficaz gestión, como ha sido el caso de este primer año de gobierno.

Junto con eso, creo que para el tema específico de la infancia falta una visión sobre las metas, plazos y estrategias que sea consistente con una verdadera revaloración de los derechos de la infancia peruana a tener la oportunidad de desarrollarse bien en su vida.

Quizá una analogía pueda ayudar a entender lo que pienso al respecto. Si una pareja de padres tiene 4 hijos pero solo pudo disponer, digamos, de una dosis de vacuna anti-polio, ¿le darán la vacuna a un solo hijo?; ¿la dividirán y darán 1/4 a c/u -que no inmunizará a ninguno-?; ¿perseverarán más para conseguir las 4 dosis?. Haciendo la analogía, lo que el estado peruano le debe a todos los niños del Perú es una vacuna por niño, o dicho en términos de inversión social, un paquete infantil que incluya nutrición, atención médica y atención educativa inicial que los ponga a todos en condiciones paritarias para su desarrollo y de aprovechamiento pleno de su posterior escolaridad. Ese sería un “derecho de nacimiento” de todo peruano.

El gobierno dice que este año incorporarán a 60,000 niños a educación inicial, 80,000 el próximo año, creando 1,000 nuevas instituciones educativas, y que así seguirán sucesivamente por varios años hasta incluir a los 700,000 que faltan para la cobertura plena. Yo sostengo que en lugar de proponerse incrementos anuales que se agreguen a las cifras previas (para cerrar cada año un porcentaje del déficit), se debería partir de la meta de 100% cobertura, y desde allí preguntarse con qué estrategia, qué gente competente y con cuánto dinero se logrará ese objetivo en el cortísimo plazo.

Para ello se requieren tres cosas: decisión política del gobierno, decisión de financiar el plan e implementarlo en el corto plazo “sí o sí”, y nombrar una autoridad con rango ministerial para que esté a cargo del logro de ese objetivo. Si nos basamos en las experiencias de las décadas pasadas en casi toda América Latina y sin duda en el Perú, la eficacia de las coordinaciones interministeriales es bajísima, así se designe una ministra como la responsable. Mientras no esté claro quién es el jefe que manda y responde por la ejecución y rendición de cuentas, la eficacia de las coordinaciones entre pares será bajísima y seguiremos con una ministra que tenga que implorarle a los otros que se sumen a sus programas.

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