Uno de los enunciados más aceptados sobre educación es que es una inversión que da frutos en el largo plazo y por eso invertir en ella no es políticamente rentable para los políticos efectistas y cortoplacistas. Este es un mito. No es cierto. Veamos.

Supongamos que un alumno asiste a un colegio solo 20 horas semanales porque el profesor tiene dificultades con su traslado de ida y vuelta. Se le arregla el traslado y de inmediato puede cumplir sus 40 horas semanales de clases. ¿No se sentirá el efecto de inmediato en sus alumnos?

Supongamos que un alumno aborrece las matemáticas y eso hace que no aprenda nada. Le cambian de profesor con otro que es un apasionado del tema y cuenta con un amplio menú de estrategias de enseñanza de matemáticas con lo que de inmediato se conecta positivamente con sus alumnos con lo que les cambia la vida, y quién sabe, su autoestima y vocación profesional futura.

Supongamos que un alumno hace todo lo posible por faltar a clases y no se concentra en ellas porque hay un compañero que lo hostiliza. Hasta que un tutor o director pone límites al hostigador o recompone las relaciones entre ambos, con lo que le devuelve la tranquilidad al alumno que ahora sí se puede concentrarse en aprender.

Supongamos que en un colegio en el que jamás se enseñó inglés o arte se introducen esos cursos y los alumnos empiezan a desarrollar sus habilidades en esos campos. Eso ocurre de inmediato. No requiere 15 años para ver resultados.

Supongamos que un profesor estuvo acostumbrado por décadas a presionar a los alumnos para que aprendan a leer a los 5 años, torturando y frustrando a la mayoría que no estaba madura para eso. Un buen día recibe la capacitación que lo lleva a diferir un año esa exigencia y esperar a que los alumnos maduren más y acumulen más experiencias de aprestamiento previas a la lectura formal. Esa sola decisión cambiará la vida de esos niños y su gusto por aprender, leer, y disfrutar de su asistencia escolar.

Supongamos que un alumno entra al primer grado a los 6 años sin haber tenido experiencia alguna de educación pre escolar. De buenas a primeras le exigen que aprenda a leer, escribir… obviamente este alumno fracasará en primer grado y desde allí cargará esa marca de fracaso durante toda su vida escolar. En cambio, si a ese niño se le hubiera dado tres años –o cuando menos uno- de experiencia pre escolar, estimulación temprana, detección temprana de dificultades por atender, etc. al llegar al primer grado hubiera tenido una plataforma de educabilidad que lo aproximaría mucho más al éxito escolar que en el caso anterior.

Supongamos que un alumno disléxico o con algún trastorno por déficit de atención, concentración y/o hiperactividad ha sido sistemáticamente maltratado por sus padres y profesores aduciendo que no se esfuerza, no estudia, etc. De pronto ese alumno cae en manos de una profesora que diagnostica y comprende su situación, y empieza a tratarlo acorde con su realidad con estrategias que le permitan evidenciar sus capacidades y no acentuar sus dificultades. Esta profesora le cambia la vida escolar (y familiar) a este alumno en cuestión de días…

Supongamos que un alumno que jamás tuvo acceso a una computadora tiene la oportunidad de acceder a ella. En una semana le cambia la vida.

Supongamos que un alumno termina 5to de secundaria con el currículo tradicional, no sabe hacer nada, no ingresa a la educación superior… ¿qué opciones tiene? Ser un mantenido, vago, informal, pandillero, traficante… Qué pasaría si durante uno o dos años en secundaria, ese alumno hubiera aprendido un oficio demandado por el mercado laboral. ¿No sería totalmente distinta su vida pos escolar?

Y así, podría seguir con una interminable lista de situaciones que se resuelven de un día para otro o de un año para otro, que cambian la vida de los alumnos y que no requieren 15 años para ver sus frutos.

Invertir en educación si es rentable en el corto plazo. Dejemos de justificar la indiferencia gubernamental basada en los mitos de los resultados en el largo plazo.