El 28 de julio habrá una nueva edición de un discurso presidencial denso, tedioso, triunfalista, con mucho “wishful thinking” o pensamiento iluso respecto a lo que se piensa hacer el año siguiente. Los congresistas escucharán una que otra frase interrumpiendo sus consultas al celular para ver las olimpiadas o atender asuntos de interés personal. Terminado el discurso habrá los aplausos de cortesía, se publicará el texto en los medios de prensa. Los opositores y los analistas se encargarán de comentar todo lo que faltó o no dijo y los aliados harán un recuento amable políticamente correcto de lo que haya dicho. Minutos después, a almorzar y todo sigue igual. Por su parte, todo aquél que quiere conocer el contenido de ese discurso podrá leerlo cuando le sea cómodo, o guiarse por los comentarios de los analistas, sin necesidad de pasarse horas escuchándolo.

Siendo así, me pregunto cómo podría ser un discurso interesante, que capte la atención de todos, sin toda esa lectura que puede entregarse por escrito, con un programa de sesiones televisadas por el canal estatal en la que cada ministro expone y contesta preguntas por media hora a los interesados en su sector, que se conectarían según el horario programado.

Quizá podría ser un discurso presidencial de 10 minutos, en el que el o la presidenta de turno plantea su visión de país y 5 promesas fuertes que serán el eje prioritario de toda su acción presidencial y sobre la que rendirá cuentas a lo largo del año en cada mensaje mensual de 10 minutos, interpelado por expertos de los sectores que involucran esas 5 promesas.

Eso supone reconocer que no se puede lograr el progreso del país haciendo un poco de todo sin definir prioridades, sin ejes que sean el pivote para el desarrollo nacional y el uso productivo de las ventajas comparativas que tienen enorme efecto multiplicador y gran impacto en la vida social y económica el país. Supone además que el presidente o presidenta de turno habla de lo que sabe, porque lo ha estado monitoreando todo el año, en lugar de hablar de decenas de cosas de las que no tiene mucha idea y que incluso pueden ser contradictorias o inviables. Suponte también que cada sector se organiza para contribuir a la realización de estas 5 prioridades, además de abordar sectorialmente los asuntos específicos del sector que no tienen por qué ser el motivo de un discurso presidencial a la nación.

Quizá eso dé un mayor norte al desarrollo del país, mayor claridad a los ciudadanos respecto a las metas nacionales, y mayor optimismo respecto al futuro, en la medida que se puede monitorear la capacidad de los gobernantes de cumplir con las metas y promesas que le proponen a los ciudadanos. Todo ello podría contribuir a recuperar la confianza en la viabilidad del Perú como país democrático, que cuando se siente desorientado y desconfiado prefiere apelar a las ilusiones de caudillos o advenedizos radicales antes que apelar a personalidades creíbles y con trayectoria que evidencie competencia y honestidad.

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