Si los jóvenes son indiferentes a la influencia de sus profesores, ¿pueden éstos ser educados en valores en los colegios? Sabemos que para que eso ocurra, se requiere que los alumnos tengan fuertes vínculos afectivos y de identificación con los profesores, porque solo entonces les importará sus mensajes y asumirán en sus vidas las huellas que dejaron en ellos. Al parecer, los alumnos se vuelven cada vez más impermeables a la influencia de sus profesores. Un psicólogo peruano estudió el tema en Israel que puede servirnos de referencia. El Dr. Moisés Tatar aplicó encuestas a 360 adolescentes israelíes de 12 y 15 años de ambos sexos y a 395 adultos de mediana edad, a quienes pidió que evoquen experiencias de su adolescencia (Journal of Adolescence, 21, 1998)
Los resultados mostraron que el 72% de los adolescentes y 70% de los adultos señalaron a uno de sus padres como el familiar más significativo en sus vidas adolescentes (la madre recibió el doble de elecciones que el padre). En todos los casos las relaciones dominantes eran las de las hijas con las madres y de los hijos con los padres, lo que refleja la importancia que tiene para los adolescentes las relaciones padre-hijo del mismo sexo para reforzar su seguridad y autoestima.
En cuando a las personas fuera del ámbito familiar, Tatar encontró que de lejos quienes más influyen son los amigos (más del 70% en todos los casos), especialmente los del mismo sexo, seguido de los padres, y quienes menos influyen son los profesores. La presencia de los profesores como personajes significativos solo fue señalada por el 6% de los jóvenes y 23% de los adultos que evocaban su adolescencia, lo que parece sugerir que la existencia de una gran indiferencia de los jóvenes hacia sus vínculos con los profesores.
Al buscar la explicación sobre porqué estas diversas personas dejan huella en los adolescentes las encuestas permitieron identificar dos razones principales. Una, que creían en ellos (90%). La otra, que los exigían o desafiaban (82%). Es decir, esa conocida combinación de confianza y exigencia que todos necesitamos para resolver problemas y alcanzar metas elevadas en la vida, que jamás vamos a encontrar en aquellos vínculos que nos resultan indiferentes.
Moisés Tatar quiso entender porqué los profesores dejan tan pocas huellas en la vida de los jóvenes por lo que hizo un estudio adicional sobre las percepciones que tienen los adolescentes respecto a los profesores. Encontró que las alumnas apreciaban más a los profesores que los alumnos. Ellas aducían que las ayudaban en su aprendizaje y en las relaciones interpersonales, mientras que ellos mayoritariamente criticaban a sus profesores por molestarlos y ser un obstáculo para su desarrollo personal. Esto refleja las sensibilidades tan distintas que tienen los jóvenes de cada sexo en su relación con los adultos. Explica además la situación tan común en los años superiores de secundaria en los que los profesores de ambos sexos tienen mejores relaciones con las alumnas que con los alumnos, los cuales suelen tener mayores problemas de indisciplina por rebeldía o agresión.
Si bien el contexto sociocultural peruano es diferente al israelí, muchos lectores peruanos de este estudio han reconocido notorias similitudes con la realidad de los adolescentes urbanos peruanos, en los cuales la presencia significativa de los amigos y de la madre es dominante, mientras que la de los profesores está casi ausente. Si es así y si queremos que los egresados de los colegios peruanos sean mentalmente sanos y buenas personas, ¿necesitamos priorizar la reforma del currículo, el acceso de los jóvenes a la tecnología, o formar intensivamente a los profesores para que sean capaces de creer en los jóvenes y convertirse en figuras significativas en sus vidas?