Cada vez resulta más frecuente para educadores y pediatras encontrar niños y niñas desganados, cansados, desmotivados, poco imaginativos, obesos y hasta con trastornos de alimentación. Según la Conferencia Mundial de Salud Mental e Infantil, 13% de los menores norteamericanos son obesos y susceptibles de diabetes, más de dos millones toman Ritalin (DDA) y más del 20% sufre algún problema de salud, con tendencia a aumentar.

El psicólogo David Elkind, en el libro El poder del juego, señala que en años recientes el incremento de tiempo dedicado a la televisión (se quintuplicó), junto con las múltiples actividades supuestamente recreativas o deportivas organizadas y dirigidas por adultos –cuyo tiempo se ha duplicado–, les ha quitado a los menores más de 12 horas semanales de tiempo libre para el juego y las actividades no estructuradas al aire libre. Esto ocurre como consecuencia de una mal entendida estimulación temprana o complementaria a la escuela que promete un mejor desempeño escolar.

Esta tendencia a llenar la agenda de los niños con actividades dirigidas terminan contaminando el mundo infantil con el estrés adulto. Los chicos viven los deportes y actividades organizadas por los adultos como si fueran nuevas obligaciones que tienen un horario y lugar preestablecidos para su realización. No se entiende la importancia que tiene para los niños tener un poco de tiempo muerto, en el que no tengan previsto hacer nada, para así usar el tiempo vacío para relajarse, jugar con su mente libre y desarrollar su imaginación.

Para Elkind, el juego es vital para la felicidad, la salud y el bienestar físico, emocional y espiritual. Recomienda dejar jugar a los niños sin tanto horario y estructura adulta. Por ejemplo, en los pequeños son muy estimulantes las actividades al aire libre como jugar a las escondidas, jugar a la “pega” o trepar libremente a los árboles o módulos de los parques, los cuales estimulan naturalmente su desarrollo motriz.

Sin duda hay quienes interpretan que preparar al niño para el futuro significa llenarlos de actividades estructuradas, pero eso mata su fantasía, imaginación y creatividad. Es como atrofiarles tempranamente los músculos a quienes se espera que sean los futuros grandes atletas. Así difícilmente formaremos adultos plenamente inteligentes, críticos, autónomos, creativos y creadores. Tengamos cuidado con saturar a los niños con el cuento de las vacaciones útiles o las clases extracurriculares. Es importante darles espacio para que tengan libertad para divertirse, pensar, excitar su mente y fantasear.

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