¿Por qué habría de importarle la educación a las cúpulas gubernamentales, empresariales y políticas nacionales si ninguno de sus más connotados líderes se ha comprometido jamás con la educación como para ponerla a la cabeza de sus actividades o intereses públicos? Veamos. Ninguno de los líderes de los 4 partidos políticos con mayor representación en el Congreso que suman 92 congresistas, tiene a la educación como un tema prioritario de su agenda política. Ni Alejandro Toledo, Alan García, Lourdes Flores ni Fernando Olivera pierden el sueño por la educación. Lo mismo ocurre con los 4 secretarios generales y los personajes más poderosos que constituyen la cúpula de cada uno de ellos. Quizá la solitaria excepción sea Mercedes Cabanillas en el APRA. No es el caso de Gloria Helfer que si bien se ocupa del tema educativo, es tan solo una invitada de Perú Posible y está muy lejos de la cúpula. En conclusión, la educación no es un tema prioritario ni tiene mayor voz en las cúpulas partidarias ni en el Congreso.
En el Ejecutivo las cosas no son muy diferentes. A juzgar de sus discursos a lo largo de los años, la educación nunca ha sido un tema de interés prioritario en ninguno de los ministros, salvo el caso del ministro de educación de turno, aunque usualmente carecen de mayor influencia en el gabinete. Así, la educación tampoco tiene voces poderosas en el Ejecutivo. Lo mismo pasa en la SNI y Confiep. Ninguno de sus líderes más connotados tienen la preocupación por la educación a flor de piel. De modo que tampoco en los gremios empresariales hay una voz vital y constante que se preocupe por la educación.
Veamos ahora el Acuerdo Nacional: están representados los partidos políticos, gremios, centrales sindicales, organismos de la sociedad civil, iglesias. Curiosamente no están ni el Consejo Nacional de Educación, el Sutep, ni siquiera la ANR en representación de las universidades. Es decir, tampoco hay una voz para la educación en el Acuerdo Nacional. Por eso no sorprende que pese a haber aprobado un aumento del 0.25% anual del PBI para educación, su incumplimiento por dos años consecutivos no haya suscitado ninguna reacción institucional en el AN.
En cuanto a los medios de comunicación, la mayoría puede pasarse semanas enteras con noticias diarias sobre política, economía, policiales, farándula y deportes, sin que se publique o divulgue una sola nota sobre educación, salvo claro está, que un profesor haya acosado sexualmente a una colega o una alumna.
Así las cosas, ¿en virtud de qué habría de tener la educación un lugar central en la vida política del Perú? ¿En virtud de qué podríamos esperar que la educación sea relanzada y adecuadamente financiada para que alcanzar su más alto nivel se convierta en una meta compartida por todos los peruanos? La educación está presente por su ausencia. Todos saben que no está. Es la voz del silencio. Mientras no tengamos una masa crítica de líderes políticos y empresariales que apuesten por la educación, no habrá mucho que hacer a ese nivel.
¿A qué nivel sí se puede hacer algo? A nivel de los 12 millones de padres de familia que tienen hijos en el sistema educativo, y que no están representados por nadie en cuanto a sus intereses por la educación. El Sutep vela por los intereses magisteriales de la escuela pública pero tiene una agenda política que corresponde a la de Patria Roja, la cual no representa el sentir de la mayoría del magisterio ni de los padres de familia, que no comparten por ejemplo la idea de poner fin al gobierno de Toledo antes del 2006.
Son los padres de familia los que tienen que reaccionar. Quizá podrían organizarse para movilizarse pacífica y democráticamente por plazas y avenidas, sistemáticamente, mes a mes, visitar los medios de comunicación, organizar eventos, articularse con entidades privadas, universidades, institutos, etc. para hacer oír su voz, su reclamo, su demanda, para llamar la atención sobre la urgencia de darle un lugar central a la educación. Si van a esperar que las cúpulas políticas hagan suyo el tema por propia voluntad…. Tendrán que esperar sentados por mucho tiempo.
Rara vez aconsejo a mis lectores cómo proceder. Cada uno escoge el camino que le dicta su sabiduría y su conciencia. Haré una excepción. A la hora de elegir a sus futuras autoridades, busquen líderes que puedan exhibir una historia de rectitud ética, confiabilidad y responsabilidad social que puedan evidenciar un profundo compromiso con la educación. Esa es la única manera de asegurar que en los municipios, gobiernos regionales y el Congreso Nacional hayan masas críticas de genuinos interesados en la educación.