Cuando escucho el Himno Nacional no puedo evitar la conmoción que me genera la ironía de una letra que enfatiza las cargas esclavizantes del pasado en lugar acentuar las virtudes que nos prometan un gran futuro. Decimos a manera de diagnóstico: …“largo tiempo el peruano oprimido, la ominosa cadena arrastró, condenado a una cruel servidumbre”… y a la vez expresamos un deseo: “la humillada cerviz levantó… “somos libres…”, “somos libres… seámoslo siempre”. Lamentablemente creo que es evidente que los peruanos aún no somos libres en nuestro pensamiento y no lo seremos mientras sigamos teniendo una educación esclavizante. Es decir, mientras no eduquemos a nuestros niños y jóvenes para que sean capaces de pensar creativa y cooperativamente en lo que es mejor para nosotros, sin las ataduras a los estereotipos, ideólogos y modelos económicos, sociales y educativos importados que hasta ahora no han sido capaces de ofrecerle a los millones de peruanos un camino digno y próspero.
Al hablar de libertad me viene a la mente el episodio bíblico de los 12 espías que mandó Moisés a la Tierra Prometida para que luego informen de lo visto al pueblo de Israel recientemente liberado de la esclavitud de Egipto. Diez de ellos dijeron que sería imposible conquistarla porque estaba demasiado fortificada y bien defendida y solo los otros dos, Caleb y Josué dijeron que la tierra manaba leche y miel y que sí era posible conquistarla. Entonces el pueblo que se adhirió a la mayoría le increpó a Moisés por haberlos sacado de Egipto donde estaban mejor, porque pese a la esclavitud tenían asegurada la comida y vivienda.
La Biblia relata que Dios los condenó a andar errantes por el desierto por 40 años antes de ingresar a la Tierra Prometida, hasta que todos los mayores de 20 años hubieran muerto, excepto Caleb y Josué que luego los guiaría. ¿Cuál es la explicación que le dieron los sabios a este episodio? Dijeron que Dios censuró a su pueblo por no tener mística triunfadora, por no creer en sí mismos. El que alguna vez fue esclavo, siempre pensará como esclavo. El que tuvo que vivir con expectativas bajas, siempre tendrá metas mínimas, no querrá correr riesgos, preferirá la certeza de la esclavitud en lugar de la incertidumbre de la libertad. Solo una generación educada en la libertad podría ejercerla plenamente.
¿Qué tienen en común entonces el himno nacional, el episodio bíblico y la educación peruana? Mucho. Los peruanos indígenas fueron esclavos de la colonia española durante 300 años. Los peruanos criollos se educaron de rodillas al rey. Los peruanos que quedaron formalmente libres a partir de 1821 eran los mismos que cargaron por siglos en experiencias de esclavitud y dependencia al extranjero. Por eso les resultó tan fácil a los caudillos militares tomar el poder y sustituir al antiguo virrey en la conducción dictatorial del Perú. Por dos siglos hemos vivido la independencia como inválidos de la libertad, acomplejados, resignados a las derrotas, con una pobrísima autoestima nacional, dependiendo de cuanta potencia se impusiera en la región. Los peruanos hemos sido educados a no creer en nosotros, a depender de otros, a idealizar las capacidades de los extranjeros y a minimizar las nuestras. En ese contexto, el himno nacional más que una experiencia real de aspiraciones nacionales parece contener una idealización de la libertad con la que otros soñaron.
Aquí es donde entra la educación. Por generaciones los peruanos se han educado en el marco de una educación esclavizante, que trasmite derrotismo, incapacidad e incompetencia. Hemos encomendado nuestro destino a los ideólogos de otros países, con mucho temor a tomar iniciativas realmente innovadoras, en tanto que otros no las hayan legitimado antes. Así hemos derrochado nuestros escasos dineros y talentos siguiendo los improductivos caminos trazados por autoridades y funcionarios oportunistas, salvo contadas excepciones, así como por expertos y consultores de organismos de cooperación técnica y financiera que no tienen puesta la camiseta peruana, y que no nos alientan a imaginar, proponer y realizar nuestro propio camino, aquel que nos saque del subdesarrollo educativo y social.
La independencia del Perú se juega cada día en las aulas escolares, en la manera como la escuela y los maestros graban mensajes en la mente y el espíritu infantil. Mensajes de impotencia o capacidad de logro, de utilidad o inutilidad, de vanguardia o retaguardia, de memorias de esclavitud y servilismo o experiencias liberadoras capaces de permitirnos desarrollar una actitud triunfadora. El aula de clases es el verdadero escenario de la independencia, donde a cada maestro le corresponde el rol del libertador.