Los severos problemas de pobreza, exclusión y vulnerabilidad de los sectores medios y bajos que enfrentan las sociedades latinoamericanas hacen inviable alcanzar una educación de calidad con igualdad de oportunidades para todos, a menos que se reformulen las políticas sociales para recomponer una sociedad desigual, cuarteada y fragmentada. Si no se crean las condiciones que permitan la integración nacional y el acceso justo al bienestar, la educación con equidad y calidad para todos resultará imposible. Vale la pena leer lo que dice Néstor López sobre las tendencias regionales. (“Equidad educativa y desigualdad social: desafíos a la educación en el nuevo escenario latinoamericano”, IIPE-Unesco, Bs Aires, 2005).
Néstor López precisa que la pobreza y el desempleo precario dejaron de ser subproductos temporales de las crisis o ajustes económicos de los años 1980’s (con recesiones que duraban 3-5 años hasta que se recuperaba la economía y el nivel de empleo y bienestar) para convertirse en elementos crónicos y constitutivos de las nuevas estrategias de crecimiento de nuestros países, en los que los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres, porque las pautas de distribución de la riqueza se han acentuado en beneficio de los privilegiados. Se ha roto la asociación entre crecimiento económico y bienestar social, entre productividad, empleo y salarios.
Es posible que coexistan altas tasas de crecimiento económico con altas tasas de desempleo, exclusión y pobreza , lo que ha agudizado los problemas de la exclusión social aún en los períodos de estabilidad o crecimiento económico. Por ello en el Perú a la par que se agrava la situación de marginalidad y exclusión de los más pobres, se consolidan los altos estándares de vida –comparables con el primer mundo- de los sectores más adinerados. Quizá la novedad de la época radica en que la precarización de las relaciones laborales se está dando ya no solo para los empleados temporales de menores ingresos, sino también para los de las clases medias, que se han vuelto más vulnerables al desempleo repentino sin protección social o garantías de ingresos para el mediano o largo plazos.
Veamos algunos de los factores que componen el panorama de lo educativo.

FACTOR FAMILIAR
Siendo la familia el escenario básico para el desarrollo afectivo, psicológico y de las calidades intelectuales de los niños, y siendo la que provee las condiciones de educabilidad a los hijos, los apremios socioeconómicos agudos la ponen en tensión extrema.
La transformación del mercado laboral debilita la capacidad del jefe de hogar como único sostén de la familia, empujando a que los otros miembros del núcleo familiar asuman tareas como proveedores de ingresos para el hogar. A esto se agrega la proliferación de trabajadores golondrinas, la ausencia por tiempos prolongados de ciertas figuras en el hogar y las permanentes migraciones.
Cuando un padre se queda sin empleo y sin posibilidades para sostener a su familia, empieza a destruirse como sujeto y a destruir al grupo familiar, por lo que normalmente la madre queda sola al frente del hogar. Así el matrimonio va ocupando un lugar decreciente como institución fundante de la familia que sufre permanente recomposición de sus miembros y las relaciones entre ellos.
En esas condiciones, proveerle a los niños condiciones de educabilidad desde el hogar es imposible. A pesar que los pobres tienen las mismas ganas de estudiar que los adinerados, se los impide la desnutrición, la esclavitud forzada del trabajo en largas jornadas y la desarticulación familiar.

FACTOR SOCIO-GEOGRÁFICO
El proceso de reubicación geográfica que se ha producido con las familias en los diversos espacios urbanos en función de sus ingresos económicos, ha producido una pérdida de espacios públicos compartidos en los cuales se puedan producir interacciones entre los diversos sectores sociales que se fragmentan y encierran en sus ghettos. Hay parques, avenidas, centros comerciales, discotecas, playas, colegios, clínicas, etc. para las clases A y B, otras para la C, y otras para la D y E.
Así, tenemos varios “Perú”s, cuyos habitantes viven experiencias distintas y que no tienen ningún espacio de encuentro. Los del “Perú 1” nacen en hogares acomodados, asisten desde temprana edad a centros educativos y luego universidades privadas; después se posgradúan en el extranjero y seguidamente entran con ventaja al mundo empresarial, algunos heredando el patrimonio familiar y otros ocupando los cargos privilegiados en la industria, comercio y profesiones liberales. Los del “Perú 2” nacen en hogares pobres, se crían mal nutridos y desatendidos en su salud. Recién a los seis años asisten a un colegio estatal con precarias condiciones, usualmente atendidos por maestros de escasa formación. Les toma 16 en lugar de 11 años terminar el colegio, del que además egresan sin saber casi nada. Así, tienen que costear academias para ingresar a las universidades estatales. Si lo logran, quedan condenados a ambientes de trabajo y laboratorios precarios, catedráticos sin reciclar y bibliotecas desactualizadas. Los egresados difícilmente encuentran un buen trabajo profesional, teniendo que resignarse a empleos mal remunerados bajo las órdenes de sus pares del “Perú 1”.
Hay un pequeño “Perú 3”, que es el de los pobres que con mucho esfuerzo familiar y personal pasaron del “Perú 2” al “Perú 1” y que conocen bien ambos mundos y pueden ser un buen puente de comunicación. Hay otro “Perú 4”, conformado por todos esos peruanos que nacen, crecen y mueren sin documento de identidad, propiedad ni derecho alguno, de los que tanto habla acertadamente el informe de la CVR.
Si pensamos en la identidad peruana compartida, en el “nosotros” de los peruanos ¿dónde se encuentran de igual a igual los peruanos del “Perú 1” con los del “Perú 2”, “Perú 3” y “Perú 4” para socializar, conocerse, interactuar, construir una visión compartida de país, coparticipar en proyectos de igual a igual, defender los derechos comunes y ser solidarios unos con otros?
Nadie puede apreciar a quien no conoce, ni jugársela solidariamente o compartir sueños, proyectos y luchas de quienes no conoce ni siente cercanos. Esta fractura nacional en ghettos incomunicados no nos augura alguna viabilidad como nación.
De allí que una de las tareas fundamentales de los próximos gobiernos consistirá en convertir a la educación en el gran generador de espacios de encuentro de todos los peruanos, soldando las fracturas y diluyendo las murallas sociales que separan a unos de otros.

FACTOR ESCUELA
Más allá del factor “familia” en el que los pobres tienen desventajas en su educabilidad frente a los ricos aún en el supuesto de que asistieran a la misma escuela, existe un segundo factor de desigualdad que es el de la escuela misma. Esta desigualdad es producto de que los ricos tienen condiciones de escolaridad muy superiores a las de los pobres. Es decir, el efecto familia se intensifica por el efecto (mala) escuela.
Igualdad de oportunidades significa que dos niños que nacieron en similares condiciones socioeconómicas y culturales, sometidos a similares estímulos y cuidados al llegar a la escuela son capaces de aprovechar igualmente la escolaridad como la vía para su desarrollo personal pleno. Si colocamos a dos niños sanos, maduros y entrenados en una pista de atletismo en la misma línea de partida y en carriles paralelos para recorrer 100m planos, podemos decir que tienen igualdad de oportunidades para llegar a la meta en el menor tiempo posible. ¿Pero qué pasa si uno de los dos es un inválido? Se acabó la competencia antes de empezar. El problema es que la invalidez del niño pobre no se ve físicamente. Es una invalidez interna. (Efecto familia de origen)
Lo más grave del asunto, es que aún si el niño pobre fuese físicamente similar al niño rico, el pobre pierde porque lo hacen correr en un carril de arena lleno de huecos y obstáculos, mientras que el rico corre sobre tartán. (Efecto escuela). Ya no corren sobre el mismo tipo de carril. Las desventajas se acumulan. Al efecto hogar se le suma ahora al efecto escuela.
Los estudios en países desarrollados le atribuyen un 80% y 20% respectivamente al efecto familia y escuela (escuelas muy similares no marcan mayor diferencia). En los países subdesarrollados, los pesos son 60% y 40% respectivamente, porque las escuelas son cada vez más desiguales entre sí. (Cohen 2000, BM 1995, Gerstenfeld 1995).
En ese contexto de retirada del estado de su rol de orientador y garante de los procesos sociales de integración, la mercantilización del mundo laboral y de los servicios sociales, el debilitamiento del tejido y cohesión social y la profundización de los problemas de desigualdad y exclusión, es que hay que hablar de la educación con calidad y equidad en el Perú.

LOS DOCENTES
En vista que a la familia no se le puede pedir más, es la escuela la que debe ser fortalecida para poder educar en situaciones cada vez más adversas. Sin embargo el tradicional “optimismo pedagógico” que confía en que la escuela sí puede formar recursos humanos y ciudadanos capaces de salir adelante si cuenta con prácticas pedagógicas adecuadas tiene su límite cuando se llega a la exclusión extrema, marginalidad profunda o ruptura de los lazos sociales, lo que configura situaciones sociales frente a las cuales no hay pedagogía posible, a menos que el estado redoble sus esfuerzos por apoyar a estos niños y las escuelas.
Enfrentados a estas realidades tan complejas y difíciles de encarar, la reacción de los profesores es la queja sistemática por falta de infraestructura, recursos y materiales didácticos, aulas adecuadas, servicios sanitarios, agua, hacinamiento, contaminación acústica, problemas con el sol o la lluvia, falyta de electricidad y comunicación, escasez de mobiliario, puertas, ventanas, vidrios, pizarras, insumos de limpieza, etc. A ello se suma su reconocimiento de no tener la formación adecuada para enfrentar esta realidad.
La sensación de que la situación los supera los expone a actitudes que van desde la omnipotencia hasta la impotencia y el sentimiento de culpa ante el fracaso de los alumnos. Muchos docentes intentan recomponer las dificultades de clase apelando a la sanción disciplinaria arbitraria amenazando desaprobar al que se porta mal o castigar al que no estudia, trastocando el límite entre el comportamiento y el aprendizaje lo que lleva a la queja sistemática de los alumnos que se sienten maltratados e incomprendidos por sus maestros. Todo esto configura una escuela con gran debilidad institucional, que no es más que un espacio de improvisación.

DISCRIMINACIÓN ENTRE POBRES
A todo lo dicho se agrega la segmentación y discriminación entre los pobres y muy pobres que acuden a la educación pública. El aleccionador estudio “Financiamiento de la Educación Pública en el Perú: el Rol de las Familias” de Jaime Saavedra y Pablo Suárez (GRADE, mayo 2002) encontró que la sociedad peruana gasta por niño de primaria y secundaria estatal 199 y 285 dólares al año respectivamente, de los cuales el 64 y 94 dólares respectivamente –o sea 32% y 33%- es aportado por las familias a pesar de ser supuestamente gratuita. El tercio que proveen las familias corresponde al déficit de insumos complementarios requeridos para la operación de las escuelas conformado por libros, uniformes, materiales, aportes monetarios directos para agua, luz, teléfono, financiamiento de actividades escolares, pago a profesores extracurriculares de inglés o computación, sin incluir el tiempo dedicado a las jornadas de trabajo en la escuela o en actividades escolares. Así, el Estado gasta en primaria y secundaria 2.26 % del PBI y las 2´972,537 familias usuarias con un promedio de 2.1 hijos por familia aportan privadamente un adicional del 0.8% del PBI.
El problema no se limita a revelar que la educación estatal gratuita no lo es, sino que segmenta inequitativamente a los pobres. Como las familias más pobres no pueden aportar suficientes recursos privados, la suma de sus aportes con los que da el estado es más baja que la de los menos pobres, lo que hace que la educación pública discrimine entre los pobres en su oferta ya limitada de calidad, en función del origen socioeconómico de las familias usuarias.
Así, si sumamos las contribuciones del estado y de las familias menos pobres de primaria llegamos a 326 dólares al año, 94% más que si hacemos la misma suma para los más pobres. En secundaria llegamos a 374 dólares, 53% más que para los alumnos más pobres. Por lo tanto, la escuela pública desfinanciada se constituye en un mecanismo de reproducción de las inequidades que ya existen en todo el espectro de la población pobre del Perú.

REFLEXIÓN FINAL
Son muchos los retos que las familias y el estado peruano tienen que encarar para dotar a todos los peruanos de una educación de calidad con equidad. Entre los que dependen del estado y el sector educación, urge desarrollar una pedagogía orientada a trabajar adecuadamente con los pobres, con gran flexibilidad para adecuarse a las realidades específicas de cada escuela y comunidad. Junto con ello, asegurar un financiamiento suficiente no solo para que los niños asistan a escuelas dignas, sino para que no sea la capacidad económica de la familia pobre la que determine la calidad de la educación pública que recibirán sus hijos.