Correo 17 04 2020

Una de las cosas que no dejan de sorprenderme es cómo frente a columnas que cuestionan el quehacer del gobierno señalando falencias, deficiencias, enfoques que evidencian ser defectuosos, insuficiencias, etc., al lado de quienes lo estiman como una provocación para pensar, tantas otras personas replican rechazando esas preguntas, con un abanico de comentarios que van desde “entonces, ¿cuál es su propuesta?” hasta toda la variedad de tonos y expresiones del tipo “deje de criticar”, asumiendo que la opción escogida por el gobierno es la única posible. No faltan quienes a partir de ello descalifican al autor, resultando más notorio aún que sean suscriptores de páginas o blogs a cuyos autores descalifican. Algo de masoquismo habrá en eso.

Reitero mi pregunta ¿por qué tantos no toleran preguntas sin respuestas, o, preguntas que tienen respuestas diversas?

Mi teoría más concreta es esta: una persona que ha sido educada 11 años de su vida escolar y al menos otras 5 en la universitaria acostumbrado a ser evaluado a partir de la respuesta única correcta que debe marcar en un examen (además de inmediato, con tiempo limitado) ¿por qué habría de estar en condiciones de quedarse en preguntas sin respuestas, o mejor aún, ser capaz de hacer preguntas allí donde no encuentra una respuesta que le satisfaga, y tomarse un tiempo para eso? ¿Por qué no valorar su capacidad de preguntar más que responder? No olvidemos que la pregunta del profesor es del profesor, no del estudiante. En cambio un estudiante capaz de hacer preguntas, está abriendo la puerta a indagar, investigar, confrontar, buscar sentido a las cosas, intentar una y otra respuesta, ponerse en escenarios diversos… en suma pensar, construir sus propios conocimientos y convicciones.

Para mi esa es una de las principales lecciones que dejan todos estos comentaristas del FB y otras redes que no toleran preguntas retóricas o preguntas sin respuestas, aquellas que llevan a pensar y repensar cosas buscando nuevas respuestas, aunque uno no las tenga de inmediato.

La otra lección es la de la tolerancia al impulso de reaccionar: quienes son los que se toman el tiempo para pensar, y quienes los que sienten la necesidad de escribir rápidamente algún comentario, especialmente para denigrar, descalificar o expresar cualquier tipo de incomodidad, como si no pudieran quedarse tranquilos con aquello que confrontó su propio pensamiento.

Les doy un ejemplo reciente de un post en el que expuse que pienso que en la América Latina altamente informal, incluyendo claro al Perú, no funcionarán las estrategias que parecen funcionar en Europa y Asia para enfrentar la epidemia del coronavirus y tiene que buscar caminos alternativos, propios. Sin necesidad de demasiados datos hay razones para especular con eso. Veamos por qué.

Todas las encuestas previas al coronavirus mostraban algunas características usuales en los peruanos: 1) No creen en sus autoridades por las múltiples evidencias de corrupción y uso del poder para beneficio personal. 2) No cumplen las reglas de convivencia y formalidad establecidas por las elites gobernantes. Abunda no solo la informalidad sino las trasgresiones no sancionadas por infracciones de tránsito (combis sobre todo), evasión de impuestos, lavado de activos, delincuencia por doquier, (90,000 presos son solo una muestra), bastan 20 personas para tomar una carretera sin que se les pueda desalojar interrumpiendo los derechos de miles de otras personas… etc. 3) Somos una nación fracturada, segmentada, recelosa de «los otros» desde la colonia, indiferente y que todos los que tienen un problema de salud con dejados a su suerte por las autoridades. 4) La burocracia estatal es muy ineficiente en el gasto y la ejecución presupuestal y manifiesta una escasa o nula articulación entre sectores o inclusive al interior de sectores como el de los sistemas de salud por ejemplo. Ni qué hablar de la falta de vocación de servicio de las autoridades y burócratas, y tanto más…

En ese contexto, se presenta la epidemia, con la ilusión gubernamental de que la cuarentena será acatada por la población, y con la ficción de que se dispondrá de los recursos humanos y servicios hospitalarios suficientes para atenderlos porque hay dinero para eso. Resultado: eso no parece estar funcionando. La gente sigue saliendo de casa sin los cuidados recomendados, la policía se siente impotente para contenerlos y de paso cada vez actúa con más temor por su propia salud, empezando por los trabajadores de las comisarías a las que se lleva a los detenidos infectando al personal policial, etc. Ahora se quiere multar a los trasgresores que no tienen un centavo para comer…

En lugar de partir de los datos de la realidad y preguntarse cómo conociendo a nuestra población podemos lidiar con la epidemia, se parte de una ficción que a la luz de los hechos no conduce a la solución efectiva.

Personalmente, no me satisface la respuesta “es la única opción, no hay otra” o “así se hace en otros países” o “eso es lo que recomienda la OMS”. Por eso es que creo que debe haber más debates, más iniciativas que al principio quizá parezcan locas pero confrontadas, decantadas y analizadas con detenimiento pueden tener sentido, que es lo que hacen las grandes empresas con sus sesiones de “brain storming” o en sus días libres para innovar, cuando les dicen a sus trabajadores “aquí tienen un problema, armen sus equipos y tómense todo el día para pensar. Al final del día nos encontramos para ver a quién se le ocurrió una buena solución”.

No he escuchado propuestas creativas, innovadoras, originales, para lidiar con esta crisis que no sean las recetas convencionales tomadas de terceros. ¿No podría el Perú gestar su propia propuesta?

En lo que a mí respecta, creo que si confrontamos lo que hacen las autoridades, discutimos los caminos elegidos, provocamos la aparición de alternativas, lejos de alentar la división entre peruanos estaremos muy unidos en esa meta superior que es la búsqueda de rutas más eficaces y rápidas que traigan el bienestar a todos los peruanos.

Como ejemplo les propongo la lectura de este artículo muy bien escrito por Carlos Ganoza Durant Coronavirus: una alternativa al martillo y el baile, 11 04 2020) que pone su inteligencia y capacidad de confrontación al servicio del país e intenta lidiar con alternativas distintas a las que propone el gobierno reconociendo que en países como el Perú no funcionan las recetas de Europa o Asia. No sé si su propuesta es mejor que la actual, pero esa como muchas otras, al menos merecen ser debatidas

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