Cuba es un país tan pobre como la mayoría de América Latina. Se diferencia de todos en por sistema político comunista de partido y líder único desde el inicio de la denominada revolución castrista. Eso ha tenido una serie de implicancias políticas, económicas y sociales, que no permiten comparar el sistema cubano con el peruano. Sin embargo, eso no impide observar algunas de las políticas del gobierno cubano y aprender algo de ellas. En este caso, de su decisión de colocar la educación y salud pública no solo al servicio de todos sino también en un nivel que supera el de casi toda la educación y salud pública latinoamericana.
Bárbara Hunt, es una experta norteamericana en evaluación de proyectos que publicó en la revista “Tarea” de mayo 2002 un artículo titulado ¿Qué está haciendo bien Cuba? en el que resume sus observaciones de la visita que hiciera a la isla en octubre 2001, intrigada por los sobresalientes resultados cubanos en las pruebas tomadas por UNESCO en 1998 a 13 países de América Latina con alumnos de 3er y 4to grados en Matemáticas y Lenguaje (Perú salió último en Matemáticas y penúltimo en Lenguaje).
Para empezar los niños cubanos son estimulados desde muy pequeños. Los que son hijos de madres trabajadoras –a las que les concede un año de licencia por maternidad- tienen el derecho de asistir a guarderías y centros iniciales desde los 6 meses hasta los 5 años de edad, donde pese a la precariedad de locales y materiales son debidamente estimulados. Dado que las escuelas cubanas están integradas a la comunidad, de la cual provienen los profesores y médicos que atienden a los niños, hay una gran familiaridad entre ellos y las familias que continúa luego a lo largo de la educación básica lo que permite un seguimiento individualizado y continuo de los niños a lo largo de su infancia y niñez.
En cuanto a los profesores dado que en Cuba los salarios son todos similares y por lo tanto los profesores ganan tanto como los médicos ó ingenieros, logran que gente de muy alto nivel intelectual y vocación docente se dediquen a la educación sin sentirse disminuidos por haber desaprovechado sus capacidades para estudiar y trabajar en carreras más rentables, como ocurre en los países capitalistas (aunque eso ya no ocurre en el caso del atractivo trabajo en turismo).
La formación de los docentes incluye 5 años de universidad más una infinidad de cursos de actualización y extensión que les permite acceder a maestrías y doctorados.
Los directores de colegios cubanos tienen mucha autoridad sobre sus profesores para pedirles cuentas cada año por su trabajo y exigir su perfeccionamiento o cambio de colegio, si es que al cabo de las evaluaciones negativas no mejoran su enseñanza. El supervisor de la zona puede retirar al profesor de la carrera si los esfuerzos por que mejore resultan infructuosos.
Los directores son muy celosos de la calidad de su personal, porque un mismo profesor está a cargo de los niños desde que entran al 1er grado hasta que terminan el 4to grado, y si no es bueno, marcará negativamente a estos niños por 4 años. Por su parte el Director es evaluado anualmente por un equipo de especialistas en currículo y por su propio supervisor.
Los alumnos son evaluados cada 2 años en 2do, 4to y 6to grados, lo que da el tiempo para detectar sus dificultades y atender a los que se vayan rezagando. Casi no hay repitencia de grado ni deserción por la estrecha relación entre los padres y la escuela. Si hay niños con dificultades hay un equipo de diagnóstico en cada distrito para evaluarlo y sugerir las pautas a seguir. Así, pese a la escasez de infraestructura, equipos y bibliotecas, la habilidad de los profesores y directores logran marcar una notoria diferencia respecto al logro escolar que se obtiene en el resto de los países latinoamericanos.
Resumiendo, dice Bárbara Hunt, “una constelación de factores contribuye a la calidad de las escuelas cubanas. Estos incluyen nutrición, cuidado de niños en centros especializados, programas educacionales para padres, excelentes entrenamientos para maestros durante su carrera, un rol determinante para el director, sistemas sólidos de supervisión y evaluación de maestros, y un enfoque centrado en el niño, combinado con altas expectativas para el rendimiento de supervisores, directores, maestros y alumnos.”
Podríamos aprender de los cubanos aquello que se refiere a la atención temprana de los niños, la inserción de la escuela en la comunidad y el riguroso seguimiento a los profesores para garantizar que hagan un trabajo de calidad.