Según Apoyo Consultoría pese a que ya llevamos doce trimestres de crecimiento consecutivo entre 3 y 4% el empleo ha caído en el orden del 3% y más fuertemente en los sectores menos productivos e informales es decir, los menos educados con niveles más bajos de productividad. El 50% de los que dejaron de trabajar en los últimos doce meses solo tiene educación primaria. Es decir, los más pobres, los menos educados y los menos productivos se están haciendo más pobres. La experiencia internacional muestra que la pobreza disminuye mas rápidamente cuando el crecimiento va de la mano con la reducción en las desigualdades en el acceso a la buena educación, el crédito y otros recursos que permiten a los grupos marginales mejorar su productividad. Esto además viene aparejado de una mayor estabilidad política, descenso en la criminalidad y los conflictos sociales. Por tanto, sería un excelente negocio para el Perú reducir estas desigualdades. Para ello, la clave es la buena educación para todos.
Sin embargo, esta no es la visión de la mayor parte del liderazgo político y económico del país que sigue conceptualizando de manera escindida la educación y el desarrollo económico que se queda en la elite y no chorrea hacia abajo. En el Perú, el 35% de los ingresos van para el décimo de arriba y menos del 2% para el de abajo. El crecimiento económico es jalado por las exportaciones primarias sobre todo mineras y algunas textiles, químicos y productos agrícolas producidas por grandes empresas con moderna tecnología, pero a la vez las empresas menos productivas se van debilitando porque no pueden competir o exportar. Las primeras son capaces de contratar trabajadores permanentes con buenas remuneraciones en cambio las segundas contratan personal en condiciones precarias y temporales.
Si un inversionista con proyectos mineros o energéticos tiene que escoger en la región entre invertir en el Perú o Costa Rica, quizá escoja Perú porque no necesita mucha mano de obra calificada para su ejecución. Básicamente explotará y exportará materias primas. De los ingresos el 30% irá a remuneraciones y el 70% se lo repartirán entre el estado y los inversionistas. Pero si se trata de un empresario de industrias de alta tecnología que requiere muchos recursos humanos educados y calificados para su producción, escogerá Costa Rica, por las ventajas que tiene en el mejor nivel educativo de su población.
En el modelo vigente que aumenta desigualdades, la renta del crecimiento económico del Perú se redistribuye entre las multinacionales, los organismos financieros y la elite empresarial importadora, exportadora o comercializadora de esos bienes. El modelo alternativo debería apostar por incentivar el valor agregado que puede darle el trabajador peruano bien educado a nuestros productos y servicios, para permitir que el crecimiento económico se traduzca en un mayor bienestar para la población en toda la escala socioeconómica.
El problema es que los partidos políticos peruanos todavía apuestan por el primer modelo, y no conciben a la educación como la principal palanca para el desarrollo económico del país que trae aparejada como consecuencia natural una ciudadanía más informada y comprometida, el fortalecimiento institucional y la reducción de los conflictos que afectan la seguridad y la paz social.
Basta con observar las prioridades de los programas de los principales partidos o gremios para encontrar que se basan en la lógica de que primero debemos hacer todo por estabilizar y desarrollar la economía, para que una vez que esto ocurra se generen excedentes que puedan invertirse en una mejor educación y salud públicas. Por eso en el Perú la educación pública es vista como un lastre al que hay que asignarle algunos recursos básicamente para darles cuadernos y libros a los alumnos y desactivar las huelgas. Eso jamás desarrollará la educación.
El éxito de la educación de Europa y Asia se ha basado en el criterio inverso. Es decir, asumir que una mejor educación sirve para el desarrollo económico y social, y por lo tanto hay que priorizarla para que genere el desarrollo económico que beneficie a todos. Eso significa cosas tan simples como armar un equipo de gobierno altamente comprometido con la educación, colocar un equipo ministerial que tenga liderazgo, visión, credibilidad y gran empuje para impulsar las reformas estructurales del sector y de la normatividad que lo rige, y elaborar el presupuesto nacional empezando con las partidas necesarias para atender los requerimientos de la educación. Esto, de la mano con una agresiva campaña de difusión sobre el valor de la educación, que movilice a toda la población para demandar una mejor educación y vigilar su progreso a partir de indicadores precisos publicados periódicamente. Cuando los peruanos sepan para qué sirve una mejor educación, quizá nos vaya mejor.