En reciente sesión del Consejo Nacional de Educación, nos preguntábamos cómo lograr que la educación sea un tema con presencia continua en los medios para que entre genuinamente en la agenda de los políticos, de modo que éstos hagan algo serio para revertir su notable deterioro. Acertadamente nuestro invitado de aquella sesión Mirko Lauer, le dio forma con la pregunta “¿cómo hacer más sexy la educación?”

La realidad es simple: en Europa, Asia y EE.UU. la educación es motivo de constante monitoreo político y presión empresarial, porque entienden que a través de ella se logra competitividad y condiciones favorables en la disputa por la supremacía científica, tecnológica y económica mundial. Cada vez que hay resultados de las pruebas nacionales o internacionales de rendimiento la prensa se ocupa de analizarlos por semanas; en los países que rindieron mal caen los ministros, se anuncian reformas, se inyecta dinero para investigación y nuevos proyectos, lo que produce una dinámica de evolución constante de sus logros educativos. Acompañando el proceso están siempre los grupos de interés empresariales que producen bienes y servicios para la educación o que simplemente contratan egresados del sistema educativo que deberían estar lo mejor calificados posible.

Más cerca de nosotros en Chile, Colombia, Costa Rica la educación es tema de preocupación frecuente de los empresarios, intelectuales, congresistas, ministros y por tanto de los medios de prensa. Sin embargo en el Perú los indicadores del colapso de nuestra educación ni siquiera son noticia de primera plana de un día, salvo que un profesor viole a un alumno u ocurran destrozos en alguna huelga magisterial. Otro ejemplo de la marginalidad de la educación se hizo evidente en el reciente pleito entre congresistas que se disputaban la pertenencia a las “comisiones importantes” del Congreso, (economía, presupuesto, constitución, justicia, fiscalización), -porque dan poder, influencia y presencia en los medios-. No se ha visto ni siquiera una escaramuza por integrar la comisión de educación, con excepción de quienes como Gloria Helfer, Meche Cabanillas y quizá alguno más, siempre pertenecen a esta comisión, que es parte de su plataforma de acción política.

El Consejo Nacional de Educación está preocupado porque pese a los múltiples trabajos hechos y comunicados publicados, su impacto en los medios y en la agenda política nacional es muy escaso. No hemos logrado interesar a quienes detentan el poder o aspiran a hacerlo para que se apropien del tema educativo y lo presenten como la rueda motora del desarrollo nacional.

Quizá la experiencia colombiana pueda servirnos de referente para remediar esta situación. Hace 10 años el Presidente César Gaviria convocó la denominada “Comisión de los Diez Sabios”. Reunió a 10 de los mejores y más importantes intelectuales, pensadores y científicos colombianos, con la finalidad de formular recomendaciones sobre el papel de la educación en el presente y el futuro del país. Estuvo encabezada por Gabriel García Márquez quien fue responsable de la proclama “Por un país al alcance de los niños» y por varios científicos de talla mundial. Estos últimos conmocionaron a la opinión pública cuando anunciaron que “Sólo el 1% de los científicos del mundo son latinoamericanos, y de estos sólo el 1% son colombianos». Entre otros produjeron el documento «Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo», en el que explicaron que “Colombia cuenta en la actualidad con 5.000 científicos, de los cuales la mitad no ha realizado estudios de Maestría y Doctorado… para un nivel adecuado de competencia con una población de 36 millones de habitantes, Colombia debería tener en la actualidad al menos 36.000 científicos… actualmente los científicos colombianos publican el 1% de los artículos científicos producidos en América Latina… Colombia invierte actualmente menos del 0.4% del PIB en investigación y desarrollo, suma que debería aumentar al 2% en la próxima década».

Si quisiéramos hacer algo similar en el Perú, que podría sostenerse en los trabajos ya ha iniciados por el Consejo Nacional de Educación, se podría convocar a gente de la talla de Mario Vargas Llosa, Hernando de Soto, Javier Pérez de Cuellar, Gustavo Gutiérrez o Felipe Ortiz de Zevallos. Sin embargo, la propuesta tendría que nacer del propio presidente Alejandro Toledo, concordándolo quizá con Alan García, Lourdes Flores, Valentín Paniagua y otros “presidenciables” para darle de este modo el más amplio respaldo político no solo para el corto sino también el mediano plazo.

El presidente Alejandro Toledo alguna vez dijo que quería ser recordado como “el presidente de la educación”. Hasta ahora ha hecho poco para merecerlo, pero quizá una iniciativa bien articulada de este tipo podría catapultar sus merecimientos en este campo.