Hay cuatro acciones centrales que le quedan aún pendientes al Gobierno de Transición del presidente Paniagua.
En primer lugar, es de conocimiento público que por años el Ministerio de Educación fue usado como parte activa de la maquinaria proselitista electoral fujimorista; además se ha hablado mucho de la corrupción que reinaba en las decisiones que involucraban licitaciones y adquisiciones. Sin embargo, hasta la fecha no se conoce de ninguna denuncia al respecto; además, importantes funcionarios del régimen anterior siguen vigentes en el ministerio y en los órganos desconcentrados. Si no se denuncia y depura ahora, todo eso quedará incrustado en el Ministerio de Educación.
En segundo lugar, no se han hecho de conocimiento público los informes y resultados de diversas evaluaciones de rendimiento hechas a alumnos de diversos grados (excluyendo las del Laboratorio de UNESCO que recién se están dando a conocer) y a los profesores (en los múltiples concursos de plazas). Si las pruebas se tomaron por gusto y los resultados no existen, habría que denunciar el gasto inútil incurrido. Si los resultados existen, hay que hacerlos públicos respetando el derecho a la información que tenemos los peruanos. Ambos asuntos, junto con el Infes -de las construcciones escolares-, deberían constituir el fundamento para los trabajos de una «Comisión de la Verdad en Educación» que debería instituirse en el sector.
En tercer lugar, el Presidente Valentín Paniagua convocó en enero 2001 a una «Comisión para el Acuerdo Nacional por la Educación», que ha hecho un intenso trabajo. Sin embargo , sus acciones han tenido un perfil muy bajo porque el gobierno no ha promovido activamente el reconocimiento público de sus trabajos y del impacto que podrían tener sus resultados. El tema educativo debe competir en las noticias con la campaña electoral, los destapes del montesinismo, las informaciones económicas y policiales, y los programas cómicos. Si el gobierno no levanta intencionalmente el tema, quedará como un asunto marginal sin mayor impacto en la opinión pública ni en los futuros desarrollos del país.
Finalmente el Presidente Paniagua tiene una deuda pendiente con los niños del Perú, que constituyen un tercio de la población total pero a la cual ningún gobernante se ha dirigido hasta hoy. Los niños tienen su propio lenguaje, necesidades, fantasías, temores e ilusiones, por lo que no se puede asumir que quedan aludidos en los mensajes que los gobernantes dirigen al público adulto. Si bien son menores de edad, padecen igual que los mayores la crisis ética, política, económica y familiar. Sus mentes se impactan día a día con los vladivideos que prestigian la corrupción y el uso perverso del poder, sin que se les ayude a elaborar estas imágenes, generando incertidumbre y confusión de valores. En estos momentos de crisis los niños necesitan la presencia del padre de la patria que los oriente, que los acoja, que los tranquilice, que les explique porqué hay tanta conmoción en el Perú y porqué a pesar de la decepción que producen los hallazgos sobre la falta de calidades éticas de quienes nos gobernaron prácticamente desde que ellos nacieron, hay que seguir luchando por construir los valores que nos demanda la constitución y la moral. El Presidente Paniagua debe dirigirse a ellos e inspirarlos para que empiecen a creer en el Perú y sus gobernantes.