Presentación
Grover Pango

Muchas gracias al señor Rolando Andrade por su saludo a nombre del señor Ministro de Educación. Ahora invitamos al Profesor León Trahtemberg para que desarrolle el tema “Nuestro compromiso con la primera infancia”, presentación a nombre del Consejo Nacional de Educación.

León Trahtemberg

Colegas de la mesa y amigos presentes. Cuando un niño está enfermo y tiene todos los signos exteriores de estar realmente mal y pese a ello sus padres no reaccionan, solo queda que venga el tío, el abuelo o alguien con autoridad y les diga “Oigan, están locos, ¿no están viendo que su hijo se muere? ¿por qué no lo llevan al médico?” En el Perú, la educación inicial y la estimulación temprana pasan por similar descuido que también exige que se le llame la atención a las autoridades. Todo el mundo sabe que son estrategias importantes, pero no se hace casi nada para darle la relevancia debida. Por eso, actividades como esta e instituciones como el Consejo Nacional de Educación sirven para decirle al gobierno: “Oigan, señores, recuperen el sentido común, no se puede construir un edificio de siete pisos a partir del tercero; si no hay una zapata sólida y un primer y segundo piso con columnas firmes, no se pueden levantar los que siguen; y si se levantan, inevitablemente se van a caer”. Eso es lo que pasa con la niñez peruana.

Cuando alguien compra un celular, el vendedor le dice que lo cargue primero 24 horas, y que después de usarlo y descargarlo, lo vuelva a cargar plenamente. ¿Por qué? ¿Por qué no enchufarlo y usarlo de inmediato? Porque las pilas funcionan –y disculpen lo poco que sé de Física– como globos: la primera vez se tienen que usar al máximo de carga, de modo que esa misma capacidad que se logra en la primera carga se alcance luego en las cargas siguientes. Si la primera carga se queda a la mitad, las siguientes correrán la misma suerte.
Así funciona el cerebro humano: si en las edades en las que se puede lograr la máxima carga y la plena posibilidad de desarrollar su mayor potencialidad de crecimiento, elasticidad e interconexiones eléctricas, el cerebro se queda con la mitad de la estimulación, tendrá luego limitaciones por el resto de su vida.

Cuando un niño va a la escuela y le dicen: “señala tu rodilla” frente a lo cual él señala el codo, no necesariamente es porque el niño sea incapaz; puede ser simplemente que no sepa qué es la rodilla. Nunca escuchó esa palabra. Si le dicen: “subraya tu nombre en esta frase” y no lo puede hacer, no es porque sea un tonto; simplemente puede no saber lo qué es subrayar. Si le dicen: “mira, aquí tienes una serie de tres números, escoge el número intermedio” y no logra hacerlo, no necesariamente es porque sea un limitado mental, sino porque no entiende que significa “intermedio”.
La acumulación de situaciones como las mencionadas explica porqué el primer grado de primaria ó ahora el primer año de inicial de 5 años, en lugar de ser la gran llave hacia la equidad y la igualación de oportunidades, se convierte en el canal para construir la desigualdad casi irreversible, que consolida las diferencias acumuladas en los primeros cinco años de vida.

La ciencia nos dice –y José Amar en su exposición lo ha documentado hasta la saciedad– que desde la concepción hasta los tres años de vida se define lo fundamental de la capacidad futura de las personas. Si constatamos que en el Perú no se hace caso a todo ese saber científico, concluiremos que en el Perú se asesina sistemáticamente la opción de equidad, porque la equidad se fundamenta en lo que se logra en esas edades. Pocos de los derechos garantizados por la Constitución pueden tener vigencia plena después de los tres años de vida. A mí particularmente me duele ver que en lo social el Perú ha retrocedido 140 años, a la época previa a Ramón Castilla, cuando la esclavitud era permitida y legal. En el Perú formamos cientos de miles de esclavos e inválidos intelectuales cada año. El Estado ha fracasado en su intento por convertirse en un medio para crear equidad y se ha transformado en una maquinaria que perpetúa la inequidad: en lugar de cerrar brechas, las abre y los perpetúa.

Veamos el caso común de un niño que nace en un hogar solvente: la madre está debidamente atendida por el médico durante su embarazo y es asistida en el hospital por un ginecólogo. El niño nace sano y de inmediato lo vacunan, alimentan, nutren con leche materna y otros suplementos vitamínicos. Empiezan a estimularlo desde pequeñito. Después lo llevan a un centro inicial en el que tendrá contacto con profesionales que cuentan con educación superior. Luego ingresa a un colegio privado para estudiar la primaria y secundaria, de allí pasa a la universidad y después de terminarla usualmente hace un postgrado en el extranjero. Cuando regresa al Perú entra a trabajar en alguna actividad de alto nivel profesional. Niños como estos serán luego ejecutivos, propietarios de empresas o dueños de algún patrimonio familiar, y en buena parte terminarán siendo lo que en la jerarquía laboral se llama “los de arriba”.
Por otro lado, tomemos el caso común de un niño pobre que nace después de un embarazo complicado, con poco peso, mal nutrido, sin atención médica. No está bien alimentado, no es vacunado, no es estimulado, no corre, no salta, no juega, no le hablan, no quiere interactuar, no desarrolla su lenguaje, no cultiva su cerebro. Llega a un centro educativo estatal en el que en lugar de invertir 11 años de su vida en la escolaridad necesita 15 o 16 para terminar el colegio, porque cuando no entiende algo, nadie se lo explica. Habrá estudiado en un colegio sin infraestructura, con maestros mal formados, mal pagados y muchas veces aburridos. Si termina el colegio, tendrá que pagar una academia para nivelarse e ingresar a una universidad, que tendrá que ser estatal, generalmente precaria, sin laboratorios ni equipos, y con profesores desactualizados. Si algún día termina la universidad y llega a conseguir un trabajo, tendrá que resignarse a que sea mal remunerado, un trabajador precario, quedando en la escala laboral situado entre “los de abajo”.
Así, “los de arriba” se forman en un circuito y “los de abajo” en otro. ¿Desde cuando se empiezan a abrir los vectores que determinan quiénes serán los de arriba y quiénes serán los de abajo? Desde el embarazo del niño hasta los 3 años de edad.

El Consejo Nacional de Educación ha venido a decir: “Señores, a nosotros nos importa este tema y vamos a dar la lucha; vamos a poner el tema en la agenda, vamos a levantar la voz; el Consejo considera que debe levantar el tema, y por eso los hemos invitado a todos ustedes para que nos acompañen y para acompañarlos a ustedes para poner el tema de la primera infancia en la agenda. Para ello no basta que nosotros estemos convencidos; hay que convencer a los otros, a los que hacen la política, a los que prometen cosas y las cumplen solo si hay protestas y marchas, a los que definen el presupuesto. Debemos lograr que este tema entre a la agenda nacional.

Quisiera sugerir al Congreso de la República –ahora que están en el debate constitucional– que quizá convenga que, en lugar de tantas sesiones dedicadas a los 200 artículos, se detengan en garantizar el cumplimiento de los dos primeros. El primero dice “Toda persona tiene derecho a la vida, a su identidad física y psíquica, a su libre desarrollo”, y el segundo dice: “tiene derecho a la igualdad; está prohibida toda forma de discriminación por motivo de raza, género y demás, condición económica o cualquier otra. El Estado promoverá las condiciones para que la igualdad sea real y efectiva. Además, adoptará medidas positivas en favor de grupos discriminados o marginados”. Si quieren saltemos al artículo 47, que dice que todos tienen derecho a la salud, o al artículo 50 que dice que todos tienen derecho a la nutrición adecuada, o al 67 que dice que todos tienen derecho a la protección frente a la pobreza, todos ellos dentro de los derechos establecidos en el título primero de la Constitución. Si tan solo se cumpliesen esos artículos, la apuesta por la equidad ya tendría sentido. Bien valdría la pena que los congresistas se pusieran a pensar por qué solo el 2,5% de los niños de 0 a 2 años accede a un centro de estimulación temprana, porque (según lo que dice Peter Franklin y corroborado por el jefe del Pronaa) un tercio de los niños del Perú en pobreza extrema no recibe el vaso de leche y el 95% en los sectores rurales y urbano marginales no tiene acceso a los comedores populares.

¿Dónde está la eficiencia del Estado? ¿Dónde está su responsabilidad frente a las tareas que demanda la Constitución? Para llamar la atención sobre la desatención de este crucial periodo desde el embarazo hasta los 3 años y para proponer estrategias concretas de trabajo, el Consejo Nacional de Educación ha organizado esta actividad y ha querido empezar su agenda del año 2003 con el tema que concierne al primer episodio de la vida humana. Se busca alcanzar acuerdos y consenso para su inmediata atención desde la sociedad civil y el Estado, y en este sentido, nuestras líneas de trabajo serán tres: primero, colocar la infancia en la agenda pública y difundir las virtudes de la atención temprana; segundo, promover la concertación para la acción que diseñe políticas de largo plazo en los ámbitos nacional, regional y local con un enfoque intersectorial; y tercero, vigilar el cumplimiento de los múltiples acuerdos nacionales e internacionales relacionados con la infancia. Aspiramos a comprometer al gobierno para que trace metas precisas en la atención a la primera infancia y que las publique, para que la sociedad civil y el CNE puedan monitorear sus logros. Dejemos de escuchar palabras rimbombantes y vacías para empezar a oír: “El año pasado atendimos a 100 000 niños, ahora estamos atendiendo a 200 000 y el próximo año atenderemos a 300 000”, con cifras verificables.

Este año nacerán más de 600 000 niños que estarán durante 18 años bajo la influencia de instituciones que deberían formar, proteger y educar a los menores en el Perú. Si retrocedemos 18 años y miramos cómo era el mundo entonces, veremos que apenas se reconocía la epidemia del sida, el mundo estaba dividido entre capitalistas y comunistas, y en el Perú no se sabía quién era Alan García, Alberto Fujimori, Vladimiro Montesinos o Alejandro Toledo. Con esta perspectiva, nos damos cuenta de cuánto cambia el Perú y el mundo mientras los niños están cobijados bajo el amparo del Estado y sus instituciones. ¿Quién de nosotros puede predecir cómo será el mundo dentro de 18 años y qué retos estará encarando el recién nacido de hoy en ese momento?

Como ello es impredecible, lo que sí podemos hacer es equiparlos con capacidades físicas, intelectuales, sociales y sobre todo con esperanzas y sueños para que alcancen el éxito. Nos corresponde esforzarnos para nutrir sus mentes y cultivar sus aspiraciones. La misión del Estado, la escuela y las instituciones no escolares se enmarca en torno a las esperanzas y los sueños de los niños. Si los tratan con indiferencia, con políticas erradas, ineficiencia y falta de recursos, estaremos negándoles sus sueños. Es nuestra responsabilidad no permitir que nuestra infancia se quede sin sueños. Esa es la propuesta del Consejo Nacional de Educación.