Todos los años en los meses de febrero y marzo los medios se hacen eco de las penurias de los padres en relación a la lista de útiles o accesorios escolares que tiene que adquirir, tanto para los colegios privados como en algunos casos también en los públicos (incluyendo cuotas de Apafas, multas, etc.)

A veces, el análisis se queda solamente en lo más espectacular, por ejemplo, los casos de profesores que cobran un porcentaje de la venta para recomendar un libro, o los padres que tienen que pagar cuotas extraordinarias o pagos por APAFAS que agobian su economía.

Creo que es oportuno abordar el tema de los libros recomendados por los colegios particulares y los libros que el estado entrega gratuitamente a los alumnos de los colegios públicos, porque en ambos casos hay maneras alternativas de enfocar el asunto.

1). El coimeo de promotores, directores y/o profesores por parte de algunas editoriales para que éstos recomienden sus libros, es una práctica antiquísima que recién ha creado escándalo porque “Panorama” soltó una especie de “vladivideo” del soborno. A manera de reacción frente a la indignación ciudadana, el ministerio trató de aplacar los humores exigiendo que las editoriales publiquen los precios oficiales de los libros, lo que tiene un sentido correcto, pero será poco eficaz para eliminar el problema de las coimas, porque hay otros medios de coimear sin que eso sea percibido por los padres a través de un sobreprecio de los libros. Las editoriales pueden obsequiar capacitaciones, pizarras electrónicas, becas, útiles escolares, computadoras, como valores agregados a su venta a precios oficiales, sacrificando algo de sus utilidades con tal de vender sus libros. Además, podrían subir un poco el precio oficial de sus libros -hay libre mercado- y así incorporar estos costos adicionales.

El problema principal está en los colegios y no en las editoriales: cómo escogen los libros. Los libros son diferentes porque cada editorial tiene un enfoque pedagógico diferente, otra selección de material, presentación didáctica, hilos conductores conceptuales, ejercicios, etc. Lo que los colegios deberían preguntarse es cuál de las series de libros convergen mejor con la propuesta pedagógica del colegio y escoger los libros en función de eso, en vez de dejar que cada profesor escoja el que le da la gana.

Si una coima es un factor definitorio, es porque el promotor o director están en la luna respecto a lo que hacen los profesores; o, si son ellos los receptores de la coima, lo que los padres deberían preguntarse es cuánto vale la educación y capacidad ética de esos colegios, las cuales se expresarán no solo en ese sino en muchos otros temas. Los verdaderos educadores no sacrifican calidad por coima.

2). El gobierno dice que hemos crecido como nunca, pero que hay dificultades administrativas para gastar toda la plata del presupuesto. Sin embargo, a los escolares de la escuela pública les dan libros de texto que según el propio ministerio cuestan de 5 a 6 soles cada uno, con la obligación de devolverlos a fin de año para que los usen luego otros niños.

El ministerio lo presenta como una medida que garantiza un mejor uso del material que supuestamente quedaría desechado a fin de año, una vez que el alumno haya pasado de año. Pero la realidad es muy distinta, y así como todo buen lector de un libro o aficionado a una especialidad guarda sus libros leídos en su biblioteca por si quiere volver a revisarlos más adelante, esa oportunidad también deberían tenerla los alumnos que asisten a la escuela pública y que todo el tiempo tienen que revisar los temas de los años anteriores.

Estoy en desacuerdo con la política del ministerio de educación de exigir la devolución de los libros entregados a los alumnos. Esos libros -y los del plan lector- deberían ser obsequiados a cada alumno, para que en su casa puedan ir constituyendo una pequeña biblioteca personal, y además permitirles revisar temas que pudieran haber estudiado en años anteriores -cuando lo requieran-, cosa que no pueden hacer si es que tienen que devolver los libros a fin de año. Para lo que cuestan los libros por economías a escala, ese gasto adicional estaría perfectamente socialmente justificado.

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