El investigador neozelandés James Flynn escribió sobre su decepción respecto al grado en que la sociedad y en particular la educación superior ha respondido a la ampliación de las posibilidades de la mente, impulsando la especialización temprana en lugar de concentrarse en las bases para el conocimiento conceptual sea transferible (The trais that earn Good grades, en “How to improve Your Mind: Twenty Keys to Unlock the Modern World” by James Flynn, 2021, citado por David Epstein en Range, pag 47-49)

Considera que las universidades en lugar de abrirle la cabeza a los estudiantes para que sean críticos, creativos, innovadores, lo que hace es cerrárselas prematuramente, convirtiéndolos en especialistas en sus áreas pero incompetentes para transferir sus capacidades mentales a otros campos. Eso significa una desventaja para todos ellos.

Flynn condujo un estudio en el que comparó el promedio de notas de los egresados de una de las universidades top de los Estados Unidos (que ofrecían maestrías desde las neurociencias hasta lengua inglesa) con su desempeño en una prueba de pensamiento crítico.

La prueba de 20 preguntas evaluó la capacidad de los estudiantes para aplicar conceptos abstractos fundamentales de la economía, las ciencias sociales, ciencias físicas y la lógica a escenarios comunes del mundo real. Flynn se quedó perplejo al descubrir que las correlaciones entre la prueba de pensamiento conceptual amplio y el promedio académico general GPA eran aproximadamente cero (0 sea, inexistentes). En palabras de Flynn, “los factores que dan lugar a buenas calificaciones en la universidad no incluyen la capacidad crítica de ningún significado amplio”.

Los maestrantes en Inglés y Biología fueron a los que peor les fue en todo aquello que no tuviera que ver con su especialidad. Los estudiantes de ciencias aprendieron los hechos de su campo específico sin comprender cómo debería funcionar la ciencia para sacar conclusiones verdaderas. A los maestrantes de neurociencias y estudiantes de negocios no les había ido bien casi en nada. A los de economía les fue mejor en todo, habida cuenta que es un campo amplio y abierto por naturaleza. Los químicos eran brillantes en su campo, pero tuvieron serios problemas en aplicar el razonamiento científico a campos no químicos.

Los estudiantes evaluados por Flynn a menudo confundieron juicios de valor sutiles con conclusiones científicas, y en una pregunta que presentaba un escenario complicado y requería que los estudiantes no confundieran una correlación con evidencia de causalidad, obtuvieron un desempeño peor que el aleatorio. Casi ninguno de los estudiantes de ninguna especialidad mostró una comprensión coherente de cómo los métodos de evaluar la verdad que han aprendido en su propia disciplina podrían aplicarse en otras áreas.

El estudio de Flynn lo convenció de que los departamentos académicos se apresuran en desarrollar en los estudiantes especializaciones estrechas, fallando en afilar las herramientas del pensamiento que pueden ser útiles en todas las áreas. Deben aprender a pensar antes que aprender sobré qué pensar. La habilidad para pensar y aplicar los conocimientos de modo amplio requiere un enfoque pedagógico y curricular que permita entrenarse en ello

Flynn concluyó que no hay señales de que cualquier departamento intente desarrollar algo más que una competencia crítica limitada. Para confrontarlos creó el curso “hablando tonterías” centrado en principios generales fundamentales para comprender el mundo interdisciplinario y evaluar críticamente la fuente de información diaria. Ese curso se llenó al minuto de abrirse la inscripción.

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