El jardín inicial de Perry en Ypsilanti, Michigan, convocó a principio de los años 1960s a excelentes y motivados profesores para trabajar de modo experimental con grupos de sólo 6 niños afronorteamericanos procurando compensar sus severas desventajas cognitivas y socioeconómicas. Visitaban semanalmente sus hogares por 90 minutos vincularse y orientar a las familias.
Al llegar a la secundaria, cerca de la mitad de ellos obtuvo puntajes del percentil décimo (el superior) en la prueba de suficiencia académica de California, comparado con solo 14% del grupo de control. Casi 2/3 de los niños de Perry se graduaron de la secundaria comparado con solo 43% del grupo de control. Al cumplir 27 años, 1/3 de los niños de Perry ya eran propietarios de sus casas, frente a solo 11% del grupo de control.

James Heckman, un economista de la Universidad de Chicago ganador del Premio Nobel estimó que por cada dólar gastado en un centro de educación inicial como Perry se ganaron 8 dólares en ingresos mayores por participante y en ahorro de costos por escolaridad adicional de los que fracasaban, crímenes y servicios sociales requeridos por los pobres.
Sin embargo, se cita el contraejemplo de programas grandes y costosos como el “Head Start”, que coloca a niños de 3 y 4 años en ambientes pre escolares enriquecidos y el “Early Head Start” que trabaja con niños de1a 3 años, ambos con modestos efectos positivos en los niños que generalmente se diluyen al avanzar en la educación primaria.

Richard E. Nisbett el autor de la nota para el New York Times (Education Is All in Your Mind, 8/2/2009) señala que la diferencia está en la capacidad de los profesores de lograr que los niños venzan los estereotipos negativos que tienen de sí mismos respecto a su capacidad para aprender. Si antes de exponerlos a exigencias académicas se les ejercita en el autoconvencimiento de que son capaces, su desempeño se eleva enormemente. La fórmula exitosa es convertir la mente en el principal aliado de los alumnos con pobre autoimagen y autoestima.

Para ello a veces estrategias muy sencillas pero poderosas pueden marcar enormes diferencias. Esto está documentado en diversas investigaciones como las de los psicólogos sociales Claude Steele y Joshua Aronson quienes han descrito cómo “la amenaza del estereotipo” merma el desempeño de estudiantes afroamericanos. Encontraron que basta recordarles antes de un examen que son negros para que su desempeño caiga. A su vez, basta decirles al iniciar un curso que ellos tienen control sobre su inteligencia y pueden lograr lo que se propongan para que aumente su esfuerzo y sus logros. Para ello Aronson les explicó a negros e hispanos cómo funcionaba el cerebro, diciéndoles que podían volverse más hábiles si trabajaban más duro. Esto eliminó la mitad de la diferencia en el promedio de sus logros frente a los estudiantes blancos. Otro estudio mostró que si en lugar de presentar las preguntas en forma de un examen se hace en forma de rompecabezas, mejora su desempeño.

Por su parte la psicóloga social Daphna Oyserman (Michigan) preguntó a niños afronorteamericanos de Detroit a qué futuro aspiran, que dificultades anticipan, cómo piensan lidiar con ellas y en qué amigos piensan apoyarse. Bastaron esos ejercicios de planificación de su vida para que su desempeño mejorara y se redujera a menos de la mitad la cantidad habitual de repitentes y desertores.

El psicólogo Geoffrey Cohen (Colorado) pidió a los profesores de niños negros con desventajas que entraban al 7mo grado que les den trabajos para escribir sobre sus valores más importantes. Estos alumnos logaron reducir en 30% la diferencia que los separaba de los promedios de los alumnos blancos.
Cohen con otro psicólogo Gregory Walton (Stanford) planteó la hipótesis de que las angustias respecto a la aceptación social en la Universidad es particularmente alta en estudiantes negros. Así que comentaron a estudiantes de la Universidad Northwestern una investigación según la cual la gran mayoría de los estudiantes destacados alguna vez estuvieron preocupados por sentirse aceptados. Los afronorteamericanos que recibieron esta información resultaron en el tiempo ser estudiantes más esforzados y consultaban más con los profesores, logrando eliminar las diferencias en los logros académicos respecto a los pares blancos.

Finalmente se puso a prueba el “efecto Obama” en pruebas de aptitud verbal para graduados antes y después de las elecciones en EE.UU. Mostró que a los afronorteamericanos evaluados antes de las elecciones les fue peor que a los blancos, pero los evaluados después de las elecciones emparejaron su desempeño frente a los blancos. Su autoestima se había elevado.

En suma, sobreponerse a los prejuicios y estereotipos que nublan la mente de los grupos minoritarios discriminados ayuda a levantar su desempeño. Algo de esto podemos aprender los peruanos.