Cuando se habla genéricamente de capacitar a los profesores, se parte del principio de que todo profesor es capacitable y que un cierto número de horas de capacitación- sean 200 ó 500- pueden transformar un mal profesor en un buen profesor. Ambas premisas son muy discutibles. Primero, porque aquél que no tiene la personalidad, empatía, capacidad de manejo de grupo, conocimiento previo, temperamento requerido para la labor docente, no transformará su personalidad y conocimiento por más capacitaciones que acumule. Segundo, porque quien tiene una formación escolar y superior pedagógica que es muy precaria y está llena de vacíos, aprendizajes estereotipados, conocimientos errados o fracturados, y ha acumulado estilos docentes inapropiadas, etc. difícilmente con una capacitación de este tipo pueda sustituir sus frágiles fundamentos educativos. No se puede construir un segundo piso de material noble sobre un primer piso de esteras. Las capacitaciones bien diseñadas solo pueden tener un impacto importante en quienes teniendo una buena formación inicial y pedagógica, elevan su nivel o estándar profesional gracias a capacitaciones suficientemente prolongadas y de alta calidad como para ese fin. Esos maestros no son la totalidad pero existen por miles en el mundo educativo peruano, y los más distinguidos podrían ser identificados y convocados para tareas nacionales educativas de mayor envergadura que la de desarrollar sus horas escolares de clases a reducidos números de alumnos. Por otro lado, la investigación y realidad latinoamericanas enseñan que las capacitaciones a las que asisten individualmente los profesores en las universidades, no les garantiza un aprendizaje significativo ni impacto alguno en el colegio una vez que regresen “capacitados”. Quien no formó bien a los profesores para su primer título de cinco años, no subsanará sus deficiencias con capacitaciones de 220 horas. Además, aún si un profesor hubiera sacado provecho de la capacitación, nada garantiza que podrá implementar lo aprendido en su colegio, en el que se encontrará con profesores y directores que no participaron de la misma capacitación. El ministerio de educación ha insistido en hacer estas capacitaciones en las universidades y como era de esperarse, ya llueven las críticas por parte de los asistentes insatisfechos. Estos, si bien recibirán un certificado de la universidad, en su mayoría habrá sido “capacitados” por terceros de dudosa calidad, subcontratados para este fin. Si el ministerio monitoreara el sentir de los profesores que asisten a las diversas sedes, se daría cuenta. Otra vez será dinero estatal tirado al tacho, aunque para fines estadísticos figurarán miles de profesores como “capacitados”. La investigación, experiencia y el mero sentido común enseñan que los mejores resultados que se obtienen de las capacitaciones son aquellas que se hacen en el mismo colegio (o empresa), con todo el equipo docente, liderado por el propio director que queda así comprometido con los cambios a realizar. La pregunta entonces es ¿cómo lograr que los equipos docentes de cada colegio se capaciten en su propio colegio? He aquí una propuesta para pensarla.
1). El Perú tiene holgadamente 100 y más expertos en educación repartidos por todo el Perú, con post grados nacionales y extranjeros, con mucha experiencia académica pero también práctica en aulas de clase y gestión escolar. Podrían conformar una selección nacional de formadores de maestros.
2). El Perú tiene 300,000 maestros en las escuelas públicas y 100,000 en lista de espera. Todos han sido evaluados y volverán a serlo. Podemos saber quiénes son los 5,000 mejores.
3). Identificados esos 5,000 mejores maestros, se les convoca dándoles licencia con goce de haberes por un año, durante el cual serían formados a un nivel altísimo por la selección nacional de formadores expertos. Deberá ser una formación muy rigurosa. Probablemente solo la aprueben 2,500. Los otros 2,500 (con otros nuevos 2,500 convocados) tendrían que participar en un 2do año de formación.
Los 5,000 maestros altamente calificados asumirían luego la responsabilidad de atender 12 colegios cada uno, sumando los 60,000 colegios existentes. Su función sería visitarlos rotativamente durante todo el año y trabajar con el equipo directivo y docente, hacer el diagnóstico escolar, establecer las prioridades y luego asesorar y capacitar al equipo docente y directivo del colegio en función de esas prioridades. El financiamiento de este proyecto, más los materiales que habría que producir para acompañarlos y el monitoreo por parte de los formadores expertos para evaluar sistemáticamente la experiencia, es inferior al presupuesto que anualmente se desperdicia en capacitaciones inocuas. En tres años se le daría vuelta al actual desastre educativo de nuestras escuelas. Si el gobierno nacional no se siente identificado con una propuesta así, quizá podría ser un reto interesante, a su escala, para algún gobierno regional que quisiera proponerse como meta ser “La región número del Perú por su Educación”.