Es curioso que la mayoría de las críticas al informe de la CVR y sus integrantes proviene de los partidos políticos AP, PPC, Apra, los fujimoristas y los militares aludidos por sus conclusiones; en cambio, quienes reconocen el aporte al país que significa este informe son mayoritariamente académicos, artistas, juristas de nota y algunos políticos no afectados por el informe.
Quizá esto se deba a la distinta manera de aproximarse a la verdad de unos y otros. Para los militares sometidos a las jerarquías y al espíritu de cuerpo, así como para muchos políticos acostumbrados a prometer, al sensacionalismo, al descrédito, a proponer soluciones inviables y a la manipulación para ganar puntos electorales, la verdad es un producto susceptible a diversas concesiones.

En cambio, para los académicos y científicos rigurosos, los intelectuales honestos, los artistas comprometidos y para los juristas leales a la ley, la búsqueda de la verdad es la razón de ser de su actividad cotidiana, el motivo de sus empeños, desvelos y anhelos. Quizá por eso resulta tan importante que informes como estos sean hechos por académicos calificados sin manchas éticas, capaces de tomar distancia de los hechos y de los compromisos políticos, familiares o gremiales.

Los educadores hemos observado con singular preocupación el comportamiento de los voceros de los partidos que gobernaron el Perú entre 1980-2000, cuyas actitudes públicas modelan cotidianamente las expectativas políticas y el comportamiento cívico de las nuevas generaciones de peruanos. Presintiendo que los afectaría, su reacción inicial ha sido la de opinar en contra del informe, aún sin haberlo leído. Luego de presentado, han hecho una lectura muy selectiva identificando solamente aquello que los afecta para inmediatamente defenderse, tratando de descalificar a los integrantes de la comisión («son comunistas») o algunos de sus detalles lingüísticos o numéricos («¿por qué usan el nombre PCPSL?» o «¿cómo saltan de 25 mil a 69 mil muertos?»).

Al desacreditar a los comisionados procuran anular sus hallazgos y con ello ocultar sus propias responsabilidades. Simultáneamente se adhieren incondicionalmente a las FF.AA. apelando a las emociones que suscitan sus héroes históricos y los muertos en combate, ocultando a los que trasgredieron la legalidad, ganado así un aliado más en contra del informe. Al final de cuentas, se logra el objetivo de ocultar sus responsabilidades, rebotar sus culpas a terceros y concluir el episodio. Resulta alarmante descubrir la incapacidad de reflexión y sentido autocrítico de parte de los aludidos y la facilidad con la cual polarizan al país: «con la CVR o en contra».

Si algún joven peruano quiere saber qué significa ser un típico político peruano, tiene ahora por delante algunos ejemplos. El problema es que con esa manera de ser políticos, el Perú jamás va a resolver sus problemas, ni podrá aspirar a la construcción de un futuro expectante. Si ni siquiera se puede aspirar a una lectura desapasionada de un documento, y a algunas palabras de autocrítica honesta con propósito de enmienda, poco queda por hacer. ¿Cómo van a corregir los errores o las trasgresiones de derechos, si el punto de partida de los gobernantes es que jamás cometen errores ni trasgreden derechos? ¿AP-PPC, Apra, Cambio 90, los militares, no cometieron ni siquiera un gran error que puedan reconocer, sin el consabido «si… pero» que pretende justificar cualquier falta?

En el debate del informe de la CVR se confrontarán la coalición del ocultamiento y la coalición del develamiento. Solo si triunfa esta última, será posible una reconciliación creativa, productiva, capaz de forjar un futuro mejor. Los psicólogos han demostrado hasta la saciedad que sobre la base del ocultamiento de la verdad solo pueden desarrollarse mentes enfermas. Hagámosles caso, aunque sea por esta vez.