Quizá ha llegado la hora de crear una cultura de trabajo compartido para conocerse mejor, generar confianza mutua y trabajar juntos en tareas de interés común

El informe de la CVR y las reacciones que ha suscitado han vuelto a evidenciar que civiles y militares se perciben como pertenecientes a mundos excluyentes. Quizá una de las razones sea los frecuentes golpes militares nacidos de la descalificación de estos respecto a los civiles considerados como incapaces para gobernar, y los subsiguientes recelos y represalias de los gobiernos civiles de recambio. Otra razón es que civiles y militares se forman y atienden en instituciones de educación, salud, vivienda y abastecimientos diferenciados lo que reduce el contacto entre los dos mundos. La idea comúnmente aceptada es que los civiles deben ocuparse de la vida civil y los militares de defender la seguridad y soberanía del país. El resultado es que civiles y militares se ven como si fueran sectores sociales distintos y hasta excluyentes: los civiles no siempre toman en cuenta que los militares y sus familiares experimentan los avatares de la vida civil como cualquier otro peruano y por su parte los militares no siempre entienden la defensa que hacen los civiles de los valores propios de la civilidad democrática de nuestros tiempos.

Quizá llegó la hora de apostar por la complementación en lugar de la diferenciación. Por ejemplo, en sectores como educación, salud, transportes y comunicaciones que tradicionalmente son vistos como sectores cuyas tareas son propias de la sociedad civil, a pesar de los grandes aportes que hacen las Fuerzas Armadas en estos temas, especialmente en sectores menos urbanizados y desatendidos por la sociedad civil, como son las zonas marginales, fronteras, comunidades campesinas aisladas, etc.

En este marco las Fuerzas Armadas pueden jugar un rol importante en la alfabetización y la educación vocacional u ocupacional, apoyo a los wawa wasi, recreación y deportes, campañas de vacunación y atención médica. A la inversa, temas como por ejemplo el análisis de la geopolítica y las estrategias militares, la elaboración de nuevos currículos y opciones educativas para los militares, el uso de la ciencia y tecnología para fines militares, etc., todas ellas son actividades en las que los civiles pueden aportar mucho a los objetivos castrenses. Quizá ha llegado la hora de crear una cultura de trabajo compartido para conocerse mejor, generar confianza mutua y trabajar juntos en tareas de interés común.

¿Por dónde empezar? Por cosas muy simples.

Se podrían diseñar campamentos premilitares asociados a bases militares, como en Israel, a cargo de oficiales especialmente entrenados, a los que pudieran asistir por una semana alumnos de 16 años de diversos colegios. De este modo los jóvenes podrían conocer desde dentro de un cuartel cómo es la vida militar, simular la rutina del entrenamiento militar, recibir la información sobre sus propias posibilidades de hacer una carrera militar y cultivar vínculos entre civiles y militares que pueden ser muy útiles para incrementar la comprensión mutua que tanta falta hace. Se podría invitar a los colegios civiles a oficiales de las FF.AA. para explicar su perspectiva en asuntos centrales de la historia o geografía de Perú. Otra posibilidad es la captación de civiles para voluntariados que aporten a la vida y carrera militar.

Miles de psicólogos, sociólogos, ingenieros, economistas, pedagogos, historiadores, empresarios, etc., podrían incluir en su agenda algunas horas al año para asistir a las escuelas de oficiales o a jornadas de estudio en los cuarteles y discutir asuntos de interés común cultivando este diálogo de beneficio mutuo. Estoy seguro de que podrían generarse muchas ideas más que promuevan la creación de este vínculo cooperativo y de diálogo educativo entre civiles y militares. Ello tiene una enorme importancia para el desarrollo nacional, que exige de todos que asumamos cooperativamente nuestras responsabilidades para que el Perú sea cada vez más grande, fuerte, próspero, educado y democrático.