El año 2003 podríamos tener 215 ministerios de educación en el Perú, de prosperar el concepto descentralizador que parece desprenderse del proyecto de la comisión de descentralización del Congreso. 25 serían regionales y 190 serían provinciales. Pero además, dado que establece que los ministerios regionales se harán cargo de la educación secundaria, técnica y superior, mientras que los municipales se harán cargo de la inicial y primaria, inevitablemente se producirá el descuartizamiento de cualquier proyecto educativo nacional. Habrá un tipo de políticas de crianza y educación formal para niños de 0 a 2 años, otro para niños de 3 a 11 años, otro para adolescentes de 12 a 18 años, y otro para adultos jóvenes y mayores. Así mismo es posible que en cada región haya diferentes políticas institucionales, pedagógicas e incluso magisteriales en cuanto a formación, capacitación, nombramiento y escalafón. Eso sería un modelo de descentralización segmentado e ineficiente para el propósito de articular un proyecto edu cativo nacional coherente. El precio de este doble nivel de descuartizamiento como de costumbre lo pagarían los alumnos, y colectivamente, el Perú.
La premisa básica que sostiene una descentralización eficiente es que las decisiones educacionales tomadas a nivel local son más rápidas, informadas, flexibles y sensibles a las necesidades poblacionales específicas que las tomadas en la capital. Esto, siempre y cuando haya un acuerdo para compartir el poder entre las autoridades centrales que establecen las políticas generales, y las descentralizadas que las desarrollan, complementan y aplican.
Esto no se ve en el proyecto en cuestión. Salta a la vista que si la actual estructura del sector educación es altamente centralista y burocrática, según el proyecto de la comisión de descentralización este centralismo y burocratismo podría reproducirse 215 veces, con el agravante que cada órgano descentralizado tendría sus propias agendas que consumirían buena parte del presupuesto adicional que el gobierno de Alejandro Toledo ofreció para la educación. El resultado sería más de lo mismo, pero peor.
Más sentido le vemos a un modelo de descentralización cuyo eje sea un Ministerio de Educación único para todo el país, que abarque a todas las personas desde que nacen hasta que envejecen, que establezca las grandes políticas de desarrollo educativo y magisterial nacional, así como las normas generales que habrán de regir a todas las instituciones educativas.
Junto con ello, dotar a los centros educativos de amplios niveles de autonomía escolar para que cada uno desarrolle su proyecto educativo sin interferencia de instancias burocráticas, con cargo a rendir cuentas por los resultados.
Los municipios asumirían funciones de centros de documentación y archivo, así como de articulación interescolar para aquellas actividades deportivas, recreativas, culturales y de capacitación que los centros educativos no puedan asumir por sí mismos. Junto con ello, los municipios podrían apoyar el desarrollo educativo comunal financiando y asesorando técnicamente a los centros educativos en la realización de los proyectos que ellos pudieran proponer. También podrían cumplir funciones de veedores de los procesos de selección y nombramiento de profesores y directores, para que se hagan con la mayor corrección. En otras palabras, se trata de fortalecer las instancias regionales y locales, evitando redundancias y sin bloquear las fuerzas creativas e innovadoras de las instituciones educativas.
Es importante entender que la descentralización constituye un nuevo lenguaje, con sus propios códigos, principios y valores. Si no se piensa en función de ellos, se termina usando un lenguaje descentralizador para imponer criterios centralistas. Por ejemplo, si un valor descentralista es el respeto a las diferencias y la confianza en que cada institución es capaz de resolver sus problemas sin la intromisión innecesaria de otras, aplicar estrategias descentralizadoras solamente hasta el nivel del gobierno regional o municipal dejando fuera a la institución escolar, termina tratando a los centros educativos con la misma actitud centralista y discriminadora contra la cual las regiones y provincias hace décadas están protestando.

REFLEXIÓN

La experiencia internacional enseña que el éxito de la descentralización educativa se basa en tres factores críticos: 1). Cuán compartida es la visión que tienen los partidos políticos de la importancia de la reforma. 2). En qué medida las instituciones claves del sector público a nivel nacional, regional y local poseen una visión compartida de la reforma, de manera que trabajen por objetivos comunes y no por los de cada uno; y 3). Si los padres y los miembros de la comunidad local apoyan la descentralización lo suficiente como para comprometer el tiempo, la energía y los recursos adicionales requeridos par que tenga éxito. Ojalá que estas condiciones se den en el caso peruano.