Para los lectores que están interesados en las nuevas investigaciones del cerebro que se relacionan con el aprendizaje, me gustaría compartir esta reseña del artículo de Laurence Wolf, experto en educación del BID, publicado en la revista virtual techknowlogia enero-marzo 2003 bajo el título “Brain Research, Learning and Technology”. Wolf se ha basado fundamentalmente en el volumen de primavera 2002 del Scientific American cuyo artículo de fondo es “The Hidden Mind”, así como materiales de la fundación Dana (www.dana.org) que publica una revista mensual on-line llamada Brain Work sobre los nuevos hallazgos en la investigación del cerebro.

Lo primero que hay que comprender es que la unidad principal de procesamiento de información del cerebro humano es la neurona, que es una célula capaz de acumular y transmitir actividad eléctrica. Hay aproximadamente 100 mil millones de neuronas en el cerebro, cada una de las cuales está conectada con otras miles. Dado que los estados mentales se producen por los patrones de actividad neural, el conocimiento definido como un algún tipo de flujo cognitivo de un estado mental a otro debe estar codificado en conexiones neurales llamadas sinapsis.

Gracias a los desarrollos tecnológicos de la última década especialmente las imágenes de resonancia magnética, las tomografías de emisión de positrones y otras herramientas, los investigadores pueden identificar ahora las diferentes partes del cerebro que están involucradas en diferentes procesos mentales.

Estos hallazgos probablemente lleven a los neurocientíficos, educadores y psicólogos cognitivos a desarrollar un lenguaje común del cual emergerá una nueva ciencia multidisciplinaria. Los expertos predicen que se abrirán paso en la teoría y práctica educativa nuevos conceptos neurocientíficos como plasticidad y periodicidad, de los cuales el quehacer educativo podrá sacar ventaja.

El concepto de plasticidad se refiere a que el cerebro se sigue desarrollado, aprendiendo y cambiando a lo largo de toda la vida, mientras que la periodicidad se refiere a los períodos sensitivos durante los cuales se abren ventanas de oportunidad para el desarrollo del cerebro, por estar especialmente sensible a ciertos estímulos y más dispuesto a aprender.

Si estos hallazgos se consolidan, será posible diseñar los estímulos educativos en los períodos sensitivos óptimos. Por ejemplo, la evidencia existente muestra que el período más sensitivo para la adquisición del lenguaje se da hasta los 13 años, lo que debería llevar a concentrar los esfuerzos del aprendizaje de lenguaje e idiomas extranjeros antes de esa edad. Sin embargo la ampliación de vocabulario continuará por toda la vida. Otro ejemplo es el de la inteligencia emocional. Se ha encontrado que cuando ciertas áreas del cerebro que tienen que ver con el juicio social y emocional son dañadas, las personas pueden perder su juicio social aún si mantienen su habitual CI. Esto ejemplifica los hallazgos que pueden tener un potencial revolucionario para la educación.

En las próximas décadas podrán instalarse implantes en el cerebro que de pronto permitirá a la persona hablar otro idioma, dominar cálculos avanzados, mejorar su memoria, o mejorar su funcionamiento emocional; inclusive podrán diseñarse manipulaciones genéticas que hagan que todos los niños alcancen su nivel de brillantez. Aunque parezcan inventos revolucionarios, cumplen lógicas similares a las del uso de anteojos para amplificar la vista o el uso de la iluminación para ampliar la capacidad de ver.

Sin embargo, todo esto atraviesa el campo de la ética, o la neuroética en este caso. Para empezar, estos avances estarán solamente al alcance de quienes puedan pagarlos, lo que puede exacerbar las inequidades económicas y sociales. Junto con eso, se pondrá en cuestión qué es lo que nos hace únicos como seres humanos y qué es el libre albedrío. Podrá entenderse cómo las personas toman decisiones en situaciones ambiguas y desarrollar pruebas simples para identificar lesiones cerebrales que llevan a las inclinaciones criminales. El resultado será que una serie de conductas desviadas basadas en impulsos neuróticos podrían ser considerados como exculpatorias, lo que podría llevar a repensar todo el sistema de justicia criminal. Los investigadores establecerán vínculos con otras disciplinas, trascendiendo las ciencias naturales, ciencias sociales y humanidades, para entender mejor la conciencia y la conducta ética. Quizá haya que desarrollar leyes psicofísicas que muestren como los sistema físicos se trasladan a la conciencia. Sin embargo los expertos coinciden en que la complejidad del cerebro es tal que siempre prevalecerá el libre albedrío y la responsabilidad personal.

A veces la lectura de reflexiones futuristas nos ayuda a imaginar hacia adónde vamos, para poder ver más claridad qué podemos hacer hoy para llegar en las mejores condiciones al mañana.

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CLASES MAGISTRALES NO CONMUEVEN EL CEREBRO

En el año 2010 un equipo de investigadores del Massachusetts Institute of Techonolgy (MIT), en Boston, colocaron a un universitario de 19 años un sensor electrodérmico en la muñeca para medir la actividad eléctrica de su cerebro las 24 horas durante siete días. El experimento arrojó un resultado inesperado: la actividad cerebral del estudiante cuando atendía en una clase magistral era la misma que cuando veía la televisión; prácticamente nula. Los científicos pudieron probar así que el modelo pedagógico basado en un alumno como receptor pasivo no funciona.

“El cerebro necesita emocionarse para aprender”, explica José Ramón Gamo, neuropsicólogo infantil y director del Máster en Neurodidáctica de la Universidad Rey Juan Carlos.

Gamo, que estudia las dificultades de aprendizaje de personas con dislexia o TDAH desde hace más de 20 años, observó que en la mayoría de los casos esos problemas no estaban relacionados con esos síndromes, sino con la metodología escolar. Él y su equipo identificaron que el 50% del tiempo de las clases de primaria en España se basan en transmitir información a los estudiantes de forma verbal, algo que en secundaria sucede el 60% del tiempo y en bachillerato casi el 80%.

Basándose en diferentes investigaciones científicas y en las suyas propias, concluyeron que para la adquisición de información novedosa el cerebro tiende a procesar los datos desde el hemisferio derecho -más relacionado con la intuición, la creatividad y las imágenes-. “En esos casos el procesamiento lingüístico no es el protagonista, lo que quiere decir que la charla no funciona. Los gestos faciales, corporales y el contexto desempeñan un papel muy importante. Otra muestra de la ineficacia de la clase magistral”, explica Gamo.

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