La docencia en el Perú es un reto solo para los fuertes, para quienes tienen sólidas convicciones, ideales e inspiraciones

La huelga magisterial del 12 de mayo, en reclamo por las incumplibles promesas electorales de duplicación de sueldos que hiciera el presidente Toledo, me lleva a recordar una reciente conferencia en la que los estudiantes de pedagogía me preguntaron. ¿Cuál es su mensaje a los futuros maestros? Mi respuesta fue: «No estudien educación». Extrañados, repreguntaron por qué. Les dije: «No estudien educación si esperan que los gobiernos cumplan sus promesas y resuelvan sus carencias; si esperan ser tratados como verdaderos profesionales a la par de los médicos, ingenieros o abogados; si quieren garantizarse ingresos decorosos; si no están dispuestos a nadar contra la corriente».

Cuando después me preguntaron sobre la calidad de la formación docente en el Perú, les dije: «Deben saber que, salvo escasas excepciones, lo que les han enseñado hasta hoy en los institutos pedagógicos y facultades de Educación, no sirve para lidiar exitosamente con la mayoría de los alumnos peruanos que encontrarán en las aulas. Si cuando sean profesores van a hacer con sus alumnos lo mismo que por décadas han hecho sus antecesores, obtendrán los mismos pésimos resultados. Para eso, mejor no estudien educación».

A los estudiantes peruanos se les forma para ser un fracaso como pedagogos. Se les enseña las teorías pedagógicas suizas, francesas o estadounidenses porque no existen las peruanas. Se les propone objetivos y se les inculca metodologías copiadas de otros países, porque no se diseñan y producen seriamente los nuestros. Se les hace depender de los lineamientos que producen funcionarios ministeriales que por años se han sometido a los designios de costosos consultores internacionales, que han sido incapaces de estimular la creatividad del pensamiento educativo peruano. En los últimos 30 años los estudiantes peruanos de pedagogía han escrito un millón de monografías y tesis sobre educación, pero rara vez alguna ha sido rescatada por las administraciones ministeriales para producir la pedagogía peruana. ¡Cuánta energía desperdiciada y cuántas ilusiones docentes arrojadas por la borda!

No se trata de culpar a los maestros peruanos, cuyos fracasos se deben a que lo que les enseñaron u ordenaron hacer no sirve. Eso de ninguna manera pone en cuestión la enorme vocación y sacrificio de muchos de ellos, sin los cuales millones de niños peruanos no se hubieran alfabetizado o siquiera pisado una escuela. Es el sistema vigente y los actores políticos los que han degradado la educación a tal nivel. La docencia en el Perú es un reto solo para los fuertes, para quienes tienen sólidas convicciones, ideales e inspiraciones, para quienes se sienten capaces de luchar por sus derechos desde la arena política pero sin contaminar el aula y sin convertir a los alumnos en las víctimas de su adoctrinamiento o agresión. Por eso mi mensaje a los jóvenes es que estudien educación si se sienten capaces de ser creadores, hacer cosas diferentes y romper con el pasado. Estudien educación si quieren realizar su vocación navegando contra la corriente, muchas veces solitarios, tolerando la incomprensión y los golpes desde diversos flancos. Estudien educación si creen en el Perú, si son capaces de verse realizados a través de los éxitos de sus alumnos con más limitaciones. Aquellos que quieran limitarse a cumplir una profesión de manera rutinaria, sosegada, siguiendo solamente las pautas que le han dado sus profesores, están perdiendo el tiempo. Entrar a la educación es entrar a un mundo en el que tenemos que cambiarlo casi todo. El que no esté dispuesto a eso mejor que se retire.

Por su parte, ¿qué debería hacer el presidente Toledo? 1) Sincerar datos y retractarse de su promesa electoral. 2) Concertar con los involucrados un nuevo plan trianual de aumentos cumplibles. 3) Crear incentivos inmediatos a los buenos maestros.

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