En un país agobiado por el inmediatismo corto placista, y el pragmatismo de la filosofía que dice que “el fin justifica los medios”, no siempre hay espacio y voluntad para acoger las reflexiones y prospectivas que realizan los intelectuales en el afán de señalarle un camino a seguir a nuestra sociedad.
Desde las profecías bíblicas hasta las enseñanzas peruanas de Jorge Basadre, los registros históricos y las reflexiones de los intelectuales tienen un tremendo valor educacional. Enseñan cómo los vicios y las perversiones humanas son tan antiguas como la humanidad, así como lo son las esperanzas y los sueños de libertad y justicia. Enseñan también cómo cuando los hombres acceden al poder y lo ejercen sin límites, se convierten en fieras perversas y corruptas y que la manera de evitarlo es contar con una sólida conciencia moral y vivir en sociedades en las que existen frenos institucionales al ejercicio omnipotente e impune del poder.
De allí que me atreva a recordar aquella columna que escribí el 17/7/1997 que se titulaba “Nos quitaron nuestra nacionalidad” en la que decía “el atentado contra los derechos inalienables de Baruch Ivcher constituye una arbitrariedad que afecta a todos los peruanos, quienes se sienten expuestos al abuso del poder. Este hecho suscita mucho dolor y desconcierto respecto al futuro de cada residente en el Perú que se convierte en objeto potencial de represalias de cualquier autoridad del gobierno. Por lo tanto, desde esta columna, hago votos para que se respeten los derechos de Baruch Ivcher que, insisto, son los derechos de todos los peruanos…. El 13 de julio de 1997, también a mí me quitaron mi nacionalidad peruana”.

En el mismo espíritu es que escribo que hoy yo y todos los peruanos hemos recuperado nuestra nacionalidad peruana, y creo que tanto el caso de la caída de Montesinos como el del atropello a la nacionalidad de Baruch Ivcher deberían ser parte de la reflexión educativa sobre los derechos humanos, para que los alumnos peruanos de todas las generaciones tengan la oportunidad de aprender las lecciones que se derivan del abuso del poder.
El gobierno del Presidente Fujimori utilizó todos los mecanismos del poder (ejecutivo, legislativo, judicial, ministerio público, fuerzas armadas y servicio de inteligencia) para aplastar al ciudadano peruano Baruch Ivcher con el que estaba confrontado, usando la fórmula de quitarle su nacionalidad (RD 117-97-IN) y con ello afectar sus derechos humanos y ciudadanos. Detrás del libreto, al parecer estaba una vez más, Vladimiro Montesinos. Este episodio termina en esta fase con la expedición de la RM 1432-2000-IN del 7/11/2000 que declara nula y sin efecto legal alguno la resolución directoral anterior, desde la fecha de su emisión. A pesar que hay todavía un trecho por recorrer para normalizar la situación legal de Baruch Ivcher, es evidente que se avecina la solución.

PODER

Lo sucedido con el asesor Montesinos y el ciudadano Ivcher, lo que suceda en el futuro con el Presidente Fujimori o con los otrora imperturbables congresistas oficialistas debería hacernos reflexionar sobre la “la temporalidad del poder”, que además es el título del artículo que publiqué el 21/6/1997 a raíz de las acusaciones del Comando Conjunto de las FF.AA. y el Congreso contra Baruch Ivcher. Allí decía “el poder político o militar es temporal; las personas pueden pasar fácilmente de arriba a abajo, de acusadores a víctimas, de ganadores a perdedores, o a la inversa”…. Terminaba diciendo “es importante pensar estas cosas no cuando se cae en desgracia, sino cuando se esta en el clímax del poder”. Preguntaba entonces si podría pasarle al Presidente Fujimori lo que le pasó a Alan García, o a Carlos Andrés Perez en Venezuela, a Carlos Salinas en México, a Mobuto en Zaire, a Roh Tae Woo en Corea del Sur. Si podría quedar Víctor Joy Way en la situación arrinconada de Jorge del Castillo a principios de los 90´s. Si pasará Vladimiro Montesinos de perseguidor a perseguido….
Estando a las puertas de un nuevo proceso electoral y un cambio de gobierno, es muy importante que esta pendularidad del poder sea conocida y asimilada por todos los que quieren hacer política de manera decente y democrática. “A mayor soberbia y violencia en el ejercicio del poder, mayor el rencor acumulado y el deseo de venganza en los afectados para cuando el péndulo oscile en dirección contraria. Mientras mayor sea la tolerancia, el respeto al rival y la capacidad de diálogo alturado, a pesar de las discrepancias, menores serán los rencores y las cuentas pendientes para cuando rote el poder, así como mayor será la capacidad de los opositores para reconocer lo valioso del antecesor.”
Hoy recuperé mi nacionalidad no sólo porque la recuperó Baruch Ivcher, con cuya condición de ciudadano peruano atropellado me identifico, sino porque la ética cívica peruana ha visto reaparecer la inexorable pendularidad del poder.