Sin ser sicólogos, los educadores tenemos mucho que decir respecto de un problema educativo de primer orden que se expresa en aquellas jóvenes que odian su cuerpo y de paso a sí mismas. Muchas chicas han sido criadas para pensar “estoy bien si mi cuerpo está bien”, por lo que su autoestima depende de su imagen corporal. ¿Y qué significa que su cuerpo esté bien? Que se parezca al de las modelos que aparecen en las revistas y pantallas: delgadas, curvilíneas, hermosas.

Si su nariz, mentón o busto no encaja, procuran operárselo. Si son gorditas se la pasan haciendo dietas que pueden llegar a ser muy extremas. Las que no toleran las dietas pero sienten muchos deseos de comer, luego de hacerlo se inducen al vómito o consumen diuréticos y laxantes, entrando en un circuito de sentimientos de culpa difícil de romper. Con todo ello no sólo dañan sus órganos vitales, sino también su salud mental. Se obsesionan con su cuerpo, que se convierte en el centro de su mundo, ánimo, sentimiento de éxito y felicidad. Si sienten que por su cuerpo nadie las quiere y que son objeto de burla o aislamiento, dolidas se deprimen, frustran, se ponen ansiosas. Algunas inclusive buscan liberarse a través del alcohol, drogas, conductas sexuales desbordadas u otras actitudes autodestructivas.

En muchos casos estas jóvenes tienen una historia de dietas que viene desde la infancia, con madres que siempre les cuestionan lo que comen y las condenan a las ensaladas y dietistas. Si las hijas deducen que el amor de sus madres y allegados depende de su cuerpo, lo convertirán en un instrumento para manipular o atender estas expectativas.

El caso inverso no es menos grave: el de aquellas jovencitas hermosas a quienes les han hecho sentir apreciadas sólo por su cuerpo, pero que dentro de él nada vale, lo que deriva en una pobrísima autoestima y frustraciones que también conducen a conductas autodestructivas. Cuando estas conductas autodestructivas se expresan en la disminución de la ingesta alimentaria o los vómitos autoinducidos para arrojar lo comido, estamos frente a desórdenes de alimentación que se vienen estudiando desde hace unos 40 años.

En 1969, un estudio estadístico realizado por Dwyer en Inglaterra, informó que el 80% de las mujeres (frente sólo al 20% de varones) del último año del colegio secundario deseaban bajar de peso. Un estudio sueco posterior agregó más datos: la insatisfacción con el peso se incrementaba con la edad: si a los 14 años el 50% de las jóvenes se sentía gorda, a los 18% la cifra subía al 70%.

Obviamente las adolescentes son las víctimas principales de estos trastornos de la alimentación por estar en plena revolución interna vinculada al cambio corporal, sexual, social, miedo a madurar, lo que se amplifica cuando tienen una baja autoestima, son perfeccionistas y presentan inhibiciones sexuales. Para ellas la meta «única» es tener el cuerpo de las modelos, las cuales son una minoría dentro de la población mundial.

La influencia perniciosa de libros, revistas, industria de la moda, cine y TV ha sido tan documentada que comienzos de 1995 en Inglaterra se implantó una disposición que prohíbe cualquier tipo de propaganda que pudiera influenciar a personas jóvenes a realizar dietas de adelgazamiento.

La anorexia nerviosa es un severo y prolongado desorden alimentario que se caracteriza por una pérdida de peso que se autoimpone la adolescente hasta que se torna indominable y que ocurre por la disminución deliberada de ingesta de alimentos y el exceso de actividad física para quemar grasas. La bulimia nerviosa es otro tipo de desorden alimentario que se caracteriza por una ingesta desmedida seguida por vómitos autoinducidos que intentan evitar el aumento de peso.

Las anoréxicas sufren el achicamiento de órganos, pérdida de minerales óseos, baja de la temperatura y presión corporal, lentitud del metabolismo y los reflejos, irregularidad de latidos cardiacos que puede producir un paro. Las bulímicas sufren de deshidratación, daño intestinal, hepático o renal; desequilibrio de electrolitos que puede llevar a latidos irregulares del corazón y paros; quemadura de esófago por los ácidos que vienen del estómago con los vómitos junto con el daño a los esmaltes de los dientes.

En suma, mientras el cuerpo importe más que la persona la autoestima será pobre y abundarán las anoréxicas y bulímicas. Para prevenirlo, la educación debe evitar que la vida y valores de los jóvenes giren en torno a sus cuerpos. Y actualmente una buena parte de esos retos se juegan en el mundo digital y las redes. Si logramos cultivar la autoestima positiva de nuestros niños y jóvenes haciéndoles notar que su cuerpo es valioso, pero además lo son sus sentimientos, pensamientos, personalidad, capacidades sociales y valores, tendrán mejores oportunidades de ser mentalmente sanos y tener una alta autoestima.

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