En una aleccionadora columna de la BBC titulada “Goodbye teaching” del 16/4/2000 el profesor inglés de historia de secundaria Andrew Riddles explica porqué abandonó la carrera pedagógica al cabo de 6 años de docencia. Había decidido aceptar un nuevo trabajo que en realidad no era demasiado espectacular, ni tenía grandes responsabilidades, ni consistía en jefatura alguna. Era simplemente un cargo de trabajador calificado de nivel medio en la burocracia, como programador de datos para Internet, con un salario inicial muy similar al de la docencia. Sin embargo, tenia la opción futura de adquirir acciones, recibir bonos por productividad, acceder a un buen seguro médico y gozar de bebidas gratuitas, con lo que estaría en mejores condiciones desde el primer día de trabajo respecto a las que tenía como maestro luego de 6 años de antigüedad.

 

Andrew comenta que él solía soñar que el día que dejaría la docencia sería en el marco de una gran ceremonia de despedida. Sin embargo ahora sentía que dejar la docencia no era nada del otro mundo, nada heroico ni muy complejo porque abandonaba la profesión por buscar lo mejor para sí mismo; solo eso. Quizá la nueva perspectiva de mejoramiento de ingresos no sea una razón suficiente para dejar la docencia, ya que podría haberse quedado en la docencia incrementando un poco su carga horaria con lo que hubiera incrementado sus ingresos. Sin embargo, no estaba dispuesto a ese sacrificio que reduciría su disponibilidad de tiempo libre personal. Lo que pasa es que no se trataba solo de un retiro por razones económicas. Era más bien una búsqueda de alternativas frente al hartazgo que le generaba desempeñar una actividad socialmente poco valorada, y que además incluía una serie de normas administrativas y consignas para los alumnos que le parecían insoportables.

 

Le resultaba difícil entender la manera tan rígida como eran tratados los niños. Se supone que la infancia debería ser la etapa en la cual se cultivaba en los alumnos una sensación de lo correcto e incorrecto, y se dotaría a los alumnos de una base intelectual para su futuro como ciudadanos autónomos, autodisciplinados, críticos, creativos, comprometidos cívicamente con el mejoramiento de su sociedad. ¿Qué sentido tenía entonces que el colegio pusiera tanto énfasis en detalles reglamentarios tan minúsculos como el color de las medias o zapatos, al punto de devolver a los niños a las casas por estar mal uniformados? ¿Qué sentido tenía decirle a estudiantes dedicados, aplicados, estudiosos, que viven sometidos a enormes presiones dentro y fuera de la escuela pero que aprenden a lidiar con ellas, que se vayan a su casa a cambiarse las medias? Alumnos que proceden de ambientes vandálicos, violentos, precarios, que hacen enormes esfuerzos por llegar a la escuela, que muchas veces han visto morir a sus padres violentamente ¿tienen que concentrar su cabeza en estos detalles? Andrew decía “no puedo seguir mandándolos a sus casas a cambiarse las medias”.

 

Por supuesto que este es solo un ejemplo de la cantidad de órdenes tontas e irrelevantes que se les da a jóvenes inteligentes. Constantemente se les dice a los jóvenes lo importante que es madurar y actuar adultamente, pero a la vez se les dice que deben rendir exámenes escolares y preuniversitarios estandarizados de cuya aprobación dependerá el resto de sus vidas.

 

Con el tiempo Adrew pasó de sentir una incomodidad frente a esto a sentirlo como una inmoralidad. Así que resulto natural su paso hacia una carrera donde la carga de trabajo sea probablemente igual a la de la docencia, pero donde esperaba no ser el blanco de nadie ni tener que hacer de los demás de blanco de sus absurdos. El aspiraba a hacer su trabajo adecuadamente sin perder horas en procedimientos administrativos inútiles, ser remunerado adecuadamente, y sobre todo, ser tratado con respeto.

 

Lo que el profesor Adrew Riddles relata, se asemeja mucho a lo que relatan muchos docentes peruanos cuando se les interroga sobre su hartazgo profesional e incluso sus deseos de abandonar la carrera docente, cuando esto está a su alcance porque tienen la opción de ocuparse de alguna actividad más lucrativa, interesante y desafiante.

 

Si bien es cierto en el Perú hay limitaciones para subir abruptamente la motivación que se genera por una mejor remuneración, se podría hacer la vida más agradable a los profesores si se revisaran las normas administrativas y pedagógicas que emanan de la autoridad y que muchas veces son absurdas, ininteligibles o hasta contradictorias y hacen sumamente tedioso el trabajo de los docentes que no tienen porqué pasar tanto tiempo llenando papeles, informes, y elaborando documentos administrativos que finalmente pocos-si alguien- leerán o usarán como retroalimentación.