Ni bien Israel abandonó el Líbano en mayo del 2000, su servicio de inteligencia detectó que Irán enviaba gran cantidad de armas y misiles a Hizbalah, a cuyos hombres además entrenaba. Al poco tiempo Siria hacía lo mismo. El Primer Ministro Ehud Barak se abstuvo de intervenir porque no quería que el ejército invadiera nuevamente el Líbano. El siguiente Primer Ministro Ariel Sharon prefirió concentrarse en el tema palestino evitando abrirse un segundo frente en el norte. Así, Israel se abstuvo de tomar acciones preventivas sabiendo que a la larga el enfrentamiento sería inevitable. Hizbalah se preparó meticulosamente, analizando las fortalezas y debilidades de Israel. La principal debilidad era que, salvo en una guerra total, la sociedad israelí no toleraría una acción bélica con muchos muertos. Por eso, basados en una excelente información de inteligencia, sus ataques siempre empezaban con acciones de la fuerza aérea, y solo cuando el enemigo estaba muy golpeado, desabastecido y con capacidades organizativas y ofensivas disminuídas, su ejército iniciaba las incursiones terrestres con pocas pérdidas de vidas. Sabiendo eso, Hizbalah creó una amplia red de fortificaciones subterráneas muy bien abastecidas y comunicadas en el sur del Líbano, inclusive muy cerca de la frontera con Israel, para evitar exponerse al poder aéreo israelí. Con armas antitanques sirias e iraníes lograron dificultar el avance de la infantería israelí, incrementando las pérdidas de vidas que Israel no podía tolerar. Hizbalah además escogió el momento y lugar más cómodo para iniciar las acciones, empujando a Israel a reaccionar sin estar debidamente preparado, más que por el secuestro de los dos soldados, por la lluvia diaria de misiles iraníes que lanzaron sobre Israel que llegaron hasta Haifa, la tercera ciudad de Israel. La meta de Israel era detener los misiles, sufrir un mínimo de pérdidas y mantener la imagen de una fuerza militar invencible. La meta de Hizbalah era sobrevivir y mantenerse de pie. Frente a un mes de hechos adversos a sus objetivos, el análisis costo beneficio del primer ministro israelí Ehud Olmert lo llevó a aceptar un cese de fuego. Prefirió llegar a un acuerdo antes que elevar la envergadura de la inavasión para derrotar a Hizbalah con un altísimo costo humano. Sin embargo, son las consecuencias políticas y psicológicas de dejar a Hizbalah sin derrotar las que han definido la victoria de Hizbalah conformándose un verdadero terremoto geopolítico. Tanto en 1948, 1956, 1967, 1973 como en 1982 Israel venció a sus enemigos y negoció con ellos desde una posición ganadora. Esta vez no fue así. Pese a que Hizbalah recibió la peor parte siguió disparando misiles contra Israel hasta el mismo día del cese de fuego. La no-derrota de Hizbalah por parte de Israel no tiene precedentes en la región. En la ecuación regional, la puesta en duda de la inevitabilidad de la victoria de Israel, que desde hace más de 30 años mantuvo a raya los intentos de nuevos ataques por parte de Egipto, Jordania y Siria, -animando además a los dos primeros a firmar acuerdos de paz con Israel-, podría crear nuevos escenarios de guerra. Futuro Parece evidente que ni el gobierno del Líbano ni las fuerzas internacionales en el sur de su territorio serán capaces de impedir que Hizbalah continúe provocando a Israel, aunque posiblemente Nassralah medite mucho mejor sus próximas hostilidades para no exponerse a una sobre reacción de Israel cuando esté mejor preparado. Sin duda Israel estudiará minuciosamente sus fallas de inteligencia y logística así como el accionar de Hizbalah y su estrategia de ocultamiento en barrios civiles, para encontrar la fórmula de enfrentarla y detener sus misiles en la próxima oportunidad. Sin duda Irán y Siria rearmarán a Hizbalah a vista y paciencia del ejército libanés y las fuerzas de la ONU, que procurarán no meterse y así evitar ser atacados o sufrir secuestros mortales como en Irak. En el frente interno, el primer ministro israelí Ehud Olmert deberá sortear severas críticas. La doctrina de Sharón de la separación unilateral de israelíes y palestinos como se hizo en Gaza y se iba a hacer en Cisjordania será cuestionada. Para muchos, ésta guerra tan solo ha sido el preludio de la próxima ronda. Aún no está claro cuál será el impacto de la guerra en el enfrentamiento de Israel con los palestinos, cuyo gobierno del Hamas está conformado por aliados schiitas de Irán, similares al Hizbalah, que ya en el pasado han interpretado las retiradas de Israel del Líbano y de Gaza como un signo de debilidad. Frente a ello, a la par que Israel procurará reiniciar negociaciones con los palestinos, les mostrará que no va a tolerar los ataques de misiles contra su población. Por su parte el Líbano y el mundo islámico también tienen al frente un problema porque el fortalecimiento de Hizbalah como fuerza política desestabilizará al Líbano y aumentará la influencia de la previamente marginalizada Siria en la región. En cuanto a los otros países del mundo árabe, estos reexaminarán sus agendas porque la victoria de Hizbalah representa una victoria para los radicales de Iran y los schiitas. En los hechos ha quedado evidenciado que los problemas del Medio Oriente solo pueden abordarse con cierto éxito si media una intervención concertada del “cuarteto” integrado por Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y la ONU (para la firma). Ese cuarteto enfrenta ahora al cuarteto opuesto conformado por Irán, Siria, Hizbala y Hamas. Este enfrentamiento solo podrá abordarse estableciendo una nueva agenda política internacional, en la que los esfuerzos concertados entre EE.UU. y la U.E. lleven a movilizar el apoyo de gobiernos árabes más mesurados como Egipto, Marruecos y Jordania así como eventualmente Arabia Saudita. De ser así, podríamos estar frente a una ventana de oportunidad para avanzar en dirección de la estabilidad regional. Queda por verse si la agenda política internacional de Irán pasará por la confrontación total con Occidente. En ese caso, el reciente conflicto entre Israel-Hizbalah-Líbano quedará reducido al nivel de una pequeña anécdota regional.