Correo 22 10 2022

Es verdad. Perú no es Corea del Norte, Irán, Cuba o Venezuela… pero ¿eso alcanza para sentir que será la mejor opción para las nuevas generaciones de niños y jóvenes que hoy asisten al colegio y a la universidad? ¿Es posible asumir que de los adultos que rigen hoy la vida política, social, empresarial (por acción o inacción) puede nacer una generación que apuesta por los valores de la democracia, el liderazgo político ético o la ciudadanía inclusiva? Parafraseado en términos metafóricos, y generalizando solo para fines didácticos, ¿pueden padres mentirosos, trasgresores, corruptos e indiferentes educar hijos honestos, ajustados a las normas de convivencia democrática y solidarios?

Quién sabe eso solo sería posible si la educación generara las condiciones para que los estudiantes sean capaces de conocer la realidad, tomar posición ética al respecto y tomar acción para cuestionar el “establishment” y confrontarse militantemente con todo aquello que debe ser transformado para rediseñar nuestro destino como nación.

Pero eso requeriría que la propuesta pedagógica para los colegios y universidades tuviera ese perfil. Lamentablemente el Minedu en los últimos 50 años se ha asegurado de modo autoritario que los directores, maestros y alumnos no se salgan del libreto conformista, centralista, reglamentarista y uniformizador que le es tan cómodo.

Basta leer columnistas serios como Ricardo Uceda “Nombramiento infame” (El Comercio de hoy) o Carmen Mc Evoy -con Gustavo Montoya- “Desde la fundación de la república, el Estado es como un botín” (La República 15/09/2022 y El Comercio de hoy) para tener una ínfima muestra de las reiteradas explicaciones de intelectuales serios y enterados sobre la inviabilidad democrática y cívica de nuestro país, atado por una serie de candados que impiden romper las cadenas de la corrupción, la decencia política y por lo tanto el bienestar de todos los peruanos.

Si bien unos cuántos colegios y universidades procuran salirse de la generalidad descrita para hacer algo al respecto en su propuesta pedagógica específica, lo cierto es que lo más frecuente es que se suban a la nave de la indiferencia, el conservadorismo paralizante, el egoísta “sálvese quien pueda”, con autoridades que actúan bajo el paraguas de “ese no es mi asunto” o “para qué me voy a meter en problemas”.

Los adultos peruanos de hoy se criaron, desempeñan y se adaptaron a esta realidad heredada desde inicios de la república, como tan bien lo describió Alfonso Quiroz en «Historia de la corrupción en el Perú». La pregunta es si quieren o no lo mismo para sus descendientes. Que aprendan a sobrevivir en esta nación caótica, fracturada y resentida, que se arriesguen a ser revolucionarios confrontadores de lo establecido, o si es preferible salir a buscar destinos mejores en otros lares.

La respuesta no es sencilla ni única. Pero creo que lo menos que podrían hacer los padres, es poner la pregunta en su agenda familiar y procesarla para dar forma a lo que podría ser la mejor opción para sus hijos, para que sean los protagonistas conscientes de su plan de vida.

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