Correo 30 09 2022

El debate sobre quién debe garantizar la educación de calidad para todos suele omitir las razones por las que debido al fracaso de ofrecerla a través de la educación pública creció la demanda por una educación privada de calidad. Esta puede ser elegida libremente por los padres de familia, aunque a cambio de un pago mensual, lo que introduce estructuralmente la discriminación entre los que pueden elegir y pagar, y los que no pueden elegir porque no pueden pagar (salvo que el estado también financie las opciones privadas como ocurre en algunas ciudades de los EE.UU. y países europeos).

Fernando David García Culebro publicó el 29/7/2022 una sugerente columna en educaciónfutura.org en la que procura explicar los considerandos detrás del modelo de una educación pública universal de calidad para todos como única opción y por otro lado el modelo de una educación diversa que permite la existencia de opciones privadas para quienes consideren libremente que sirve mejor a sus intereses personales.

Aunque el primer modelo es inaplicable en el corto y mediano plazo en los países que ya instalaron el segundo modelo, no deja de ser una imagen-objetivo que depende de la manera como se apuntale la educación pública para prestigiarla y convertirla en la opción deseable para todos los ciudadanos. Si así fuera, los actuales asistentes a las instituciones privadas se sentirían atraídos por las públicas, como ocurre con algunas universidades públicas brasileñas, argentinas y mexicanas, aunque sin eliminar del todo las ventajas de cada cual en función del NSE del hogar y colegio de procedencia.

Sumemos a eso, la ganancia de la creación del espacio de encuentro entre todos los peruanos sin distingos de procedencia socio económica o cultural para soldar esta fractura nacional en dos o más guetos incomunicados por ausencia de espacios públicos comunes, que no nos augura mucha viabilidad como nación integrada. Si lográramos que la educación pública de calidad fuera un objetivo de todos, -empezando por los políticos que gobiernan-, no solo habría más equidad, sino que se recuperaría la oportunidad de que los peruanos se eduquen juntos, cuando menos en alguna parte de su vida.

Propongo que empecemos con las universidades e institutos públicos convertidos en centros de excelencia, escuelas nacionales estatales del más alto nivel en artes plásticas, ciencias, tecnología de vanguardia, teatro, música, deportes, haciendo campamentos ecológicos -todos con profesores sobresalientes-, cuyo alumnado se seleccione por sus potencialidades y méritos sociales y no por su condición económica. Inclusive las Fuerzas Armadas podrían promover los campamentos premilitares juveniles para los períodos vacacionales, a cargo de oficiales carismáticos, experimentados y con vocación educativa, que en vez de transmitir la idea de que en las Fuerzas Armadas los oficiales abusan de los subalternos, transmitan la idea de que la carrera militar es una manera digna, solidaria y esforzada de desarrollar a las personas y a la sociedad peruana.

Sin duda alguna, peruanos ricos y pobres que compartan por igual cualquiera de esos espacios educativos, egresarán de ellos con una fortaleza y sentido de identidad colectiva como resultado de haberse conocido y desarrollado actividades juntos -como pares- que hará mucho más por el Perú que decenas de comisiones de diálogo que se instalan para apagar incendios cuando queman las papas de la incomprensión y confrontación.

Espacios como éstos pueden forjar los liderazgos peruanos del futuro combinando la integración social con la formación de excelencia. Pero previamente nuestros gobernantes y congresistas deben desear convertir al Perú en un gran espacio de encuentro de todos los peruanos, soldando las fracturas y diluyendo las murallas sociales que separan a unos de otros. De lo contrario, en lugar de una nación integrada, el Perú se convertirá en una incubadora de permanente tensión social y violencia.

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