Cómo reaccionar frente a quienes nos desean «felices fiestas patrias». ¿Estamos orgullosos de nuestra peruanidad, nuestros logros nacionales e institucionales, nuestra visión compartida de país? ¿Por qué en todas las encuestas sobre orgullo y vergüenza que produce el Perú a los peruanos se celebramos sus paisajes, diversidad natural, reliquias históricas y artísticas, música, gastronomía y nos avergonzamos del modo de ser de la gente, la corrupción, deshonestidad, inseguridad, indisciplina…

¿Seguiremos pensando en la viabilidad del Perú porque la inercia económica hace que el país aún no se caiga? ¿Qué esfuerzos corajudos y heroicos hemos visto de parte del liderazgo político para recomponer el destino por ahora bastante oscuro del Perú?

Una vez más el 28 de julio servirá para que el presidente de turno, esta vez Pedro Castillo, repita el libreto presidencial de explicar que el Perú ha tenido que lidiar con condiciones adversas que vienen del pasado y otras causadas por terceros, que le han impedido cumplir sus promesas, y luego un listado de logros, obras y presupuestos invertidos y un nuevo plan de promesas para el año siguiente, igualmente expresado en obras y montos y uno que otro anuncio bombástico.

Un tedioso catálogo que no infla esperanzas de cambio porque no vienen empaquetadas con algunas de las inyecciones que necesita el alma nacional: autocrítica verdadera que denote honestidad, que permita plantear compromisos creíbles y sobre todo, una apasionada convocatoria a los peruanos a realizar un gran sueño nacional, sostenido por un relato que articule todas las capacidades del país puestas al servicio de la prosperidad nacional.

Vemos que los expresidentes están sometidos a procesos judiciales, algunos con prisiones, uno se ha suicidado y el más reciente ya tiene reservado su lugar con ellos. La lista de ministros, viceministros, alcaldes, empresarios, congresistas, jueces, fiscales y funcionarios acusados de corrupción es interminable. ¿Habrá magia en lo que sigue del 2022? Así como el 28 de julio de 1821 de independencia solo tiene el nombre, derivado de un gesto emblemático de San Martín, las “fiestas patrias” de este 28 de julio del 2022 también se limitarán a la formalidad. No es una fecha productora de realidades distintas a la de antes y después. Es una fotografía de un día anecdótico en medio de procesos no terminados y transiciones hacia ninguna parte.

Lo que sí tenían San Martín y sus allegados -y luego Bolívar- era un sueño para el Perú, que fue lo que comunicaron ese 28 de julio de 1821. La pregunta que cae por su peso es ¿cuál es el sueño del Perú de hoy con vistas a su futuro, que podamos comunicar a las generaciones jóvenes peruanas que necesitan un norte que les de guía y seguridad? ¿Cuál es el relato sobre el país que queremos, que sea convocante y que permita visualizar nuestros sueños, y que aporte el camino a seguir? Sin claridad de una narrativa y ruta a seguir para cumplirla, la población seguirá apostando por populismos coyunturales de cualquier signo e índole, sin prestar atención a la calidad ética de los voceros ni la capacidad ejecutiva de concretar las promesas, como está ocurriendo en el Perú desde el fin del velasquismo.

Ese relato nacional no puede consistir en promesas que ya son huecas en el Perú como la de “luchar contra la corrupción” o “procurar el bienestar de los pobres” que hace tiempo se vaciaron de contenido. Necesita otros componentes, otras imágenes, otros voceros. Mientras no se haga visible ese relato liderado por personalidades, políticos creíbles y organizaciones civiles que sean confiables, seguiremos dando tumbos, sobreviviendo como se pueda a cada tormenta que estalle a nuestro paso.

Si hay algo que celebrar este año, quizá sea la capacidad de algunos periodistas de investigación para desnudar lo que todos sospechan y con ello mantener el sueño de que “los buenos le ganen a los malos”.

Si tuviera que expresar mis expectativas para que las próximas fiestas patrias sean más auspiciosas parafrasearía a Winston Churchill, que luego de la victoria de la fuerza aérea inglesa sobre la alemana en el cielo británico en la 2da Guerra Mundial entre junio y octubre de 1940 que evitó la invasión alemana dijo: «nunca tantos debieron tanto a tan pocos». En nuestro caso, ojalá podamos decir que 33 millones le debemos tanto a 87 congresistas peruanos dignos y democráticos.

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