La propuesta denominada tragicómicamente “ingreso libre” a las universidades pretende limpiar la cara del gobierno ante el imaginario popular que había entendido de los discursos de campaña de los actuales gobernantes y sus ministros de que sería un ingreso libre universal.

Ahora resulta que otra vez se convierte a los colegios en los agentes seleccionadores de los postulantes a los que se denomina “mejores alumnos” por los promedios de sus notas escolares, en vez de que sean las universidades las que hagan el trabajo de detectar por sus propios medios quienes son los estudiantes con mayor potencial para ser universitarios exitosos. Se parte de la presunción de que sacar buenas notas en los colegios automáticamente convierte a esos alumnos en buenos universitarios, a la vez que se asume lo contrario. Es decir, que quien saca notas menores en el colegio, no tiene capacidad de ser un distinguido universitario.

Hay sobradas evidencias de que esta correlación entre sacar buenas notas en el colegio y ser universitarios exitosos es relativamente baja, para lo cual basta tomar nota de la cantidad de alumnos que entran a la universidad con el criterio de “buenos alumnos” actualmente vigente que desaprueban cursos, ciclos y hasta abandonan la universidad por no estar en condiciones de lidiar con sus exigencias. A ello se suma la suposición de que la manera de obtener buenas notas en el colegio es equivalente a la de obtener buenas notas en la universidad, como si la universidad fuera una extensión lineal de la vida escolar. Lo peor del asunto es que nuevamente se deja fuera de competencia antes de empezar si quiera, a la enorme cantidad de jóvenes talentosos e inteligentes que por razones familiares o de precariedad económica no han podido dar todo su esfuerzo en sacar las buenas notas. Los más vulnerables muchas veces invierten más tiempo y responsabilidad en sobrevivir a la vida escolar, pero son considerados no meritorios para recibir becas o ingresos libres.

Veamos. El alumno A es hijo único de una familia que tiene ambos padres empleados y un ingreso familiar de 2-3 mil soles y va a un colegio público; tiene una computadora con acceso a Internet en casa, libros, y un lugar en casa para estudiar; no tiene que trabajar. Saca un promedio escolar de 18.

Comparémoslo con el alumno B que es el hermano mayor de 5 que viven solos con la mamá que se gana la vida como informal vendiendo unas viandas con las que obtiene un ingreso de 40 soles diarios. B se levanta todos los días a las 4 am. para ir a trabajar a una panadería vecina hasta las 6.30 a.m.; regresa a casa con unos soles y unos panes y prepara el desayuno para sus hermanos, a quienes luego deja en el colegio para irse al suyo. Cuando uno de los hermanos o la mamá están indispuestos o tienen necesidad de ayuda, deja de ir al colegio para atenderlos. Aún así, hace enormes esfuerzos por cumplir sus estudios y tareas escolares, pese a que viven en una vivienda de una sola habitación en la que hay el ruido propio del hogar. Hace lo que puede para no rezagarse en el colegio y usa su inteligencia para aprender rápido lo que le es posible. Con todo ello obtiene un promedio de 14. Si hubiera que dar notas a la responsabilidad, lealtad y la entrega al bien común, debería sacar 20. Pero a eso no le ponen nota ni lo reflejan en los promedios.

¿Quién tiene más méritos, suponiendo que hubiera que otorgar una beca a uno de ellos? Según la norma propuesta, automáticamente se considera al primero como el “buen alumno” que merece ingreso libre. El segundo, no merece que le den las mismas oportunidades.

Creo que el gobierno tiene una idea retrograda de lo que significa un promedio escolar, lo que significa ser un buen alumno, lo que significa ser un buen estudiante universitario. También tiene una idea muy distorsionada de cuál es la función del colegio como “colador determinístico” de quién tiene el mayor potencial de sacarle provecho a los estudios universitarios. No le veo sentido a que sean las notas escolares las que determinen la capacidad de ser un universitario exitoso. Debería ser la universidad la que seleccione a los más competentes utilizando sus propios medios de evaluación, sin tercerizarle esa responsabilidad a los colegios. Por eso es que la idea del ingreso libre universal a las universidades sin discriminar entre postulantes tenía más sentido, como lo sostuve en la columna SI SE PUEDE del 16 de agosto pasado, y debería ser la ruta para la implementación de ese derecho de los postulantes.

Que sea la universidad, una vez que tiene en su primer ciclo a todos los interesados a manera de “Pre”, la que se haga cargo de evaluarlos y resolver quién tiene las competencias para seguir adelante. De ese modo no interfiere con el rol de la educación secundaria que tiene una identidad distinta a la universitaria, y no discrimina a los estudiantes que no conoce, simplemente por sus condenatorios antecedentes escolares.

Ojalá esa norma se corrija, y si no hay más de 5 o 6 mil cupos, en todo caso que se haga un sorteo entre todos los interesados, hasta que se pueda dar cabida a todos.

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