Correo 25 02 2022

Las imágenes del estadio nacional en las que a la entrada los asistentes con máscaras guardan al menos un metro de distancia para el control de ingreso pero una vez en la tribuna están amontonados, algunos con y otros sin máscara, son la analogía perfecta a lo que ocurre en los mercados y ocurrirá en los colegios. La pretensión del Minedu y del Minsa de que los profesores se conviertan en policías del distanciamiento social y uso de máscaras es tan inviable como la del distanciamiento con máscaras en el estadio.

Imaginemos una escena en la que dos o tres niños están jugando juntos, armando un rompecabezas o construyendo algo o compartiendo algún alimento que trajeron de casa ¿tienen los profesores que llamarles la atencion y separarlos cada vez que se acercan en cada minuto de su vida escolar? ¿Sacarles de la mano el alimento compartido? Imaginemos ahora que el profesor ve que hay dos adolescentes que están abrazados o agarrados de la mano ¿Qué debe hacer el profesor? ¿Retirarlos del aula o del colegio? ¿Suspenderlos? ¿Acusarlos ante los padres por incumplir las normas? ¿Desaprobarlos en conducta?

Los países que evidencian mayor inteligencia normativa entienden los límites de las normas para resolver situaciones como estas y colocan mucho más peso a los mensajes referidos al autocuidado y autoregulación de la conducta de las personas. Con mayor sentido de realidad, van abandonando las restricciones de aforo, las demandas de distanciamiento social en los colegios, el consumo de alimentos en cafeterías (solo prohibido para colegios) e inclusive la obligación del uso de máscaras en espacios públicos no cerrados (como por ejemplo en los colegios corresponderían al recreo al aire libre y las actividades deportivas).

Ya es hora que los burócratas entiendan que la vida escolar real no equivale a los dibujos, planos con metrajes y normas que producen en sus escritorios que están desconectados de la experiencia escolar real.

Ya perdimos dos años de una vida escolar razonable en pandemia debido a estas normas voluntaristas incumplibles y la falta de visión y liderazgo de nuestras autoridades. Es hora de pisar tierra y replantear la manera de crear consciencia del cuidado personal y la responsabilidad colectiva, y de darles a los colegios la autonomía para regular la convivencia escolar en condiciones de pandemia.

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