A veces siento que muchos peruanos todavía viven en el sueño de que “estamos bien” y con un poco más de leyes, dinero, y retoques del modelo social y económico saldremos adelante. Es como si aún no hubieran entendido porqué los peruanos han estado votado tan masivamente por candidatos radicales, desde el Humala rojo hasta el actual Pedro Castillo; y por qué toda América Latina está en llamas y se está cayendo en pedacitos, buscando desesperadamente un gobierno de extrema derecha o izquierda y un cambio de constitución para ver si así les llueve bienestar a las mayorías sufrientes y carenciadas.

Una de esas escaleras que se han quedado sin peldaños para los pobres, vulnerables y crecientemente la clase media empobrecida, es la de la educación. Y en mi caso, mi frustración porque no nos movemos hacia ninguna dirección esperanzadora la expreso en distintas columnas con propuestas, pero también no pocas veces con palabras duras hacia los gobiernos y ministerios de educación, que a veces parecen vivir complacientes con la mediocridad educativa y con el “no se puede más”.

Es comprensible, y hasta esperable que los aludidos, especialmente exministros y altos funcionarios me confronten con todo tipo de justificaciones, que incluyen la descalificación directa o insinuada a mi persona por las críticas que hago. Es parte del libreto político, para los archivos, para algún libro autobiográfico, para la epístola. Pero eso no cambia la realidad. No nos saca del pantano. Solamente nos perpetúa dentro de él, nos convierte en peruanos castigados como Sísifo, condenados a que hagamos lo que hagamos nunca llegaremos. Como si tuviéramos el ADN del perdedor.

Cuando leo estas expresiones de lavandería de consciencia de parte de quienes fueron la cabeza o de altos funcionarios ministeriales no dejo de preguntarme, si todo está bien (ya que sostienen que sus gestiones fueron exitosas) ¿por qué nos va tan mal en la educación peruana? Si vamos bien ¿por qué muchos de esos funcionarios, o inclusive ex ministros, una vez que dejan de serlo, en privado reconocen que es muy difícil hacer cambios sustantivos, por la cantidad de intereses existentes que lo dificultan y la rigidez o sordera de la Alta Dirección? (que es donde yo hablo de falta de coraje). Si todo se está haciendo bien, ¿por qué Perú ha sido incapaz hasta ahora de hacer lo que han hecho el 90% de los países del mundo facilitando el retorno de los niños y jóvenes a los colegios? Claro, nos dicen que quieren cuidar a los niños… insinuando que los que demandan un retorno bioseguro a las clases (privados o estatales) estamos fuera de foco, o no nos importa que los alumnos se contagien. Esos alumnos que pueden ir en movilidad pública a galerías, cines, mercados, restaurantes, centros comerciales, playas, conciertos, tiendas y calles comerciales congestionadas, pero no pueden ir a los colegios porque los ministerios responsables dicen que en ese trayecto al colegio se van a contagiar. Y con aliados ocasionales que citan a uno que otro de esos especialistas minoritarios que abogan por mantener los colegios cerrados citando uno que otro caso extremo de contagios muy mediático.

Creo que hay que tener coraje y ciertas competencias para ser ministro o funcionario ministerial, y si alguien acepta serlo, debe exhibirlas, sin reclamar a otros que por no sentirse motivados para esa función no aceptan serlo. Y la población tiene el derecho de demandar de quienes asumen la función, que hagan las cosas bien y rápido. Y esa demanda supone confrontar lo que hacen o dejan de hacer, señalando las deficiencias, omisiones, debilidades o desaciertos. Porque esos críticos son los defensores del ciudadano, son la defensoría virtual de los niños, son voceros con camiseta distinta a la de los ayayeros.

Hay una realidad que me parece indiscutible: la educación peruana anda mal; anduvo mal antes de la pandemia, y se ha agravado durante la pandemia. Sin embargo, al menos a lo largo de los últimos 50 años de los que tengo conocimiento, todos los ministros han defendido los logros de sus gestiones, agregando que si algo anduvo mal durante su gestión, fue por culpa de los anteriores, o la crisis coyuntural, o la escasa duración de su gestión, o la acción de mafias y fuerzas invisibles subterráneas que sabotean las buenas intenciones ministeriales.

En otras palabras, no nos hagamos ilusiones de que la educación peruana puede mejorar y dar saltos hacia adelante, porque aunque todos los ministros y sus colaboradores hagan las cosas bien, dada la reiteración de esos factores obstaculizantes, debemos resignarnos a que no será posible avanzar. Esa implicación pesimista debe ser confrontada, porque para mí es una muestra de cobardía para no dar la pelea por la innovación y la disrupción, y una expresión de ese complejo de inferioridad que acompaña implícitamente todos esos discursos del “no se puede”. Yo creo que la población peruana tiene el derecho y la obligación de exigir de sus gobernantes iniciativas que realmente conduzcan a una educación de calidad para todos, y siento que mi voz debe sumarse a la de todos aquellos que tienen esa pretensión y que esperan de sus gobiernos que se conduzcan en esa dirección.

Valga la pena aclarar que en ninguno de los casos aludo a los ministros y altos funcionarios en sus calidades personales. Con varios de ellos comparto relaciones amicales. Aludo a su gestión pública, a los resultados observables, y más aún, a la suma de las gestiones de todos ellos que cual corredores de carrera de postas se van pasando el testimonio uno al otro.

Me imagino que seguiremos transitando por esta vía sin salida de los funcionarios ministeriales defendiendo su gestión y descalificando a los insatisfechos que los confrontan. El problema es que quienes son responsables de la educación peruana no son los críticos, sino los equipos ministeriales, que harían bien en escuchar con más amplitud lo que se dice en los colectivos y gremios educativos y al interior del propio ministerio de educación sobre sus conductores.

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PD: quizá si miramos imágenes que adjunto de los grandes movimientos de descontento social de los diversos países del continente, podamos darnos cuenta mejor que estamos al filo de un salto hacia la desesperación cuyas consecuencias pueden ser muy dramáticas. Eso debe estar en el espejo diario al que deben mirarse todos los gobernantes y ministros, y en particular el de educación.

En FB: https://www.facebook.com/leon.trahtemberg/posts/4258946407539195

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