Correo 18 06 2021

La expresión en inglés wishful thinking se traduce a algo así como pensamiento iluso. Es la expresión de una interpretación de la realidad basada en el deseo de que ésta ocurra de ese modo, más que en la evidencia, la racionalidad o la realidad. Esta columna se tomará la licencia de comunicar un wishful thinking respecto al próximo gobierno, ya que ambos candidatos han expresado su voluntad de revalorizar a los docentes

La realidad es que los gobiernos de izquierda y derecha que hemos tenido en las últimas décadas, convirtieron indistintamente al sector educación en el más estatizado y esclavizado del estado. Su punto de partida era la desconfianza en los maestros como profesionales de la educación, y el desprecio a los equipos de directores/profesores como grupos funcionales, inteligentes y responsables, capaces de conducir a sus colegios en función de sus necesidades y los contextos socioeconómicos y culturales específicos de la comunidad en la que se encuentran.

A diferencia de los médicos, abogados, ingenieros, arquitectos, contadores, etc. cuyas firmas avalan la capacidad profesional del firmante, las de los maestros ni siquiera son vistas como una opción para avalar el derecho a realizar un proyecto educativo o para garantizar que se cumplen las condiciones del local respectivo para la asistencia escolar. Este desprecio por los maestros se ha expresado mediante infinitas normas, protocolos, demandas administrativas y ausencia de autonomía, que en lugar de colocar las energías docentes al servicio de los alumnos, los obliga a colocarlas al servicio de la administración. Y esto ha sido tan válido para el sector público como el privado, que por lo demás, ha sido crecientemente asfixiado en las últimas décadas.

A diferencia de los centros comerciales, bodegas, fábricas, restaurantes, bancos o clínicas a las que pueden asistir personas siguiendo protocolos para su propio local, a los colegios y nidos les plantean protocolos de asistencia de público imposibles de cumplir en las zonas urbanas, haciéndolas depender de lo que ocurre en el distrito más que en el propio local. Además, asumen que los padres son irresponsables y no tienen criterios para decidir si sus hijos pueden o no ir al colegio que haya cumplido con las normas de bioseguridad interna.

Por todo ello, pienso que un gobierno liderado por candidatos que se han pasado la campaña electoral reclamando la reivindicación de los maestros como profesionales de la educación, tiene la oportunidad de declarar la independencia de la educación de las ataduras de la discriminación profesional de la que ha sido objeto hasta hoy, dar amplios niveles de autonomía a los colegios, y reducir significativamente la asfixiante normatividad estatal que gobierna ese sector. Eso incluye flexibilizar la rigidez del currículo único a partir de lineamientos nacionales generales, para dar paso a las adecuaciones curriculares que permitan a cada institución educativa perfilar el currículo en función de su propio proyecto educativo y el contexto en el que ofrece sus servicios.

En todo caso, si esto es tan solo un wishful thinking, al menos que sirva para reiterar mi reclamo de mayor valoración y respeto a la profesión docente por parte del Ministerio de Educación, una de cuyas expresiones más representativas es la de la autonomía escolar para encarar y resolver sus metas y problemas, profesionalmente, a su mejor entender.

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