La intensa y desgastante campaña electoral en un contexto ya caldeado por la angustia de una inacabable pandemia, nos ha llevado a un punto en el que la mitad de los peruanos están frustrados con los resultados electorales, pero el total de los peruanos están conformando una nación fracturada, polarizada e inviable como colectivo. Y eso de por sí ya es muy violento. Es como pedirle a los fanáticos de la “U” y de “Alianza Lima” que reconozcan los valores del contrario y alienten a sus equipos sentados juntos en la misma tribuna sin molestar u ofender unos a otros.

Las emociones duras, entrelazadas y contaminantes pueden alimentar nuestra ceguera y pesimismo. Quien sabe sea el momento de hacer una pausa, pensar en lo que no habíamos pensado antes, intentar analizar qué nos pasó como país, interesarnos más por los sentimientos y motivos de “los otros” para incluirlos en vez de excluirlos, tomando distancias de esa engañosa tendencia a asumir que “yo estoy en lo cierto y tú estás equivocado”, porque a la luz de lo que nos pasó, todos hemos estado equivocados.

Este resultado nos va a sacar a todos de nuestra zona de confort y obligar a recolocarnos en un nuevo escenario que supondrá nuevos retos, limitaciones, depresiones y oportunidades.

Lo mejor que podemos hacer es una pausa antes de reaccionar, como la que hace el escritor trabado que se distrae en otras cosas para recuperar la inspiración. Como la que hace quien recibe un email irritante y en vez de contestarlo de inmediato se toma uno o dos días para hacerlo calmado, escribiendo algo que usualmente se parece poco a lo que hubiera escrito en una reacción inmediata.

Nos toca hacer el check-list de piloto antes de despegar: revisar uno a uno los indicadores de partida que hemos usado para asegurar que hemos tomado en cuenta todos antes de despegar. La mayoría de quienes asumen una postura preelectoral usualmente la construyen en base a unos pocos indicadores, apegándose a los que le parecen obvios y dejando de lado los que no quieren ver. Por eso es que en las redes sociales se siguen o trolean unos a otros en función de su postura personal, haciendo irrelevantes sus aportes para quien quiere entender y aprender del conjunto y no solo de una de las partes. Todo es predecible y unilateral. Por eso también es que los redactores y columnistas políticos en el Perú son tan aburridos y reiterativos, con escasas excepciones, porque ya sabemos qué van a decir y cuál es su filiación ideológica o su simpatía partidaria. Son pocos los que procuran mirar las cosas desde fuera, como lo hacen algunos analistas extranjeros que miran al Perú tomando distancias desde fuera, contextualizando lo que pasa en el Perú con lo que pasa en América Latina.

Yo necesito esa pausa y se la recomiendo a todos los que leen mis columnas. No se trata de renunciar a los temores naturales que nos suscita un escenario futuro incierto y riesgoso, porque así se pinta tanto para ganadores como para perdedores, aunque por distintas razones. Se trata de revisar qué nos pasó, como individuos y como nación, imaginar que quizá ésta podría ser una crisis de crecimiento -sin renunciar a tomar nota de las señales de alerta-, y “tirar para adelante” dando lo mejor de nosotros para construir un Perú mejor, que no es solo el Perú del ganador ni del perdedor, sino de todos.

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