La sola existencia del formato del debate presidencial propio del siglo pasado, que siempre termina siendo un tik tok deshilvanado de ideas salpicadas, muestra una vez más la dificultad de conectarse con las realidades del presente aferrándose a los paradigmas ya obsoletos del pasado.

La sola idea de un debate presentado como una lucha de box entre dos contrincantes para que compitan marcando diferencias y que salga un ganador por K.O. o puntos, ya define lo que pasará en la escena y hace imposible la construcción de consensos en un país tan fracturado como el Perú que necesita de todos sus ciudadanos unidos para salir adelante.

En el siglo XX cuando los candidatos representaban a partidos, las promesas incumplidas pagaban el costo de la pérdida de votantes para las elecciones siguientes. Había una demanda de credibilidad en las promesas y sus portadores. Hoy en día, en que los partidos se forman al gusto del caudillo o en vientres de alquiler sin ninguna rendición de cuentas posterior, esas promesas son vacías e incumplibles. Además, hoy hay un público que en el contexto de la pandemia necesita tener claro de modo concreto cómo se hará la vacunación, la entrega de las las tabletas conectadas a Internet, las atenciones en salud sin colas, la recuperación del empleo y el apoyo estatal a los ingresos familiares, y la protección a la vida y al patrimonio de cada persona, especialmente los hijos que al salir a la calle pueden ser asaltados o violados. Es un público angustiado por el corto plazo, es decir, por sentirse seguros que mañana será un día mejor, en términos concretos y visibles.

Lo que vemos en estos debates es una lluvia de millones de bienes, servicios y soles que requerirían juntar los presupuestos del Perú con los de Brasil para costearlos y traer a nuestro país a Elon Musk o Jeff Bezos para ejecutarlos y cumplir las metas. Pero, como las promesas no pagan impuestos, se pueden hacer a diestra y siniestra.

¿Qué pasaría si en lugar de DEBATE se convocara a un DIÁLOGO? ¿En lugar de ver en qué se diferencian ver en qué coinciden? Sería iluso pensar en una situación en la que se le pregunte a cada uno, si Ud. perdiera las elecciones ¿cómo colaboraría con el ganador? Si Ud. ganara las elecciones ¿cómo incorporaría los aportes de su contrincante ocasional? Si así se hiciera, el JNE realmente estaría haciendo un aporte a la educación democrática de nuestra sociedad, en vez de ser la herramienta para perpetuar los conflictos y nutrir la irritación popular.

Presentados como una lucha de cachascán o box, que sobre la base de golpizas moviliza las emociones más bajas de la gente, -como ocurre en los noticieros que para captar la atención del público apelan a la sangre, lágrimas y crímenes-, es que el elector también vota por razones emocionales, por la identificación con los personajes, más que por las ideas y propuestas que ilustran cómo es que el Peru puede dar pasos adelante hacia el progreso, la inclusión, y la convivencia democrática.

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