En el mundo claramente China se encamina a ser la cíberpotencia hegemónica mundial gracias a la estrategia de captura de los cerebros occidentales, la penetración con sus estudiantes más brillantes de las sedes académicas occidentales de vanguardia, y principalmente sus desarrollos en economía e Inteligencia Artificial. Ha desplazado a EE.UU. y limitado las opciones de las potencias emergentes como India, Rusia, Brasil o Sudáfrica. Tiene la ventaja adicional de no tener que preocuparse por las restricciones de la privacidad y seguridad propias de una democracia occidental. En ese contexto ¿qué opción tiene nuestro país para mantener su identidad y vida independiente?

Perú ya es un espacio ganado por las inversiones chinas en el mundo. Con éstas no solo extraen recursos naturales y construyen carreteras y puertos, sino sostienen la exportación de sus sistemas tecnológicos de vigilancia y recolección de datos que colaboran en incrementar su influencia en todo el mundo, desafiando el actual orden democrático liberal (Amy Webb en “The Big Nine”).

Una de nuestras pocas opciones es convertirnos en una isla de excelencia como lo es Israel, Singapur, Estonia o Corea del Sur, definiendo cuáles son los campos en los que el desarrollo extraordinario de las ventajas comparativas puede abrirnos un espacio en ese escenario mundial. Pero ello requiere tener muy bien aceitado un potente motor educativo, incluyendo investigación de alto nivel en ciencia y tecnología, y allí es adonde la falta de visión de nuestros políticos hace tanto daño.

Convertir la meta de la educación peruana en que los niños sepan leer, escribir, calcular y saber usar una tableta conectada a Internet solo nos ubica en la edad de piedra de la educación para la independencia.

Ese es el reto del próximo gobierno, si es que tiene comprensión lectora.

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