Partimos del principio que ninguno de los candidatos podrá cumplir las promesas electorales de hacer reformas o grandes obras por tres razones: 1) Al no tener mayoría absoluta, necesita negociar y acordar con otros partidos para lograr los votos en el Congreso y eso siempre transforma (debilita o elimina) las propuestas originales. 2) Al no haber infinitos recursos, la priorización significa que no será posible desde el inicio hacer todo lo prometido. 3) Aún las buenas iniciativas, cuando tienen que pasar el filtro de las leyes, burocracia y ejecutores, pierden fuerza en el camino. Agreguemos a eso que la cultura política peruana enseña a desconfiar de las promesas de candidatos que son considerados mentirosos y corruptos casi por definición. Por ello, la mayoría ni los escucha y al final vota por criterios emocionales muy disímiles e impredecibles, como haber escuchado al vecino en la cola algún comentario en favor o contra de alguien o haber visto un panel publicitario que le llamó la atención. Tan es así, que deciden su voto en los últimos días pre electorales o inclusive en la cola de votación.

Con ese telón de fondo ¿qué se observa en esta campaña electoral?

Pocos candidatos que quieren cuidar el “stablishment” plantean promesas claras, precisas, novedosas, chocantes, disruptivas, “no vaya a ser que caigan mal en una parte del electorado y se pierdan esos votantes”. Imaginemos alguien que diga ”vamos a privatizar la educación” y otro que diga ”vamos a estatizar la educación privada”. Ningún mensaje así podría captar el 100% de adhesiones. Pero eso parte de la ridícula presunción de que el potencial de votantes que el candidato tiene es 100%, en lugar de plantearse como reto: ”necesito el 15% de votos para pasar a la 2da vuelta y tentar el triunfo; ¿cómo consigo ese 15%”?

En ese terreno, van ganando Yonhy Lescano, Daniel Urresti, Keiko Fujimori, Verónika Mendoza y Rafael López Aliaga*. Un poco más lejos, George Forsyth, Hernando de Soto, César Acuña y Alberto Beingolea. Los primeros hablan fuerte, con slogans sencillos y recordables, acompañados por una personalidad que sintoniza con la fuerza autoritaria. Keiko habla de MANO DURA y usa imágenes de su padre planteando preservar las reformas de su época -Constitución 1993- y la construcción de 3,000 colegios para recuperar ese 15% duro del fujimorismo. Yonhy Lescano se presenta como el aguerrido permanente disconforme inclusive con su propio partido de centro Acción Popular. Daniel Urresti usa esa imagen de General irreverente con mucha calle, ex ministro del Interior. Verónika Mendoza menos altisonante pero muy confrontacional con el sistema. Rafael López Aliaga irreverente, descalificador y autosuficiente.

No es sorprendente que empiecen a perfilarse en la cima de las encuestas y alguien como George Forsyth se caiga porque no tiene imagen de autoridad ni nada memorable en sus discursos. Ni siquiera mensajes que pudieran convocar a los jóvenes y deportistas a los que subliminalmente representa. El discurso centrista académico y hasta señorial de Hernando de Soto es aún difícil de digerir, así como el del exitoso emprendedor César Acuña o el del evasivo y verborreico Julio Guzmán. No levantan vuelo, porque les falta esa dosis de energía y autoridad que le colocan los tres punteros mencionados a sus comunicaciones. Les quedan unas semanas a todos para perfilarse mejor.

Daniel Salaverry sin propuesta que se recuerde se montó sobre la imagen aún convocante de Vizcarra, con la que tenía posibilidades de llegar a la 2da vuelta, pero es difícil predecir si el desbande de Somos Perú y las revelaciones sobre las mentiras de Vizcarra alcancen para eso.

Alberto Beingolea parecía ser una voz más clara desde la derecha, con un estilo enérgico, pero el PPC quedó lisiado por el jurado electoral.

Así las cosas, el panorama parece definirse entre Urresti, Lescano y quizá Verónika por un lado del espectro ideológico versus Keiko, López Aliaga, Hernando de Soto y quien sabe Forsyth en el otro lado del espectro para pasar a la 2da vuelta. Con estas opciones a la vista, los electores tendrán que aquilatar sus posturas y descartes, en función de las pautas que vayan dando las encuestas y los debates.

Supongo que sobre este tema cada ciudadano tiene su mirada. Quería compartirles cómo lo veo yo, para quienes me consultan por mi visión sobre el panorama electoral.

*olvidé este nombre ayer

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