El Perú y en general los gobiernos de América Latina la están haciendo mal en el manejo de la pandemia porque están haciendo más de lo mismo, mirándose unos a otros, para aprender unos de otros que también lo están haciendo mal. Así, más de lo mismo, aunque con ajustes cosméticos, no resolverá el problema. Además, están pensando que la pandemia es un evento de una sola vez, de modo que si se contiene a los contagios graves y número de muertos hasta encontrar la vacuna, se habrá resuelto el tema. Por eso, además, el gobierno se reúne cada semana para decidir qué medidas (parches) colocará la próxima semana o quincena para ganar tiempo dentro de esta ruta de pensamiento que dice reduzcamos los contagios para que alcancen las camas de las UCI y los respiradores, hasta que la gente esté vacunada, procurando que no se frene más la economía.

Pero, ¿qué pasará cuando se evidencie que es posible el re-contagio o que la vacuna tiene un límite de protección o finalmente surjan nuevas cepas o virus causantes de epidemias mortales? Hacer más de lo mismo no nos pondrá en mejores condiciones para lidiar con esos nuevos temas.

La manera de pensar de los “especialistas” se ha agotado. Lo que han hecho es poner en un polo a la salud y en el otro a la economía para ver cómo encontrar el equilibrio entre ellas.

En el extremo, las soluciones son: no hagas nada para alterar la economía aunque la gente se contagie, o, al otro extremo, encierra a la gente, aunque la economía se caiga. Luego de que Vizcarra intentara fallidamente la primera, ahora Sagasti intenta encontrar una especie de punto medio entre los polos. Hubo países desarrollados que estuvieron más cerca del polo exclusivamente económico. Todos ellos, esperando que llegue la vacuna para voltear la página. Ninguno de ellos ha funcionado suficientemente bien y lo que es peor, ninguno nos prepara para la siguiente cepa o epidemia que no se resolverá con la vacuna en curso.

Es hora de los “no especialistas”, aquellos outsiders con pensamiento lateral que rompan la linealidad de los “expertos” en salud o economía para hacer ingresar a las personas que en su actividad natural piensan diferente, “fuera de la caja”, sin aferrarse a los paradigmas pre existentes de cómo se manejaba antes el tema.

Por ejemplo, los niños, que no están afectados por los “saberes duros” pre existentes de los especialistas. En la misma línea de la “no contaminación con las fórmulas pre existentes” podemos apelar a psicólogos, comunicadores, artistas plásticos, filósofos, futurólogos, publicistas, productores de cine y TV, astrofísicos, veterinarios, creadores de videojuegos, inventores que han registrado diversas patentes, organizadoras de comedores populares, transportistas, informales ambulantes que se convirtieron en potentados en Gamarra, etc.

Son personas que están acostumbradas a entender las cosas de modo distinto a lo habitual, y resolver una diversidad de problemas en términos prácticos, con soluciones creativas, trabajando junto con otros que están acostumbrados a pensar el largo plazo de la humanidad.

Es hora de recordar a Edward de Bono, creador del concepto de pensamiento lateral, que aspira a encontrar la solución a un problema rompiendo los patrones habituales o esperables del pensamiento buscando caminos alternativos, diferentes, “fuera de la caja”. Su propuesta se ejemplifica con algo así como responder a la pregunta ¿De qué manera podemos pinchar un globo con una aguja, sin que se fugue el aire y sin que el globo estalle? Las personas comunes basadas en su imaginario de globo inflado se quedarían estancadas dando vueltas a la solución posible cuando la más simple, que la podría proponer un niño, es pinchar el globo estando desinflado.

O la solución que le dio la NASA a las aves picadoras que se posaban sobre las naves espaciales antes de ser lanzadas, perforando con su picoteo los conductores envueltos de aislantes. Los entomólogos, ornitólogos e ingenieros de diversas especialidades no pudieron resolver el problema, hasta que a un granjero se le ocurrió que se colocaran globos en forma de grandes espantapájaros que ahuyentaron a esas aves.

Eso es lo que se requiere ahora. Abrir el espacio de deliberación a las personas creativas que vienen desde fuera, que sean capaces de pensar las fórmulas de solución sin tener que partir del principio de la relación indisoluble entre salud y economía, y puedan crear ecuaciones alternativas que funcionen mejor y nos dejen preparados para las siguientes epidemias.

No puedo terminar sin señalar una vez más que si nuestro sistema educativo apostara al pensamiento lateral más que el lineal y vertical tradicional que enfatiza áreas y especialidades en vez del razonamiento creativo y pensamiento interdisciplinario, tendríamos una abundancia de gente creativa, innovadora, con pensamiento original, que podría aportarle al Perú y al mundo nuevas soluciones a los grandes problemas humanos aún no resueltos.

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