Cuando se trata de cambiar algo que a la luz de las evidencias acumuladas no anda bien, surgen posturas opuestas entre los que dicen “ya que lo tenemos, veamos cómo lo empujamos” y los que dicen “hay que desistir, o cuando menos, reformular radicalmente la fórmula elegida”. Esto se aplica a quien inicia una carrera universitaria o profesional y siente que lo que eligió no lo satisface; a los recientes gobiernos en los fallidos y erráticos manejos de la pandemia y las cuarentenas; a los inversionistas en un rubro del negocio que no camina; al currículo nacional, cuyos objetivos evidentemente resultan divorciados de lo que aprenden los alumnos; y se aplica a los COAR.

Son estos colegios de alto rendimiento creados inicialmente por un impromptu de Alan García en el año 2009 con el nombre de Colegio Mayor Secundario Presidente del Perú de Lima (2010), replicado luego en las diversas regiones del Perú con el nombre de COAR. Hoy alberga a unos 7,000 alumnos de la alta secundaria escogidos de los colegios públicos entre los alumnos de secundaria con las más altas notas y algunos con distinciones en áreas deportivas y artísticas.

Cuando se menciona como logro que sus egresados tienen buen desempeño en la educación superior en el Perú y extranjero no debería causar sorpresa, porque fueron escogidos precisamente porque ya eran muy destacados en sus colegios de procedencia. Probablemente, si en vez de llevarlos a los COAR (con todos los problemas de costo y desarraigo que implicaba) se les hubiera becado para hacer los ciclos preuniversitario de las universidades, hubieran ingresado a ellas. No niego que pasar por los COAR puede beneficiar a los “elegidos”. Lo que me pregunto es si es la mejor opción pensando en las políticas educativas para el conjunto de la educación nacional.

El ministro Ricardo Cuenca siempre se opuso a los COAR por ser un sistema paralelo a la secundaria regular con un carácter elistista y segmentador de la escuela pública, ya que privilegiaba a un grupo de estudiantes estatales con 20 veces más recursos por alumno que las secundarias comunes, y además se regían por un régimen salarial más elevado y requisitos para ser contratados como docentes diferentes a los del escalafón magisterial común para los profesores estatales, etc. Pero, en su rol ministerial temporal, tiene que diluir su oposición.

También yo me opuse desde el principio; por un lado, porque nació de un impulso presidencial que no tenía ningún sustento técnico ministerial (hubo que crearlo a posteriori); por otro lado, porque no se constituyeron en laboratorios de innovación educativa transferible a toda la secundaria, dado que si se selecciona alumnos, infraestructura y maestros de manera diferente al de la secundaria común, ¿Cómo se iba a transferir lo aprendido allí a todas las demás secundarias conformadas de otra manera?; tercero, porque las características de la evaluación de admisión ponía en ventaja a alumnos que estando en la escuela pública procedían de hogares más solventes que estaban en mejores condiciones de facilitar el aprendizaje escolar de sus hijos; y cuarto, porque en un país necesitado de innovar en la infancia para que los niños arranquen en mejores condiciones su escolaridad, no se pone el foco allí, pese a las múltiples evidencias de que para 2do grado los alumnos ya están muy lejos de aprender lo que el currículo nacional espera de ellos (cosa que el propio Minedu corrobora cada vez que toma las evaluaciones censales ECE en las que cree)

Quién sabe si los COAR (con un nombre más apropiado) fueran laboratorios de innovación educativa tendrían algún sentido. Pero eso supondría tomar digamos 20 colegios al azar de cada región (sea para los primeros grados de primaria o los últimos de secundaria o los grados intermedios) y con el adicional de equipamiento, asesoría técnica y monitoreo ensayar nuevas metodologías, propuestas curriculares, materiales didácticos, alternativas de evaluación, etc. para que los hallazgos que se produzcan sean transferibles luego a todos los otros colegios del país, ya que surgieron en colegios comunes tomados al azar.

A la par con este cambio conceptual, se puede incentivar a los colegios públicos y privados que cumplan con ciertos requisitos básicos para hacer innovación educativa para que la lleven a cabo por sus propios medios, difundiendo también sus hallazgos para beneficio de toda la comunidad educativa.

En momentos en los que se discute el presupuesto para la continuidad de los COAR y la inequidad entre alumnos que han tenido oportunidades muy diversas de cumplir cabalmente con los aprendizajes del año escolar 2020 y las respectivas evaluaciones, poniendo en desventaja para la admisión de los nuevos alumnos nuevamente a los más vulnerables, y estando al frente del Ministerio de Educación alguien que no cree en los COAR en su formato actual, ¿no es una buena oportunidad para desistir y reformular, en vez de insistir?

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Colegios para publicidad electoral: Colegio Mayor Secundario y Colegios Emblemáticos TAREA # 77 (Agosto 2011), Ago 2011

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