31 12 2020 Reflexión de fin de año (León Trahtemberg):

LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN PERUANA NO DEBE MEDIRSE A PARTIR DE LOS DESEMPEÑOS DE LOS ESCOLARES.

Con frecuencia cuando se hacen diagnósticos de la educación peruana se alude a los desempeños escolares usuales de alumnos, especialmente en las “áreas sacralizadas” de matemáticas y comunicaciones (en los que según el Minedu (ECE) los peruanos andan muy bajos). Es menos frecuente que ese diagnóstico se haga a partir del nivel de las universidades e institutos peruanos, que forman técnicos, académicos y profesionales que conducirán los destinos del país (y que producen muy poca ciencia, tecnología y patentes lo que nos coloca en la retaguardia de los países desarrollados).

Es menos frecuente aún hacerlo a partir de la evaluación de la conducta ciudadana de los adultos en general, que son egresados producidos por esos colegios en los que desde hace algunas décadas se viene educando a niños y jóvenes “para la vida”.

En columna reciente hice el diagnóstico a partir de la conducta de nuestros gobernantes y políticos, que obviamente salen desaprobados. Esta vez usaré la lente del análisis de cómo se comporta un grupo reducido de los adultos denominados “expertos” en educación, con larga trayectoria académica y profesional, cuando reaccionan a comentarios de analistas que como yo confrontamos a las autoridades, altos funcionarios y consultores directos del Minedu, porque no logran hacer realidad una “educación de calidad con equidad para todos”. Esa es la promesa con la que se comprometen cuando asumen esos cargos y es sobre ella que deben rendir cuentas. Veamos.

Están los “expertos” que ni siquiera leen la columna sobre la que opinan, y comentan a partir de lo que comentó un tercero o lo que leen en un titular o columna introductoria a un texto, sin haber leído la fuente ni el texto completo (pese a que a los alumnos les recomiendan ir a las fuentes).

Están los “expertos” que para confrontar a los cuestionadores, los descalifican sosteniendo que la crítica viene de los “disconformes de siempre”, o atribuyéndole mil defectos o inconsistencias sin replicar a los argumentos esgrimidos. (Pero a los alumnos les recomiendan concentrarse en el mensaje, y no el mensajero).

Están los que se justifican con mil pretextos o diciendo que son menos incompetentes que sus antecesores. (Pese a no se trata de una competencia entre ineficaces).

Están los que pretenden sacudirse de la crítica diciendo que no tenemos el derecho a criticar quienes como yo no hemos aceptado ser ministros, como si todo analista, investigador, columnista que expresa una mirada crítica a las autoridades tendría el derecho a opinar solamente si es que antes estuvo en el cargo o la función criticada. Ignoran que es quien asume un cargo de ministro, funcionario o decisor, quien debe responder por su capacidad de acercarnos al cumplimiento de la promesa de producir una educación de calidad para todos.

No faltan los “expertos” que pretenden descalificarme por haber sido parte del CNE, desconociendo que este es un colectivo en el que siempre fui una voz minoritaria y que es precisamente por mi conducta discrepante que el Ministro Benavides y sus allegados consideraban que ya no era necesario contar conmigo en el CNE.

También hay “expertos” que cuestionan que ciertas revistas conocidas le den cabida a quienes como yo pensamos y escribimos confrontando a las autoridades del Minedu (Pero a los alumnos les proponen darle mucho peso a la ciudadanía, la diversidad, la vida en democracia, rechazando toda forma de censura).

Por último, no puedo dejar de reconocer que hay un grupo de “expertos” que están en la vereda opuesta, lamentablemente minoritarios, que son aquellos que leen personalmente las columnas aludidas a todos los anteriores, que sí analizan los argumentos y comentan o replican con solidez académica aquello con lo que sí están de acuerdo y con lo que discrepan, sin descalificar al interlocutor. A esos los sigo y respeto, porque de ellos es posible aprender.

SI la educación peruana tuviera un buen nivel, estos últimos serían la mayoría. Sin embargo, lamentablemente, no lo son. De allí que uno pueda deducir que si la escuela de antes produjo a los “expertos” de hoy, que son los que definen las actuales políticas educativas para que impacten en quienes serán ciudadanos adultos mañana, las esperanzas no son muy buenas.

Les guste o no a esos “expertos”, autoridades y altos funcionarios (o quienes lo han sido) que defienden su legado y se sienten satisfechos con su labor en el Minedu, a los columnistas que estamos frustrados con nuestras autoridades nos corresponde ser insistentes al señalar que son inaceptables los fracasos del sistema educativo totalitario, estandarizador, reglamentarista, controlador, sancionador que tiene el Peru y que heredó el actual ministro Ricardo Cuenca. Tal como está, ese modelo de gestión ministerial transmite el mensaje de desconfianza de que colegios, directores y profesores sean lo suficientemente competentes para lidiar con sus realidades pedagógicas y los particulares contextos comunitarios que son distintos para los 100,000 colegios peruanos.

En mi opinión, revertirlo demanda oxigenar su quehacer con normas ministeriales que introduzcan elasticidad e incentiven las innovaciones. Eso puede hacer aflorar la inteligencia colectiva de las instituciones educativas individuales que conocen sus realidades específicas y requieren mayores niveles de autonomía para resolver cómo encararlas rápida y eficazmente.

La escuela peruana necesita una nueva línea de base, para educar niños y jóvenes que desde ya tendrán que lidiar con éxito con el hackeo mental de gustos y decisiones que producirá el uso masivo del Big Data, en un mundo de ordenadores cuánticos, turismo cósmico, bioimpresoras de tejidos y órganos, edificios y ciudades inteligentes, empleo temporal y errático mayoritariamente free lance, fake news, realidad virtual, reconocimiento vocal y facial que anularán la privacidad. A su vez, tendrán que convivir socialmente buscando estabilidad a pesar de los numerosos y a veces irremplazables canales virtuales. Pensar que estar preparado para ese mundo significa aprender lo ya conocido del pasado que está en los libros y hacer girar el currículo en torno a matemáticas y lectura al estilo de las pruebas estandarizadas del siglo pasado, me parece un craso error. No me cansaré de señalarlo, aunque se disgusten las autoridades y “expertos” que las aconsejan.

En suma, quienes andan mal no son los escolares ni los universitarios; son las autoridades y funcionarios ministeriales que podrán optar entre escuchar los mensajes de todos los que expresamos con distintos lenguajes y tonos el apremio por cambiar las cosas, o dejar las cosas como están con unos pocos ajustes cosméticos. Lo que espero es que su conducta frente a quienes los confrontamos sea consistente con lo que proponen que sean los valores democráticos a inculcar en la escuela. Descalificar a los analistas y columnistas críticos quizá les dé la sensación de tranquilidad de haber neutralizado la crítica, pero en nada favorecerá el relanzamiento de la educación peruana hacia destinos superiores.

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